La ilustrada editorial valenciana abre sus puertas para mostrar la casa oficina donde trabajan hasta una persona y media
Lugar: Media Vaca Dirección: C/ Salamanca 49, 13 Metros cuadrados: 40 Año de inauguración: 1998 Trabajadores: uno y medio
VALÈNCIA. Si Media Vaca es uno de los motivos (culturales) para sentirse más orgullosos, se dice y ya está. Recientemente les dieron el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural, aunque sin ganarlo el mérito ya lo poseían desde hace unos cuantos años. Una editorial especializada en libros ilustrados, con especial mirada hacia los lectores más pequeños (sin infantilizarlos, toma).
Esta vez queríamos entrar en sus entrañas, saber un poco más no tanto de sus obras sino del espacio que les cobija tal que un nido donde ocurren cosas imprevistas y del cual no quieren saltar, porque a veces quedarse atrincherado en tus sueños sale mucho más rentable.
En la web con la que Begoña y Vicente cuentan esa aventura hecha editorial, hay un botón negro sobre fondo rojo bajo la advertencia de no pulsarlo bajo ningún concepto. Se pulsa, y a cambio uno obtiene el reconocimiento curioso, la de aquellos que desprecian el peligro y se enfrascan en misiones tan complejas como poner pie en Sentinel del Norte. La misión de vivir, vender y sentirse reconocido a partir de una editorial de libros repletos de dibujo.
Su oficina -quizá una palabra demasiado fea para lo que esto es- se convierte precisamente en ese camarote desde donde incurrir en el riesgo. Una vivienda atiborrada de libros, tan cálida que parece estar dentro de una de sus propias obras. Preparada para cumplir con la ventura de apostar por autores consagrados y por desconocidos repletos de futuro, mantenerse a flote girando en torno a un segmento repleto de malos augurios.
El hilo musical es el rumor de los niños de un colegio adyacente, con los que Vicente Ferrer y Begoña Lobo fantasean en que sean sus propios lectores. De hecho una mañana los preescolares del Colegio 100 de Russafa llenaron su escritorio, “un montón de niños pequeñitos ocupándolo todo”. La poética de una editorial en la que se lee y se lee, se transforma al caer la tarde en el barro de una paquetería, entregados a empaquetar y enviar, porque ellos son sus propios distribuidores; otra rebeldía más.
Las estanterías marcan la altura de su mundo. Las pequeñas vacas parecen el mejor animal de compañías. Las siluetas de ellos mismos son el personaje idóneo tras el que parepetarse.
Desde 1998 en un fragmento de su hogar que se ha convertido en sede, entre un surtido de ídolos y de pequeños dinosaurios que dependiendo del reflejo de la luz se convierten en gigantes. Una ventanita les ofrece contacto directo con el río jardín. Nos cuentan que allí trabajan una persona y media desempeñando todas las funciones y alguna más.
Todo el entorno acaba respondiendo a un principio bien activo que tiende a la personalización visceral: “más que a criterios comerciales y de novedad, las colecciones responden al gusto personal y caprichoso de los editores. Gran parte de lo que publicamos tiene que ver, quizá, con el humor, la poesía y el misterio que animan las variadas manifestaciones de la cultura popular. Nos sentimos asimismo deudores del trabajo de aquellos artistas gráficos que en todos los tiempos han buscado la comunicación con el público más amplio y desconocido (a pesar de que la mayor parte de las veces ese público amplio y desconocido ni se ha interesado por conocer sus nombres ni ha sabido que esas obras le estaban dedicadas). El cuidado y el esfuerzo que requiere cada nuevo proyecto de Media Vaca sólo permite la publicación de tres títulos por año, que, en días señalados, y si las circunstancias son propicias, pueden ser consultados en bibliotecas públicas o adquiridos a través de las mejores librerías”.
Estos son sus principios, esta es su oficina.
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