CASTELLÓ. Miles de mujeres salieron a la calle en 2011 bajo el lema #SlutWalt, traducido al español como 'Marcha de las Putas', como repulsa a las palabras que un policía canadiense dio en una conferencia sobre seguridad civil. Lo que Michael Sanguinetti defendió aquel día es que las mujeres deben evitar vestirse como "putas" -reproducidas textualmente sus palabras- para no ser víctimas de género. Como consecuencia 3.000 personas marcharon con tacones, y sin ellos, por las calles de Toronto para defender que la culpa de la violencia no es de la víctima, sino de su agresor. Cuatro años después, esta vez en Argentina, miles de mujeres se manifestaron contra la violencia de género y su consecuencia más grave, el femicidio, en un momento en el que se asesinaba, como promedio, a una mujer cada 30 horas. #NiUnaMenos era la consigna de este importante movimiento que se realizó simultáneamente en 80 ciudades del país latino y que se trasladó más tarde al resto de América, así como a Europa y Asia. La movilización de la marcha fue tal, dentro y fuera de la red, que muchos estudios la consideran como el germen de las concentraciones que vinieron después: desde el #YoSiTeCreo en España al #MeToo en EEUU, que precisamente ayer daba un paso adelante en su lucha con la declaración como culpable de delito sexual y violación al productor de Hollywood Harvey Weinstein.
"Los hashtags aglutinan a millones de personas con enorme eficacia y rapidez. Y tienen la potencia de crear adhesiones casi instantáneas con una o dos palabras. Expresan, con su breve llamada, una realidad generalizada: que mujeres de todo el mundo sufren acoso sexual, que las agresiones y violaciones no son hechos aislados. El hashtag es energía, reivindicación, alivio y terapia. No soy la única, es el sentimiento que su efecto produce en muchas mujeres, lo que aumenta su indignación, pero aminora la soledad y permite que el activismo no se quede en lo digital, sino que se organice y salte a las calles. Y permite también decir hoy sin miedo algo que hace décadas parecía impensable: Sí, yo soy feminista". Bajo esta premisa se escribe Feminismo en 35 hashtags, un libro donde Sonia Reverter (directora de l'Institut Universitari d’Estudis Feministes i de Gènere Purificación Escribano) y Maria Medina-Vicent (doctora en Filosofía) analizan el poder movilizador que hay detrás de cada etiqueta que se mueve por Internet. Su análisis, aunque es diminuto en cantidad, radiografía el fenómeno a nivel global y recorre su evolución hasta la actualidad. Las autoras presentarán su trabajo el 4 de marzo, a las 19:00 horas en La Verduleria (C/ Cronista Muntaner 4 Baix, Castelló).
Un revulsivo para las nuevas generaciones
Además de poder reflejar de dónde viene y en qué momento está la lucha de las mujeres, poner el foco en los hashtags permite "empezar a atender el feminismo de la cuarta ola", en cuanto a su adaptación histórica, su forma de organizarse y de planificarse. "Sin duda, las redes sociales llaman la atención de un público de gente joven. Si antes se le tenía miedo y rechazo al concepto de 'feminismo', ahora el problema es que cualquiera con tintes machistas puede decir que lo es", explica Revert, quien además asegura que tanto es su poder que ha logrado "crear agenda política". "El feminismo está por todas partes. Aparece a diario en los debates políticos, económicos, incluso científicos y tecnológicos. Su difusión es una buena noticia", inciden ambas expertas.
Ahora bien, la misma libertad de la red permite que estas no siempre sean iniciadas por la sociedad, sino por instituciones o empresas que quieren potenciar a través de estos hashtags una campaña que, en ocasiones, corrompe sus propios fundamentos."Todo el tiempo hay riesgo de que el feminismo sea engullido por el sistema neoliberal como un producto más. Desde el mercado que aprovecha para hacer productos con camisetas, tazas o delantales, hasta la misma ONU, que estuvo bastante desafortunada con una campaña que lanzó en 2016 donde pedía a las mujeres que se empoderarán utilizando una imagen de Wonder Woman. Este tweet duró días porque se le echaron encima. No entienden que no somos las mujeres las que no sabemos empoderarnos, es la propia estructura la que nos impide hacerlo", asevera Revert.
Otro de los peligros que existen, según señala Medina-Vicent, es que el feminismo se convierta únicamente "en un ejercicio narrativo" que no se traslade a la realidad. "Lo que puede ocurrir es que sea más fácil manifestarse a través de hashtags feministas que salir a la calle a hacer las reclamaciones. Pero no se puede quedar únicamente en la esfera digital. Hay movimientos como el #MeToo que no tiene una movilización como tal en la calle, pero sí en lo que vendrá después. Genera relatos, discursos y da voz a mujeres que antes no lo tenían. No obstante, los movimientos sociales no pueden diluirse y necesitan también su dimensión física".
Uno de los casos más destacados, y recientes, es el originado en Estados Unidos, pero también España ha capitaneado hasta ahora cuatro hashtags que han marcado un antes y un después en la sociedad. Del #YoSiTeCreo o #TodasSomosLaura hasta #Másmujeres o #HuelgaFeminista8M, que permitió trasladar de forma circular -de las redes a la calle y de la calle a las redes- un clamor pocas veces visto en España. "La repercusión de estas campañas no se ha dado nunca antes en la historia del feminismo. Es algo nuevo que se explica por el impacto que generan las etiquetas. También porque hay gente famosa que se ha adherido y eso le da más notoriedad", agrega Medina-Vicent. En consonancia, la mayoría de hashtags etiquetados hablan sobre la violencia ejercida sobre la mujer, pero también hay casos más particulares en los que se reivindica, con casi la misma fuerza, el derecho a conducir de una mujer en Arabia Saudita (#Women2Drive) u otros en los que se rompe con los estereotipos que lleva consigo una mujer por dedicarse, por ejemplo, a profesiones industriales (#ILookLikeAnEngineer).
"La cuarta ola del feminismo no se hubiera podido plasmar igual sin lo que hicieron previamente otras mujeres. Por eso no se puede hablar de su impacto sin esta intergeneracionalidad. Tampoco podemos obviar que el feminismo ahora está por todas partes y lo que eso significa y el peligro que tiene. No podemos permitir que se etiquete como un producto de consumo o como una ideología pasajera más, cuando no lo es", manifiesta Reverter. Con todo, Feminismo en 35 hashtags se encarga de situar cada etiqueta en su momento político social, pero también rinde tributo a aquellas valientes que facilitaron la lucha que ahora viven las mujeres. Al mismo tiempo que analiza su paso de tabú a tótem. "Estamos más predispuestos que nunca a consumir lemas", dice Medina. "Pero, hemos de recordar que la revuelta no se puede hacer solo en Internet. La revuelta está saliendo en la calle. Ahí está la cuarta ola", concluye Reverter.