En Estados Unidos, en los años 80, la tasa de suicidios entre adolescentes de 15 y 19 años era mayor que en la actualidad. Ese dato no lo muestra el documental de Netflix El dilema de las redes sociales cuando habla del aumento que están experimentando ahora, según ellos, por las redes sociales. Los investigadores académicos estadounidenses hablan de que la causa se debe a la pobreza, el abuso de drogas, encarcelamientos y demás problemas derivados de la crisis económica del siglo XXI. Adivínelo, en los 80 también había una.
VALÈNCIA. El documental The Social Dilemma que distribuye Netflix habla de un presente distópico y de escenarios futuros hipotéticos. El mal uso de las redes sociales ha convertido a los ciudadanos en personas más manipulables, sobre todo políticamente. Se pone el ejemplo del exterminio de los rohingya, realizado gracias a la intoxicación de las redes sociales de forma controlada y premeditada. No obstante, el genocidio de Ruanda se produjo gracias a una emisora de radio y el Holocausto empezó con un periódico que tiraba de humor y noticias sensacionalistas con el viejo truco de dar explicaciones simples a problemas complejos. En su caso, cuanto más complicada era una noticia negativa, más fácil era de relacionar con los judíos. Esto, tan frecuente en las redes, no se ha inventado ahora.
En España sobran casos de instrumentalización de las redes para difundir agit-prop que persigue tensionar a la sociedad en una dirección o en otra. No obstante, antes de que estas ideologías que desprecian los procedimientos democráticos aumentaran su influencia debido a las redes, pero también a la crisis económica, tampoco era un paraíso una opinión pública donde se mentía escandalosamente sobre el 11M, se trivializaba con un terrorismo sanguinario o se miraba para otra parte si ese terrorismo olía a Estado.
Parece que se trata del miedo a un futuro incierto en este ciclo económico y el fin de los monopolios informativos lo que ha favorecido esta situación más que la tecnología en sí misma. Hablan en el documental de un aumento del ciudadano que desea vivir en cámaras de resonancia, solo recibir información elaborada por los suyos y dirigida contra "los otros". Creo que eso es más viejo que la tos. Solo cabe, si acaso, analizar el fracaso cultural que supone que la gente más formada y en mejores posiciones se haya sumado a la fiesta del guarreo político-informativo a nivel usuario. Aunque eso tampoco es nuevo, también ha pasado en otras épocas. De hecho, está estudiado que las personas con mayor formación son más propensas a autocensurarse o a afirmar algo en lo que no creen por ser más conscientes de los riegos de perder reputación o su posición social. De hecho, cuanto más alta es la clase, más aversión a perder estatus social. De ahí muchos miedos a parecer tal o cual cosa que conducen a sostener muchos delirios.
Lo que sí que era más llamativo en este documental era la situación de las generaciones que han crecido con las redes sociales desde que eran pequeños. En su caso, se ha advertido un aumento del número de suicidios y de autolesiones. Los adolescentes ya traen de serie graves problemas de autoestima desde la noche de los tiempos, especialmente reflejados en su imagen, por los problemas fisiológicos de la edad y por las inseguridades propias de pasar de niño a adulto. Con las redes sociales, donde los usuarios se muestran ante el mundo como estrellas de rock o famosos del ¡Hola!, cualquier comentario, un anónimo o escasez de "Me gusta", puede ser muy doloroso. Aquí no cabe duda de que las redes han potenciado esa vulnerabilidad.
Sin embargo, en este apartado el documental recurre a Jonathan Haidt, un psicólogo que asegura que la ansiedad y la depresión ha aumentado un 62% entre adolescentes y el suicidio, un 75%. Lo que no explica es cómo se puede vincular este incremento a la aparición de redes sociales. Porque basta ver las gráficas con un poco más de perspectiva, en el documental solo sale el incremento en el siglo XXI, y si tomamos el índice desde 1975 nos encontramos con que las tasas de suicidio de jóvenes con edades comprendidas entre 15 y 19 años, resulta que en los años 80 eran más elevadas que ahora.
Si buscamos otras fuentes, encontramos que para explicar el aumento de suicidios entre adolescentes en Estados Unidos se cita el abuso de sustancias, la exposición a la violencia, la inestabilidad económica, fallo de los servicios sociales y de acceso a la atención médica, el acceso a las armas y a sustancias letales, encarcelamiento... No mencionan las redes sociales. Ojo a este párrafo:
"Las tasas de suicidio tienden a subir en tiempos de turbulencias económicas, como la reciente Gran Recesión. Los jóvenes no son inmunes al estrés que envuelve a las familias acosadas por la pérdida de puestos de trabajo y las ejecuciones hipotecarias"
Después de esa larga lista y esta sentencia, sí, se habla del riesgo de las redes como hipótesis, pero se dice que es algo que habría influido en el aumento de suicidios derivados del ciberacoso, señala. Se ha demostrado que quienes lo sufren tienen más pensamientos suicidas (como los que lo sufren en clase sin redes). Sin embargo, Tom Simon, el investigador a quien entrevistan, se inclina por lo otra vertiente de las redes: "Pero también tienen un gran potencial para reducir el riesgo al ayudar a conectar a las personas, facilitar las relaciones..."
De hecho, estudios, como este de la Universidad de Alabama, Social Media and Suicide: A Validation of Terms to Help Identify Suicide-related Social Media Posts, de lo que hablan es de lo contrario, del enorme margen de maniobra que ofrecen las redes sociales para detectar conductas suicidas para poder prevenirlas. La cuestión es que si nos preguntamos qué tenían en común los dos picos de suicidios, el de los 80 y el actual, nos encontramos con que en ambos hubo una grave crisis económica que asoló comunidades enteras. Quizá esta hipótesis aburre ya por lo reiterativo, lo cual es paradójicamente gracioso, pero esa no es exclusa para desecharla como hace el documental de Netflix.