Paco Bezerra y Luis Luque acometen su séptima obra conjunta en el Teatro Romano de Sagunto
VALÈNCIA. Hace siete años, del currículum del dramaturgo Paco Bezerra (Almería, 1978) colgaban un buen surtido de galones, entre ellos el Premio Calderón de la Barca 2007 y el Premio Nacional de Literatura Dramática 2009 por su texto Dentro de la tierra. Y, sin embargo, nunca nadie había pagado una entrada para ver una de sus obras. Básicamente, porque ninguna se había estrenado.
Fue entonces cuando el director de escena Luis Luque (Madrid, 1973) reparó en la transgresión, el enigma y el sortilegio de sus letras. “Había pedido al cielo que trajera un dramaturgo joven a mi vida, un autor de mi generación para no tener que tirar de las grandes obras del repertorio clásico, sino de un punto de vista cercano a mis vivencias, enmarcado en el aquí y el ahora”. Su plegaria fue atendida.
Se citaron en la plaza de Callao, acordaron trabajar juntos y pronto fraguaron su primera pieza conjunta, La escuela de la desobediencia.
Desde entonces, el tándem creativo ha estrenado una pieza por año. La última se podrá ver los días 24 y 25 de agosto en el Teatro Romano de Sagunto. Se trata de su versión de Fedra, con una inmensa Lolita en la piel palpitante y fogosa de la reina de la Isla del Volcán.
A diferencia de las propuestas precedentes sobre el clásico, su heroína griega no siente remordimientos. Bezerra ha buscado la inspiración en la obra de Eurípides, pero no en su tragedia Hipólito, sino en una pieza primigenia e inédita presentada a concurso en las Fiestas Dionisíacas, donde la protagonista defendía con naturalidad la pasión por su hijastro.
En las crónicas de aquellos tiempos antes de Cristo, se cuenta que el público rechazó el planteamiento. “Eurípides se volvió a su casa escocido por las críticas: una mujer no podía dar cuerpo a un amor impúdico y deshonesto, así que regresó con el texto que ahora conocemos, lleno de culpa y alabado por el público”, explica Luque.
La pareja creativa decidió aportar a una Fedra contemporánea, “amorosa y ardiente”, que rompiera las cadenas con las que se le había contenido todo este tiempo.
Durante la escritura, Bezerra pensaba en la más joven de las hijas de Bernarda Alba, Adela: “Podía haber aceptado el silencio, el luto, el mandato de su madre, la cárcel sobre todas sus hermanas impuesta, pero ella rompió esos barrotes. En el caso del mito griego, es una reina, pero vive en una prisión parecida y lo dramáticamente interesante es cuando dice: “Hasta aquí, ahora voy a hacer lo que quiero y no lo que debo para alcanzar mi felicidad, porque antes de reina soy mujer”.
En opinión del dramaturgo, autor de propuestas tan estimulantes como El pequeño poni o El señor Ye ama a los dragones, el teatro empieza cuando un personaje se revela contra lo establecido. De modo que cuando Fedra se enfrenta a lo prohibido es cuando el montaje empieza a funcionar.
La columna vertebral de la propuesta es el deseo. Y ese amor visceral late en la escenografía ideada por Luis Luque, dominada por una pantalla con abertura en el centro, que evoca tanto la grieta en el pecho de la protagonista como la lava ardiente de un volcán y el interior de una vagina.
“El deseo es satisfacer lo físico, pasa por la carne. Tiene que ver con los placeres sensoriales, con comer, con la sexualidad, y no tanto con la razón, así que cuando Fedra decide romper con lo establecido y escuchar lo que le dice su corazón, va un paso más allá y no sólo le dice a Hipólito que está enamorada de él, sino que quiere mantener una relación carnal”, desarrolla Bezerra.
Esa hembra de mediana edad resuelta a satisfacer su deseo sexual es interpretada por Lolita. En opinión del autor, su elección como protagonista resuena en la propia vida de la artista.
“La vida y la raza de Lolita tienen que ver con un destino trágico. Es una mujer muy conectada con el conflicto del ser y el deber. Quiso ser actriz por encima de todo, pero arrancó como cantante porque como hija de Lola Flores era lo que se esperaba. Así que siempre le han mirado con lupa en su faceta como actriz. Y, fíjate, con lo poco que ha trabajado en el cine ha ganado un Goya. Lolita ha decidido hacer lo que quiere y no lo que espera su audiencia. Y eso conecta con Fedra”, aplaude el dramaturgo.
En casi todos los proyectos compartidos, Luque y Bezerra echan las cartas a la hora de dilucidar el reparto. En el caso de Lolita, afirman que el tarot les dijo que se fiaran de ella. “No somos quirománticos ni entregado a la magia blanca, pero siempre miramos las estrellas para que nos iluminen al decidir nuestros actores, y con Lolita sólo tengo parabienes”, destaca el director de escena.
Luis Luque asegura que no tuvo que realizar ningún ejercicio de contención con la intérprete, sino conminarla a hacer un análisis profundo del personaje. Fedra parte de un estado semi aletargado y va despertando. Y en ese despertar está la vida. “No es una obra de rodillas en el suelo, de arrancarse cabellos ni golpearse el pecho. Aquí hay una mujer que sufre, viene de sufrir y decide no sufrir más”, distingue el director.
La versión del dúo es puro zeitgeist. La Fedra de la que hacen entrega habla de la liberación de lo femenino que vivimos en los últimos años. En concreto, de la liberación de su deseo, sin los pudores ni los prejuicios relacionados culturalmente con la edad.
La heroína ligada al imaginario popular aboga por morir en silencio, pero el personaje al que da vida Lolita reivindica su derecho al erotismo.
“La sociedad no acepta que una mujer mayor pueda tener pulsiones sexuales o ser sexy sobre el escenario o tener novios mayores que ella, cuando a un hombre nunca se le cuestiona. Fedra tiene 60 años y reivindica su deseo sexual, que pasa por tirarse a un niño de 30 en contra de lo que tiene que hacer una mujer de su edad”, se explaya Bezerra.
2.400 años después, Fedra se quita el corsé.
La bailarina, recientemente premiada con un Max, lleva su Corps seul a Sagunt a Escena