Sonría para olvidar a todos esos que han convertido el último tramo del año en una pesadilla. Espero que la Historia juzgue la manipulación a la que nos han sometido con el apoyo de aquellos abducidos por una clase política que da escalofríos. Ni la lotería se salvará otro año de Hacienda. Aún así, suerte
Afirmaba recientemente el Premio Cervantes, Rafael Sánchez Ferlosio, en una fugaz reaparición por su 90 aniversario, que todo este asunto del Procés le resultaba muy aburrido. “Cataluña me aburre mucho. Es más aburrido que un partido con empate a cero... Es un coñazo", sentenciaba. Guarden la afirmación.
Lo repetía, aunque sin entrar a valorar detalles. No hacía falta. Él, que de realismo social, lenguaje y postura crítica sabe un rato. Conozco ese tipo de personas crecidas desde la sabiduría que están de vuelta o no temen ser políticamente incorrectas, ni esperan una subvención pública que les silencie.
Lo de “coñazo” lo es para una gran parte de la sociedad. Aún no para aquellos que tienen el lío soberanista metido en vena, o que durante muchos meses llevan comprobando cómo este asunto, de importancia sentimental reconocible pero no de extrema gravedad, mina su resistencia. Los plazos se cumplen, las estrategias conducen a un fin planificado de asuntos que afectan el día a día; la economía familiar y la realidad más próxima.
Y es que, te despiertas y lo mismo: las aventuras de Puigdemont en un reino de sueños y hadas con toda la intencionalidad que se puede esperar y a la espera de ese holograma estilo Star Treck que dicen tendrá. Como la del resto de actores de este sainete cada vez más flácido donde sólo impera el mensaje de poder. Pero no así nada sobre medidas concretas de progreso social y económico que saquen del atolladero la realidad más manipuladora de conciencias que sólo enfoca el plasma derivado de una economía de subsistencia. Sólo es importante el yo y lo nuestro, o sea, aquello que interesa al partido de turno. No he escuchado propuesta alguna que ilusione o despierte ideas. Simplemente, tú más. Además de señales de miedo y desconfianza. Y eso sí es preocupante. Un sinsentido. Los políticos se creen el centro de todo, y que sin ellos nada sería posible. Yo creo todo lo contrario. Lo triste es comprobar cómo una gran masa de potencia y cerebro gris ha sido abducida. Será la publicidad. Pero miedo da pensar que aquí lo más importante no es avanzar y reconducir una situación en el abismo, sino saber quién va a ganar, con quien habrá que pactar y cómo repartirse los sillones. Y echarse barro encima. Que vengan los enfarinats porque lo demás es lo de menos.
He de reconocer lo mal que lo estarán pasando en sus celdas el resto de implicados -menudos libros de vivencias nos esperan- para rematarlo con asuntos estadísticos y baremos de nuevas elecciones que si algo van a conseguir es que desaparezcan momentáneamente de nuestras vidas en sólo un día gracias a la lotería y las fechas de una Navidad que nos conducirá a apagar televisiones y radios. Incluidos discursos o mensajes anodinos.
Es reconocible que, como ejercicio político, el momento resulta muy interesante, histórico. Aunque para los historiadores lo será analizar dentro de unos años las conclusiones y el desarrollo social de estos meses que, afortunadamente, van a conseguir que leamos más libros, veamos menos televisión y escuchemos más música.
Pero ojo, también se explicará como signo de fracaso global de nuestra actual realidad política, ejemplo histórico de una etapa que nos recordará como sociedad plana, manejada y de un nivel fantasmagórico.
Después de haber sido testigos de una tensión que ha fracturado la realidad social, nos han asustado con el hundimiento de la economía. Algo cierto pero que también nos ha obligado a posicionarnos por sumisión ideológica y/o manipulación intelectual a base de saturación de mensajes y eso tan de moda como son las fake news. Sin embargo, lo más serio es que, al mismo tiempo, grandes asuntos que afectan realmente a nuestro día a día han sido eclipsados. Borrados de nuestra otra verdad.
Así que, mientras teníamos la mirada puesta en las próximas elecciones catalanas o el insufrible 155, hemos dejado de lado un sinfín de asuntos nada frívolos.
Al margen del hipotético futuro debate sobre la financiación autonómica o las obras que el Ministerio de Fomento promete ejecutar allá por donde su ministro pasa, nos hemos dejado por el camino una vez más el saqueo de las cuentas de la Seguridad Social, totalmente esquilmadas y que nos obligará a aumentar nuestra deuda pública para poder continuar manteniéndolas. También que el partido en el Gobierno se sentará en el banquillo por destruir los discos duros de su gestión interna o que las nuevas sentencias de Púnica comienzan a ser realidad. Como esos dos años de cárcel al que ha sido condenado el exalto cargo de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados, por el chivatazo que le ayudó a limpiar pruebas mientras el operario de una multinacional sueca olvidaba un millón en un altillo al tiempo que montaba un armario de oferta en el chaletito de sus suegros. Sin olvidar esas siniestras sombras que acechan a Esperanza Aguirre y su delfín con apartamento de nuevo rico… En fin, hasta el verdadero destino del 3 %, los ERE de Andalucía que son para temblar o la bronca entre los agricultores de arroz y nuestra militante Conselleria de Medio Ambiente, nido de espías y contradicciones.
Nos faltaba en nuestro calvario autonómico que, de nuevo, un exPresident de la Generalitat Valenciana volverá a sentarse en el banquillo a causa de una gestión tan relevante como el coste de la Formula 1.
Preparémonos para unas interminables días de estadísticas interesadas y erróneas -siempre existe una escusa-, presiones, lloros, mentiras, bailes y triunfitos… hasta que reventemos de turrón, pavo y cava, lo único que nos ayudará a sobrevivir y conducirá a dormir a la espera del Concierto de Año Nuevo que este año dirigirá Mutti en medio del escándalo por los presuntos abusos de Levine. Hay para todos. Nadie está a salvo.
Pero no nos quejemos, El 22 de diciembre nada existirá en nuestras pantallas amigas, salvo la “felicidad” de los agraciados por esos números soñados que tampoco se librarán de tributar a una Hacienda esquilmada y con una deuda pública que cuesta bajar del 99% de nuestra economía real, por ser generoso.
Estamos que nos recuperamos. Aún así, cada comienzo de diciembre continuarán enseñando a los visitantes esos espacios de un Congreso semivacio por largas vacaciones donde languidecen ideas pero regalan chocolate caliente para atenuar la fría espera. Sólo hay que hacer cola unas horas para vibrar de nuestra gélida Constitución. Con suerte, se puede salir en televisión o hacerse una foto con algún político despistado que ha ido a reclamar la paga de Navidad. Pero usted, sonría. Es lo que piden estos patriotas desaparecidos, en campaña o de vacaciones permanentes.
P.D. Celebro la puesta en marcha del canal autonómico À punt en su versión radiofónica. Y más si su primer programa comparte el mismo título que encabezó durante muchos años, y hasta hace sólo un par, una columna periodística que bauticé y firmaba en un medio local. Suerte. Pero continuamos “Al Raso”.