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En el documental 'Chemsex': "Mejor coge el VIH cuanto antes y así ya no te tienes que preocupar"

Es un comentario que hace un adicto entrevistado en el documental Chemsex de Max Gogarty y William Fairman sobre las sesiones de mezcla de sexo y drogas entre hombres. En esos estados, es tan habitual el contagio de enfermedades, como el VIH o la sífilis, que hay quien recomienda cogerlas cuanto antes para no tener que estar preocupado todas las veces. "Total, luego solo tienes que tomarte una pastilla", le dicen al protagonista del reportaje en referencia a los medicamentos para mantener el virus a niveles mínimos

15/09/2018 - 

VALÈNCIA. Una de las canciones más apegadas a la realidad social que nos rodea en nuestro tiempo es 'Chorra cacahuete'. Hace mención a un fenómeno habitual: gente que va tan puesta por la noche, o por la mañana, que sus genitales no funcionan ni por asomo en el acto sexual. Es una de las paradojas de las leyes físicas de la fiesta, colocarse estimula y excita, pero para nada, porque no se puede hacer nada tan drogado.

La solución a este problema, tirar por el camino del medio, empezó a escucharse en los medios hace pocos años. A la palada de droga que se había uno metido, bien podía añadir una Viagra para garantizarse la respuesta del miembro y surfear en la cresta de la ola del infarto de miocardio, entre otros efectos secundarios. Pero con estas ideas que parecían tan locas, no habíamos visto nada en realidad. Había mucha más enjundia.

Hace una semana, el diario francés Le Figaro, en un reportaje sobre el fenómeno del sexo con drogas, exponía el caso de un chaval con VIH, herpes, gonorrea rectal y sífilis que acudió a la consulta de su médico sin saber qué clase de sexo había tenido en una fiesta que había celebrado la semana anterior. No se acordaba. Su caso ha aparecido en el número de febrero de 2018 de la revista Sexual Health.

Algo aproximado al fenómeno en cuestión fue el documental homónimo, Chemsex, filmado por William Fairman y Max Gogarty para Vice Media. Este reportaje iba mucho más allá del simple uso de cocaína, speed, MDMA y Viagra. Las drogas que se manejan en San Francisco y Londres para follar, donde transcurre el documental, son sobre todo GHB, conocido por estos lares como éxtasis líquido, a la que llaman "G", mefedrona y metanfetamina intravenosa.

Nada que objetar, en principio. Pero lo que queda claro con la primera media hora de la película es que después de adquirir el hábito, el sexo normal pierde interés. Por otro lado, el abuso de sustancias puede derivar fácilmente en adicción. Y lo más grave, en esos estados, el contagio de enfermedades es frecuente.

Un entrevistado decía que en conversaciones que había tenido con compañeros de fiesta le recomendaban coger el VIH cuanto antes para no preocuparse más. Contagiárselo a propósito, “pozzing up”. Lo que más asombraba a este hombre no era eso, sino que la gente joven era la más despreocupada con los contagios, era a los que más les daba igual. No obstante, en un anuncio en Internet un hombre se ofrecía a contagiar su VIH a quien quisiera. Se supone que era una web de contactos sadomasoquistas.

Lo cierto es que el documental no tenía un enfoque morboso, pese a incluir imágenes explícitas de estas fiestas e iniciarse con un tío picándose en la vena y excitándose sexualmente conforme le empieza a subir lo que se ha metido o, mejor dicho, bajar, porque el hombre sube el brazo para que la gravedad haga su trabajo. En el documental, en todo momento hay un planteamiento médico y social de la tendencia.

Una hipótesis sobre las causas de la fiebre del sexo drogados es que, en su desarrollo como personas, muchos gais han sufrido soledad y problemas de autoestima. Por eso, una conducta adictiva en la edad adulta podría ser un mecanismo compensatorio que explique la asociación entre sexo y drogas y la sublimación del placer hasta el punto de someterse a sesiones tan duras y prolongadas de drogadicción que les llevan a perder completamente la conciencia y no recordar nada.

Como testimonio dramático, aparecía un aficionado al chemsex que se sometía a tratamiento para abandonarlo. El chico tenía el VIH, algo inevitable en esas lides, y lo asumía, pero había navegado en Internet y "averiguado" que todo lo relativo al sida era un invento. Un claro mecanismo de defensa, pero trágico.

Los testimonios eran lo más valioso del trabajo. Sobre todo por su veracidad y sinceridad descarnada, y por la cesión de imágenes privadas, concretamente, vídeos de las fiestas. De hecho, sus confesiones, sus palabras, no estaban pagadas, eran un paso más en sus tratamientos de desenganche a esa forma de vida. Asumirlo, reconocerlo y contarlo.

Había un protagonista relacionado con España. Un chaval, no se sabe su nacionalidad, que trabajaba en un banco en nuestro país, pero que por el chemsex perdió el empleo y acabó prostituyéndose. Era muy joven y contaba entre lágrimas que sí, él también, se había contagiado el VIH no sabía ni cómo ni cuándo.

El fenómeno del chemsex se disparó, contaba la película, por la aparición de las nuevas tecnologías, que permiten contactar rápido y con muchas personas, y la llegada de nuevas drogas al panorama politoxicómano. Una tormenta perfecta. En uno de los testimonios un chico cuenta que, mientras le realizaba una felación a otro hombre, este se había sacado el móvil y estaba pasando contactos con el dedo rápidamente a ver quién podría ser su siguiente encuentro.

Según los expertos consultados, estas nuevas prácticas estaban suponiendo un grave deterioro de la calidad de vida de la comunidad homosexual que no se conocía desde la aparición del sida en los 80. En el mismo año del estreno del documental, 2015, el NHS y el British Medical Journal calificaron la práctica como una prioridad para el sistema de salud. En 2015, un tercio de encuestados adictos al chemsex eran seropositvos, 42% de ellos no tomaban retrovirales y un 60% no usaban protección. David Stuart, que trata a los adictos, explicó que la comunidad homosexual "ha adoptado el riesgo como una faceta normal de la vida, por lo que asumir los riesgos de las drogas en el sexo no suponían un gran salto".