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EL MURO / OPINIÓN

‘Enchufaos’

La Generalitat quiere saber cuántos funcionarios han sido colocados a dedo. Tuvieron que fallar los tribunales para que algunas empresas públicas asumieran su responsabilidad y desvelaran el “¡tú sí que vales!”. Aún así, se predica con el ejemplo. 

5/03/2017 - 

Un familiar de profesión liberal y bien situado recibió hace años una oferta institucional para sumar fuerzas, experiencias e ideas a un innovador megaproyecto. Buscaban lo mejor de cada casa, al margen de ideales políticos. Profesionales independientes. Había dinero en juego. Pero sobre todo prestigio social e internacional que ganar. Se trataba de asumir un puesto de responsabilidad en una empresa pública de reciente creación. El proyecto era muy interesante. Él sólo pidió libertad de acción y apenas injerencia política. Como buen perito, sabía lo que debía hacer. Le habían buscado. No a la inversa. Un detalle importante. Propuso unos días para madurar la oferta, ordenar y organizar asuntos personales y ofrecer una respuesta definitiva tras haber pactado salario, condiciones laborales temporales y otros extremos adheridos.

Apenas un par de semanas después de haberse cerrado el acuerdo recibió otra llamada. Era para ofrecerle disculpas. La oferta no se podía mantener. Las alturas habían dado una orden. En ese puesto había que colocar urgentemente a un amigo de alguien que tenía carnet del partido. No daba el perfil, pero era una orden. Había que devolver favores. Lo demás era lo de menos. Por supuesto, el desarrollo de funciones y evolución profesional del ente fue, para ser finos, un desastre. En ese puesto de riesgo y equilibrio habían colocado a un personaje ajeno a la realidad profesional. Simplemente, a un amigo con pedigrí y padrino. No daré más detalles, aunque en privado no tendría inconveniente si alguien no cree esta historia en su totalidad.

Casos como este podríamos contar decenas, centenares. Hasta la exconsellera Milagrosa Martínez, recién condenada y hoy a/penada, lo reconoció abiertamente. Cuando la nombraron responsable del turismo autonómico admitió no saber nada del ramo salvo cuando viajaba de vacaciones estivales o negociaba con una agencia de viajes.

Muchísimos saltaron de la universidad a ocupar como primer puesto de trabajo un cargo y en él se mantuvieron y continúan  más de veinte años después. O sea, se hicieron  “profesionales” sin saber nada de sus auténticas ocupaciones, ni de lo que iba su responsabilidad. Fueron “aprendiendo” mientras envejecían. Si es que de verdad lo consiguieron, o aún están en ello. Tienen hasta leyes que les protegen por militancia, credo y dedicación. Hoy nos piden más empleo privado para sostener las pensiones. Pero la gran mayoría de aquellos siguen en el limbo del sistema y la borrachera del compadreo. Viviendo de una cadena que no les preocupa en absoluto porque la desconocen y tampoco les interesa, salvo cuando se acerca final de mes.

Por no entrar a valorar con detalle, por ejemplo, Ciudad de la Luz, los mega millonarios estudios de Alicante. Además de una plantilla formada en su día por una gran mayoría de apellidos compartidos de políticos de la provincia de Alicante hubo que contratar después a empresas externas para que gestionaran el complejo. Desparramo económico. Lumbreras. ¡Fiesta!

Todos aquellos enchufados con sueldos más que golosos, que es lo de menos frente a su incapacidad laboral e intelectual, sabían de la industria del cine lo que cada noche leían en las parrillas de televisión o se echaban a los ojos en un cine.

En el espectro político actual, tan moderno y progre, todavía llegan altos cargos cuyo primer empleo es un despacho y resultan tan frívolos/as que son capaces de redactar en su tarjeta de visita o en su perfil de redes sociales: de ocupación “político/a”. Entristece comprobar en qué hemos convertido la función pública y la responsabilidad con la sociedad a la que se atiende, aunque eso sí, sin meter en el mismo saco a todos los profesionales que sacan esto adelante con tesón y profesionalidad e incluso los que llegados a un puesto gracias al dedo han demostrado su dedicación y ejemplaridad, que también los hay.

Poco que ver, por ejemplo, con el principio de la Democracia cuando muchos profesionales liberales y hombres y mujeres de la sociedad civil saltaron a la espera pública con afán corporativo y colaboracionista, pero sin olvidar su procedencia y teniendo clara su temporalidad. Después se retiraron a lo suyo. A sus verdaderos oficios. Eso ya casi no existe. Durante lustros, muchos de los agraciados con un puesto sin méritos ni conocimientos reales de sus responsabilidades son profesionales de la vida contemplativa. Un carnet, por muy incapaz que uno/a sea y escasos conocimientos, permite una nómina con carácter vitalicio, aunque el cerebro mida dos dedos unidos sobre la frente en posición horizontal.

Aunque no soy exageradamente amigo de los concursos públicos, sí los defiendo en determinados casos y hasta valoro. Al menos sabemos con quién nos la jugamos. Así podemos conocer si son realmente profesionales quienes aspiran al mismo y tienen ideas propias. Nos dejan evidencias, pruebas, proyectos, méritos y un tiempo  para comprobar si sus compromisos se adaptan a lo comprometido. Y existe un tribunal o un consejo al que reclamar después responsabilidades civiles y políticas. Tanto Empar Marco, como Salva Enguix o José Ramón Lluch, los tres profesionales que quedaron finalistas en el concurso a la dirección general de RTVV, por ejemplo, son buenos en lo suyo y más que capaces. Así ha ocurrido también en otros puestos sacados a concurso público, aunque siempre salten dudas colaterales.

El asunto inicial al que iba, y del que me he desviado, es el susto que nuestra actual Generalitat se va a llevar si realmente lleva hasta sus últimas consecuencias la idea de conocer los expedientes de los empleados públicos para saber si se contrataron a dedo. También su auténtico perfil profesional. Miedo y risa seca me da.

Más aún después de conocer que el número de funcionarios de la Generalitat, su parque laboral, asciende a más de cien mil empleados públicos: tres millones en el ámbito nacional.

Los datos, espero, se conocerán gracias a que el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valencia (TSJCV) obligaba a cinco empresas de sector público a difundir el número de trabajadores y los requisitos para acceder a su puesto de trabajo, así como los sistemas de contratación. Tantas trabas previas da que pensar. Con el poder en la mano siempre ha sido muy sencillo el ¡Tú sí que vales!

Que se preparen bien los de la cosa pública. Y nosotros mismos. Pero yo sí quiero saber las conclusiones para poder entender si podemos ser realmente serios y no meros testigos del gesto político. Pero más allá de las medidas que se adopten en su momento y la luz que los resultados ofrezcan, lo importante es que no sólo se mire al pasado sino sobre todo que se predique con el ejemplo en el futuro. Entonces todo será más creíble.

No sé si el agujero es realmente negro. Pero que es agujero y tan grande que cabría enterita el arca de Noé, media maratón y un par de hoteles de Trump completos, ni lo dudo.

 Hasta Ronald Reagan lo reconoció: “El contribuyente es una persona que trabaja para el Gobierno, pero sin haber hecho las oposiciones a funcionario”.

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