MEMORIAS DE ANTICUARIO

El mundo del mueble antiguo y su jerga: de la 'boda' a la 'papelera'

2/08/2020 - 

VALÈNCIA. Entenderán que, como muchas profesiones, los anticuarios, pero también los coleccionistas y aficionados, manejan unos términos que se mueven entre lo estrictamente técnico, el léxico popular aplicado a determinados objetos o partes de estos y la jerga propia de la profesión que únicamente se entiende en sus justos términos entre los profesionales. De hecho, una parte significativa de estas palabras pueden llevar al más flagrante equívoco pues en el lenguaje común, de la calle, pues suelen significar cosas muy diferentes. Inicié este artículo con la intención de reunir vocablos de todas la artes aplicadas y artes mayores, pero al poco percibí que se me iba a ir de las manos, así que hoy, si les parece, me centraré en el nada desdeñable mundo de los muebles y comenzaré directamente con la jerga. 

Es habitual escuchar tras la visita a una casa, dado que los propietarios tienen intención de vender lo que allí se encuentra, que lo que allí hay es “mucha leña”. En estas circunstancias nos referimos a que en esa vivienda hay abundancia de muebles de tamaño considerable, de poca calidad, o teniéndola son escasamente comerciales, bien por falta de época, bien porque hoy, sencillamente han pasado de moda. Piense en aquellos de casa de los padres o suegros que hoy, por su tamaño son muy complicados de manejar, almacenar y por su estilo difíciles para darle una salida comercial. 

Continuando con la jerga, todos pensamos en lo mismo cuando escuchamos la palabra “boda”, sin embargo, en el contexto de los muebles antiguos, para los anticuarios una boda es un mueble “transformado”, “Frankenstein”, o confeccionado en algún momento por un “manitas” a partir de otros muebles. Podemos decir que una boda es lo contrario a un mueble original y por tanto en el caso de muebles antiguos, su valor es considerablemente inferior. 

El remordimiento es el sentimiento de culpabilidad, pero también es un término jocoso para referirse a una clase de muebles de estilo neo-renacimiento que tan habituales fueron a principio del siglo XX en despachos de letrados, notarías, e incluso consultas médicas. Muebles en tonos oscuros y de profusa talla con motivos historicistas propios del siglo XVI: medallones, tallas antropomorfas casi en busto redondo etc. No suelen los anticuarios acercarse a esa clase de estilo puesto que, a pesar de la calidad, hoy no tienen público a penas. Es por ello que, en lugar de Renacimiento se le denomine estilo remordimiento por quien se hizo con estos grandes despachos se ve, al tiempo, invadido por un sentimiento de culpabilidad al quedarse estos muebles decorando la tienda por décadas, sin encontrar comprador.

Más allá de aquellos términos que definen toda una familia de muebles o todo un estilo (que va seguido en la mayoría de ocasiones de un reinado español o francés Luís XIII, XIV, XV y XVI, Carlos II, Felipe V, Carlos III o Carlos IV, estilos como del Directorio, Imperio, Isabelino etc), existen muebles con una denominación mucho más específica cuya denominación es en unos casos más técnica y en otros encuentra su origen más en el habla popular que finalmente se ha consolidado: tenemos el “entredós” por estar situado en los pasillos entre dos puertas o en una sala entre dos balcones; en el mundo de los muebles de “sentarse” quizás el de denominación más cursi sea el “tu y yo”, en francés también llamado tête-a-tête (cara a cara) por ser un tipo de canapé que situaba a sus usuarios (una pareja) cara a cara; o en el caso de los muebles dedicados al almacenamiento el “semainier” (semanario) por ser una cómoda estrecha y alta con siete cajones destinados cada uno a un día de la semana. En cuanto a denominaciones que nos pueden inducir al equívoco, si decimos que hemos dejado un documento o unas llaves “en la papelera” no significa que las hemos depositado en un cubo destinado a los desperdicios, sino que os referiremos a un mueble determinado con cajones en la parte inferior y con una tapa a modo de escritorio que se abate y tiene en su interior otros tantos cajones de pequeño tamaño para guardar documentos. Fue un mueble muy común en el siglo XVIII y de hecho existe un tipo de mueble papelera habitualmente realizado en nogal, que fue especialidad de los ebanistas valencianos (también catalanes y mallorquines) de entonces. Algunos llevaban vitrina como un cuerpo superior donde guardar libros, pero no es habitual encontrar esta configuración.

Con independencia de la época, un mueble, habitualmente francés, se dice que está estampillado cuando lleva incisas las iniciales o el monograma del diseñador o fabricante. La estampilla se aplica en un lugar que no sea visible a simple vista, como parece obvio, y su descubrimiento es una alegría puesto que le da al mueble un valor superior. Hay que decir que en nuestro contexto es raro que aparezca un mueble estampillado. Es más propio de colecciones importantes públicas o privadas o que aparezcan en ferias de arte y antigüedades de primer nivel como Maastricht.  Algunas de estas estampillas tienen detrás a un gran diseñador o ebanista que alcanzó en su momento la fama propia de los más insignes artistas, alcanzando en este caso el mueble, un valor económico extraordinario. Finalmente, una cómoda sabemos todos qué clase de mueble, pero una cómoda con castellet (castillito) no es algo que sepa todo el mundo. Se trata de un tipo de cómoda de origen catalán que, en la parte superior, sobre la tapa y dispuestos al fondo de esta, contiene unos pequeños cajones a modo de “elevación” a veces de hasta dos pisos y de ahí el nombre castellet.

Las imágenes de objetos que nada tienen que ver no pueden ser más ilustrativas para describir un mueble sin que lo tengamos. Un caso que se me ocurre es el de la jerga que se emplea para describir nuestras mesas de despacho españolas, un mueble que vivió su momento de gloria en el siglo XVII. Es fácil que nuestro interlocutor nos pregunte ¿y que clase de pata tiene?. Ahí es cuando acudimos a estas imágenes que no precisan de mucha literatura: las patas de una mesa pueden ser de lira si tienen precisamente esa forma de instrumento musical, patas de vela si parecen un cirio por su sencillez, “pata cebolla” si se conforman formada por una sucesión de “bolas” talladas esféricamente, si estas esferas están achatadas serán patas de lenteja y cuando acaban en una pata de cabra, pues eso, estaremos ante un mueble (aquí suele ser una silla o un sillón) con patas de cabra. Hay cómodas o consolas con “patas de garra”, denominación que no precisa más explicación.

En cuanto a la decoración de los muebles suele ser de tres tipos: tallada, pintada o bien insertada. Los dos primeros casos son fáciles de imaginar, pero la cosa se complica en el caso de la llamada marquetería ya que esta que se realiza con materiales ajenos al propio mueble Esta puede ser de distintos tipos de madera que por sus diferentes policromías forman motivos más o menos abstractos, vegetales o directamente formas reconocibles o escenas. Otras marqueterías comunes son las que se llevan a cabo con aplicaciones de carey y latón y que tiene el nombre de Boulle por el nombre de quien la elevó a su máxima expresión, y las son el resultado de aplicar distintos tipos de piedras y mármoles de incontables colores que tienen el nombre de piedras duras. Esa lujosísima decoración se puede admirar en las fabulosas mesas florentinas de los siglos XVI y XVII existentes en las salas del Museo del Prado.

Menos conocida pero que sería pecado no mencionar es la marquetería de grano de arroz, un tipo de decoración de taracea de origen musulmán empleada en el mobiliario de estilo mudéjar, que se fabricaron en nuestro contexto geográfico (también en Andalucía o Aragón), en los siglos XV y XVI y que tiene forma de pequeños rombos de hueso. La disposición de miles de estos pequeños rombos configuran todo un atractivo y complejo programa decorativo.