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El taconeo sin retorno de Israel Galván

26/07/2017 - 

VALÈNCIA. Desde que en 1998, Israel Galván estrenara Mira/Los zapatos rojos, ha tenido tiempo de hacer callo frente a las críticas y las acusaciones de blasfemia a sus creaciones iconoclastas. Su flamenco en libertad es un camino de no retorno desde el primer taconeo. La senda del bailaor ha estado surtida de estupores. Unos los llaman boutades, otros, genialidades. Israel ha bailado hardcore y se ha medido con un boxeador, ha hecho música con los dientes, zapateado a Kafka y percutido el exterminio de los gitanos por los nazis. Heterodoxo e impredecible, el artista, Premio Nacional de Danza 2005, se ha descolgado ahora con un espectáculo polifónico, en el que confluyen las voces y la idiosincrasia de siete artistas dispares. La propuesta compartida se llama La fiesta y la jalean la violinista, cantante y bailarina Eloísa Cantón, el guitarrista Emilio Caracafé, empuñando un hueso de jamón con cuerdas, el pianista, cantaor, percusionista y palmero de Cádiz El Junco, el pianista Alejandro Rojas-Marcos, con un clavicordio fabricado por él mismo, el bailaor malagueño Ramón Martínez, el cantaor experimental Niño de Elche, la veterana gitana Uchi y la cantante tunecina Alia Sellami, formada en música árabe, lírica y jazz. Este sábado, 29 de julio, Israel Galvan invita a una fiesta a los espectadores de Sagunt a Escena. Pero olvídense de los tópicos que se frecuentan sobre los tablaos.

- Empezamos por el nombre del espectáculo, ¿era tu intención descolocar al público?

- Exacto. La fiesta es un concepto mundial. No estoy en contra de la parte superficial de que la gente pase un buen rato, pero quería dar un tipo de fiesta real, donde hubiera mucho rito. En la fiesta puede haber llanto. Piensa por ejemplo en tradiciones como la Semana Santa. No quería quedarme con el bailecito de chico y chica guapos y una sangría. Esta es otro tipo de fiesta.

- Es una fiesta flamenca en la que no estáis forzados a estar alegres. ¿Cuál es el ánimo general entonces?

- Quería que el grupo fuera de verdad y que dentro nos lo pasáramos bien realmente. Así que tienen mucho que ver las personalidades, porque no he hecho casting, he cogido gente con la que me llevo bien. También he querido que la música, la concepción coreográfica y escénica nos llevaran a un trance auténtico. Es la única manera de no hacer una fiesta forzada, crear situaciones reales.

- Todas tus obras hasta la fecha han hablado de la muerte, ¿por qué esta no lo hace?

- En este montaje no planeo las cosas. Me guía mi intuición y el proceso se va haciendo solo. En este nuevo espectáculo hay luces y sombras, hay blanco y negro. Pero a algún espectador le parecerá que en lo negro hay luz y que lo blanco es negro. Hay elección de emociones.

- ¿Qué papel juega entonces el espectador?

- Mi intención es ponerlo a mirar a través del ojo de una cerradura para que vea una fiesta íntima o que contemple a unos seres que están practicando ritos y que pasan de un estado a otro. Hay personas que me han dicho que la propuesta les cala y les va cambiando el estado de ánimo, como si la obra fuera una sustancia que te genera una pequeña estimulación.

- Has declarado que el Palacio de los Papas de Aviñón, donde acabáis de representarla, se infiltró en la obra. ¿Sientes que el escenario marca la actuación?

- No era mi intención hacer una obra para el Palacio de los Papas, pero me ha salido como una misa. Así de que manera subconsciente, hemos vivido el fervor místico como una fiesta. La idea no es abarcar el espacio, sino que el espacio se meta dentro de nosotros.

- ¿De qué manera crees que va a afectar a La fiesta el entorno del Teatro Romano?

- Nos va a resultar familiar. Venimos del Grec de Barcelona y del Palacio de los Papas. Vamos de fiesta en fiesta en piedra. Todas son actuaciones al aire libre y particularmente me afecta porque hago partícipe la escena en cada sitio.

'La Fiesta' (Foto: Matthias Leitzke)
- ¿Qué tiene que ver que tu obra precedente fuera un solo (Fla.Co.Men) para que hayas planteado ahora un trabajo en equipo tan concurrido?

- Aunque he llevado objetos y músicos, siempre he trabajado solo, aquí he querido romper la dinámica de bailar solo acompañado de músicos. Y tampoco quería hacer una coreografía de cuerpo de baile y bailarín solista, ese concepto no me fluía. De modo que hay una ruptura de línea en la que lo músicos y bailarines mismos son personajes y cada uno tiene su momento y su ruta en la fiesta. Hay momentos de soledad en cada uno. Al resultado lo he llamado fiesta porque es la única manera con la que se me ocurre abarcar el concepto más familiar de una coreografía flamenca.

- ¿Qué aporta Niño de Elche al espectáculo?

- Él tiene una raíz flamenca muy fuerte y sintetiza. Hay flamencos que gritan, que chillan, y él toma todos esos ruidos que no se entienden y los estira y los abre. Hay personas que me preguntan qué cantan los cantaores, pero el cante flamenco no es como un verso. Para eso te compras un libro y lees. El flamenco es una emoción, es una sensibilidad difícil. El público ve lo que hace Niño de Elche como gritos o movimientos de lengua, pero si quieres gritos y movimientos de lengua extraños, ponte un vídeo de José Menese o de El Agujeta y verás.

- ¿Qué me dices de Alia Sellami?

- La gente de la obra podemos venir del flamenco o no, pero todos somos muy mediterráneos. Alia se acerca mucho a nuestro clima. No he querido plantear una fusión fácil, sino trabajar con nuestras raíces abriendo.

- El Junco y Ramón Martínez salen vestidos con el chándal del Betis. ¿por qué esa elección de vestuario?

- Cuando planteo las cosas no pienso qué significan ni les doy muchas vueltas. La obra no tiene un guión claro. Pero te diré que con el chándal veo a los bailaores en su hábitat normal. En nuestra generación, ensayan mucho en chándal. Y en el equipaje del Betis, en esas rayas verdes y blancas, hay algo de nuestra raíz. No es lo mismo que un chándal del Bayern de Múnich.

- Rocío Molina visitó Valencia en mayo con Caída del cielo, donde, como tú, rompía con la verticalidad del flamenco. ¿Por qué os ha dado a los dos por echaros por tierra?

- Es una corriente. Todos vivimos en el mismo mundo. En mi caso, la razón es que quería empezar en el suelo. No enseñar una técnica, sino presentarme humildemente.

'La Fiesta'(Foto: Aleksandra Kononchenko)
- Te hemos visto incorporando a tu flamenco técnicas, pasos e ideas que proceden de otros campos. ¿En qué otros bailaores te miras?

- Yo no intento hacer danza porque no soy bailarín. Al decidir moverme libre puede parecer que hago danza, pero mi energía es flamenca. Me fijo hasta en los gestos de la gente. A todo el mundo lo veo bailar. Por ejemplo, a una mujer moviendo la mano en el aeropuerto. Es mi manera de inventar cosas nuevas, porque lo de copiar pasos o hacer los que ya ha hecho uno, es más de lo mismo. Yo busco la danza en sitios donde crees que las personas no están bailando.

- ¿Qué camino has recorrido desde Los zapatos rojos?¿Te siguen afectando las críticas y los abucheos?

- Lo vivo con normalidad. Desde que empecé, ha habido gente que me ha dicho que le gustaba y gente que no, pero es la única manera de sobrevivir. Sigo bailando porque me permito esa libertad. Cuando hago una obra quiero un cambio total de cuerpo y de mente, porque es la única manera de hacer algo nuevo. Me gustaría gustarlo a todo el mundo pero es imposible.


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