Donde el tiempo pesa y la solemnidad se enjuaga con la vorágine contemporánea. Entrando en la otra ‘La Nau’, la de puertas adentro
Lugar: Centre Cultural La Nau Dirección: Carrer de la Universitat, nº2 Metros cuadrados: 10.605 m2
VALÈNCIA. Cuando una ciudad se ve con una distancia prudencial (un ejercicio recomendable cuando la proximidad sentimental lo aborda todo), espacios como La Nau, de prefijo Centre Cultural, se ven con algo más que su altura histórica; el lugar de conversación perenne donde se fragua parte del vigor de la comunidad.
De La Nau, de su edificio imponente, de su función como punto de encuentro, sabemos casi todas las cosas que tienen que ver con su representatividad pública. Pero durante una mañana, la voluntad esta vez fue la de entrar en su trastienda, la de traspasar la celosía y acabar (¡que no lo lea, que no lo lea!) en el despacho del Vicerrector Antonio Ariño curioseando entre los cuadros colgados y los amuletos de su propia historia personal.
En esta casa de la cultura entramos como una bola de billar, rebotando de planta en planta, desde la cuarta -el cerebro de las exposiciones y las cuentas de centro- a la segunda -donde patrimonio, formación, teatro o cine se combinan- hasta la portería -un patchwork de lo vivido- o el espacio de realización audiovisual, una sala de máquinas que para sí quisieran algunas televisiones.
Vamos a lo importante: Antonio Ariño tiene sobre las mesas de su despacho el libro El hombre aparece en el holoceno, de Max Frisch, una reafirmación de la fortaleza de la cotidianidad cuando todo se derrumba. También hay una foto de El Flaco en el malecón de La Habana. El País perplex de Josep Vicent Marqués o una imagen poderosa de una limusina atravesando, casi literalmente, los tinglados de La Marina, un contraste masivo. Viendo el despacho con cierta perspectiva, sus elementos podrían componer todo un manual de cómo atender a un mundo donde las estructuras dadas como hecho inmutable deben interactuar con elementos novísimos. El reto urgente.
Bajando desde la cuarta planta, algunos recordatorios de la solemnidad del emplazamiento. Para que la vorágine del oficinismo contemporáneo no haga prescribir el tiempo, varias fotografías bien bellas de los ropajes en la ceremonia de investidura Honoris Causa. Más aquí, la visión de La Nau atravesada de andamios en una de sus últimas reformas. Guiños estratégicos sobre el peso definitivo del tiempo.
El edificio tiene 520 años, y aquí se impartieron clases desde 1499 hasta finales de los años 70. Justo este año se celebran los 20 desde que es sede del Centre Cultural La Nau (acrónimo de La Nostra Antiga Universitat) es una resolución que resolvió aquello de generar usos nuevos a espacios ancianos.
Como es costumbre en En tu ofi o en la mía, consultamos el espacio fetiche, el rincón más especial, de sus ocupantes. Ante estas dimensiones, los ojos irresistiblemente miran al claustro donde Vives devuelve el gesto. “Donde los trabajadores y tantos estudiantes conversan sobre sus vidas. ¡Ay, si las columnas del Claustro de La Nau hablaran! Porque escuchar, nos escuchan. Entro antes de las 8 a trabajar y te puedo asegurar que hay gente que se sienta en los bancos de piedra que rodean el claustro para meditar”, dice una voz acompañante.
Se repite otra dependencia. La mención a la Sala Gonzalo Montiel, al lado de la cafetería y el claustro menor. Montiel, director de gestión cultural fallecido en 2015, da nombre a una recinto que “acoge actos más íntimos y discretos, como era Gonzalo”. La Nau posiblemente sea un robusto transmisor de memoria emplazándonos a estar a la altura. Intentémoslo.
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