Y al final ocurrió lo que se venía vislumbrando, el grupo parlamentario de Ciudadanos en Les Corts se rompió, cuatro de sus diputados dejaron la formación tras unos días de elevada tensión y unas diferencias irreconciliables
Recordaran que hace unos años dos actores nuevos aterrizaban en la política nacional, unos recogiendo el cabreo y descontento y provocando a las masas con soflamas populistas; y otros con un tono más moderado y razonable, denunciando la corrupción de los dos partidos tradicionales y erigiéndose como herederos del consenso de la Transición. Si algo me sorprende –y me sigue sorprendiendo– es la capacidad de los políticos que entran en partidos nuevos o crean sus propios partidos para decir que con ellos llegó el cambio y que los vicios de los políticos veteranos y sus formaciones no se van a repetir en su periplo en la vida pública. Acaso se creen seres humanos extraordinarios o no recuerdan el aforismo ‘errare humanum est, sed perseverare diabolicum’, es decir, “errar es humano, pero perseverar [en el error] es diabólico”.
Hace apenas un mes se conmemoraron los dos años de gobierno autonómico, pero prácticamente desde el inicio de la legislatura con los trece diputados –vaya cifra– se rumoreaba en los ambientes políticos y periodísticos que las desavenencias entre los diputados de esta joven formación eran muy fuertes. Estaban literalmente partidos por la mitad y la tensión, distanciamiento y divergencia era total y absoluta. Recuerdo como un día, intentando creer que todo eran habladurías interesadas de los rivales políticos, le pregunté a su ex–síndico y ex-miembro Alexis Marí si tal situación era tan drástica como se comentaba y con total sinceridad me dijo “sí, así es”. En todas partes cuecen habas y en todas las familias hay tensiones entre sus miembros, lo curioso es que una formación recién llegada a la política y al parlamento, en lugar de utilizar ese poder y esa representatividad para unirse, se haya dejado guiar por los vicios más mundanos: envidias, manías, enfados, tensiones y posturas irreconciliables.
Hagamos un somero repaso por la breve historia de Ciudadanos en nuestro territorio y quizá entendamos la imposibilidad de mantener unidos a sus diputados. El partido no existía en la Comunitat Valenciana, como en la mayoría de territorios de España donde sí tenía presencia UPYD. El crecimiento de la formación que lidera Albert Rivera fue a base de absorber a la inmensa mayoría de militantes del partido que creó Rosa Díez. En nuestra Comunitat Alexis Marí era el líder de UPYD y se fue con varios centenares de miembros a Ciudadanos. Pero no sólo el morado mutó en naranja. También algunos azules, rojos y mediopensionistas encontraron acomodo en el partido que pretendía ser la nueva UCD, el centro del siglo XXI, la casa de todos o “la casa de tócame Roque” —maravillosa expresión—.
Seguimos repasando la trayectoria de los naranjitos para encontrar de nuevo los mismo defectos de los “viejos” partidos. Me consta que un importante número de profesionales liberales de gran prestigio, especialmente en el ámbito de la medicina, se acercaron a la formación, ofrecieron su valioso trabajo e incluso se postularon para algún cargo. Pero una vez más encontraron portazos, absurdas negativas o paracaidistas/arribistas que aterrizaban en las primeras posiciones de las listas. Vaya, la revolución total, un partido que margina el talento y la valía personal para tener discípulos o seguidores del líder, nada nuevo bajo el sol de la política patria.
Si por algo se ha caracterizado la dialéctica de los líderes de Ciudadanos es por criticar a los políticos profesionales de PP y PSOE, además de por corruptos. Pero la mayoría de miembros que están en posiciones de relevancia en el ‘partido de la ciudadanía’ sí que son auténticos profesionales de la política, algunos con varias siglas en su haber en la vida pública. Entre los cuatro díscolos que han abandonado el partido, aseguran que desde la dirección nacional les han maltratado y ninguneado, haciéndoles defender argumentarios de partido que luego la propia cúpula contradecía y la situación llegó al límite y la guerra continúa, quizá no sean los únicos cuatro jinetes en cabalgar en solitario por el Palacio de los Borja.