VALÈNCIA. Al dedal es un taller de costura que se propone recuperar el oficio artesano de modista. Lola Piña es la impulsora del proyecto quien, después de trabajar con Manuel Piña tuvo también la oportunidad de trabajar con grandes de la moda española, como Sybilla, en cuyo taller estuvo más de 10 años.
Nada de esto hubiera sucedido de no ser por su madre, Isidra Manzano, también modista profesional. “Las dos sentíamos que el oficio artesano se perdía entre las grandes producciones de los gigantes de la confección y decidimos actuar”, cuenta Lola. Así es como en 2009 se animó a montar Al dedal para preservar el oficio de la costura y el buen hacer de las antiguas profesionales capaces de montar una prenda de 0 a 100. En el taller, que cuenta ahora con 9 mujeres, la media de edad está en torno a los 40 años y ello gracias a la incorporación reciente de dos jóvenes que tienen poco más de 25 años.
El concepto de este taller de costura es convertirse en estructura productiva de apoyo a grandes marcas para hacer minoproducciones, desarrollo de muestrarios y prendas a medida. Es decir, nada de ir a volumen ni de trabajar contrarreloj, más propio de la confección industrial. Ello no quita para que el objetivo sea conseguir un negocio rentable, escalable y replicable que genere empleo de calidad.
Defiende también Lola Piña el maridaje de la artesanía con la tecnología que ella utiliza no solo para el patronaje sino también adquiriendo la maquinaria de confección más avanzada. Mentorizada en Netmentora por Alvaro Uriarte, Director General de Philips Personal Health, para 2019 confía en aumentar la rentabilidad, abrir una nueva línea de negocio en el ámbito de los uniformes corporativos y crecer abriendo talleres similares en otros puntos de España.
También la plumista Henar Iglesias cuenta que aprendió y heredó la pasión por el oficio de su madre, la maestra sombrerera Charo Iglesias. “Un día, cuando tenía ocho años, cerraron el único local de plumas que existía en Madrid. Me marcó mucho pensar que ese oficio ya no lo haría nadie. Entonces supe que yo me encargaría de ello”. Aunque estudió ciencias exactas, lo compaginó con un trabajo de aprendiz sombrerera y así es como descubrió su pasión por el Arte Plumario, que así es como lo escribe ella, con mayúsculas. Actualmente Henar Iglesias trabaja a tiempo completo como sombrerera y plumista. Codirigie el taller Charo Iglesias y es socia fundadora a de la Asociación de Sombrereros de España. Además, imparte formación, se dedica a la investigación y desarrollo del arte plumario y a la creación de piezas únicas.
Y si para Lola Piña y Henar Iglesias fue la madre quien inspiró el oficio, el referente para el alicantino Iván Alvarado, fundador de Mosaísta, fue el artesano menorquín Miguel Adrover. De él aprendió la técnica de prensado hidráulico artesanal para la producción de baldosas y mosaicos que ahora se fabrican en el taller de Alvarado, en pleno barrio de Las Letras de Madrid, una a una. Lo hace con una técnica artesanal que se remonta a 1860, la prensa hidráulica, muy arraigada en la zona de Levante y asociada al modernismo. Con el paso del tiempo la técnica se fue arrinconando a favor de otros materiales de producción industrial y mucho más económicos.
“Los mosaistas nos dedicamos al diseño, restauración y reproducción de mosaicos hidráulicos tradicionales”, explica Alvarado. Además de recuperar un oficio a punto de desaparecer, el otro mérito es que ha sido capaz de convertirlo en tendencia. Lo original de su propuesta es dar una vuelta a este material combinando la artesanía con diseños contemporáneos e introducirlo como elemento decorativo en otros objetos y espacios nuevos. Igual que su padre, Antonio Alvarado, supo renovar la moda de España, Iván ha conseguido poner en valor el mosaico.
En cuanto al sistema de producción es bastante limitado. Además de fabricar las baldosas una a una luego se requieren 20 días para el fraguado de las mismas por lo que tampoco se puede reducir el plazo de entrega. Su primera colección la llamó ‘Artistas por los suelos’ pero tiene ya numerosas series. Además, para preservar el oficio en el taller se imparten cursos donde se enseñan todas las técnicas artesanales del mosaico hidráulico.
Rubén Valbuena, Álvaro Carral y Juan Carlos Hernández Tapia son los fundadores de Quesería Cultivo, un pequeño negocio de producción artesanal de quesos. Cultivo es el proyecto de varias familias productoras de queso que se unen en 2014 con la intención de crear en Madrid un espacio donde dar a conocer sus propias elaboraciones y las de otros productores artesanos, preferentemente nacionales, con los que comparten filosofía de trabajo y el respeto por la materia prima.
No es la procedencia o la constante rotación de producto lo que persiguen, sino aglutinar a quienes se ajustan a un hacer tradicional y reconocer su trabajo de manera que si buscas un ‘manchego’ lo encuentres, pero no bajo la denominación de origen sino con el nombre propio del productor.
Tras abrir un pequeño establecimiento, el equipo decide lanzarse al mundo de manera que, en 2015, pone en marcha un centro logístico que les permite traspasar fronteras y hacer llegar el queso a diferentes puntos de la geografía mundial. No obstante, la misión sigue siendo la misma: “revolucionar la cultura del queso en nuestro país y hacer una apuesta definitiva por la artesanía y la excelencia alimentaria”, afirman.