VALÈNCIA (EFE/Rosabel Tavera). Una pareja de emprendedores ha logrado que los transeúntes de la plaza del Mediterráneo, en pleno centro de Castelló, se paren ante su obrador de pan, un negocio surgido tras el confinamiento, para disfrutar viendo cómo se amasa el pan "de verdad", el tradicional, y se trabaja a mano para dotarlo de "alma".
Sergio Gisbert y Eva Soriano se lanzaron a hacer realidad su sueño y abrieron en plena pandemia Brod Obrador para ofrecer a la ciudad un pan que sabe al de antes, que parte de la tradición para adaptarse a los tiempos modernos y elaborado al 100 % con masa madre y harinas ecológicas de primera calidad molidas a la piedra.
Este obrador de pan de aire cosmopolita ve a diario -desde que abrió sus puertas el pasado 15 de febrero- cómo se va formando una cola de gente a sus puertas -de todas las edades- mientras desprende aroma a pan recién sacado del horno, lejos de las elaboraciones industriales, y con una fermentación "natural y equilibrada" con un proceso mínimo de doce horas, porque aquí "es la masa la que manda y la que nos dice cuándo está lista".
Así lo explica a EFE Sergio Gisbert, que habla mientras sigue dando forma a las barras de pan que está preparando tras haberlas dejado reposar hasta alcanzar el punto idóneo de fermentación.
Las hogazas de trigo blanco e integral, espelta o centeno se apiñan en el expositor junto a los panes especiales del día -de chocolate, de pasas y nueces o de maíz- y son los ejes de este proyecto que "quiere dar la oportunidad a los paladares de redescubrir el pan tradicional de calidad".
Unas creaciones, defiende, que "se pueden adaptar a la demanda, pero nosotros tenemos la ilusión de transmitirles la filosofía en la que nosotros creemos".
Junto a los panes, Brod Obrador ofrece unas galletas "cookies" que van ganando fama por su sabor y unos "panquemados" que transportan a horno de pueblo, todo servido en bolsas y sobres de papel reciclado.
Todo hecho sin aditivos, mejorantes ni levaduras; solo harina, agua y sal para el pan y otros ingredientes como huevos, azúcar o mantequilla para la oferta de dulces, que todos provienen "de la agricultura ecológica al 100 %".
"No hemos inventado nada", asegurada el panadero, porque "es un negocio tradicional montado en tiempos modernos" y fusiona los dos mundos. "Hemos rescatado y aprovechado el saber acumulado y aprovechado lo que nos da la época que vivimos", añade.
Este moderno obrador es "transparente" y tanto en la parte de la tienda como en la trastienda los muros son cristales por los que los viandantes pueden observar "qué se cuece dentro".
Según Sergio Gisbert, "no hay ningún peligro en que se nos vea desde fuera", muy al contrario: "Es alucinante que se quede la gente parada en la ventana observando cómo trabajamos, haciendo fotos y vídeos".
El proyecto, horneado en plena pandemia, surgió hace quince años, cuando Gisbert y su socia, Eva Soriano, vivían en Inglaterra y él -que allí trabajaba en el sector gastronómico- se dio cuenta de lo mucho que disfrutaba haciendo pan. Ambos viajaban a menudo a París -a dos horas en tren de la capital británica- para ir "en busca y captura" de panaderías.
Más tarde volvieron a España con la idea de montar un negocio en mente y Gisbert fue a formarse a Madrid: allí le pilló la pandemia y tuvo que permanecer ocho semanas sin venir y sin ver a su pareja y a sus hijos.
Cuando pudo regresar decidieron no cejar en su empeño de montar su negocio y, ya "curtidos por la experiencia y los años en el extranjero", se dieron cuenta de que "nunca es el momento y el momento nunca llega": se lanzaron a materializar su sueño y pusieron en él "todo" lo que les quedaba.
Y ahora han visto que la respuesta de la gente "ha sido increíble, la gente tiene ganas" y "conoce el producto" y va comprendiendo la doctrina que los creadores de esta idea quieren transmitir.
"Un mensaje que va más allá del pan, hasta ahondar en una manera diferente de vivir, de cuidarse más y con un compromiso por la sostenibilidad y el medio ambiente como filosofía", proclaman.