DISEÑO PARA EL PENSAMIENTO

El diseño es capital

Con un posicionamiento ganado por méritos propios, parece que 2021 también será “el año del diseño valenciano”

4/01/2021 - 

VALÈNCIA. Un año más, y van dos o tres seguidos, afirmaremos que este será el año del diseño valenciano. Como el derby del siglo, o el eclipse del milenio, que llevamos vividos unos cuantos. Lo del diseño es como para creérselo, con una sucesión de acontecimientos que nos han hecho naturalizar auténticos hitos históricos mientras empezamos la cuenta atrás a ese horizonte fijado en 2022, el año que València será Capital Mundial del Diseño.

Si hace 84 años la capital de la República se trasladaba a la ciudad de València, esta vez es València como Capital Mundial del Diseño la que viaja a Madrid para impregnar durante el próximo mes de febrero la gran cita madrileña del diseño, el Madrid Design Festival, con una serie de temas en torno a los cuales montará una exposición sobre el futuro del diseño. Tecnología e innovación, economía circular, artesanía contemporánea o arte serán algunos de los ejes sobre los que discurrirá Valencia Pavilion. The future is design, la muestra con la que València será la ciudad invitada del Madrid Design Festival 2021, toda una declaración de intenciones del diseño valenciano como vanguardia y proyección, apuntando a un futuro más sostenible. Además, y también en el marco del festival de diseño madrileño que tendrá lugar a partir del mes que viene, la asociación DIMAD ha programado en Central de Diseño de Matadero Madrid la décima edición de Producto Fresco, exposición de referencia donde la invitada será también la Comunitat Valenciana, en colaboración con ADCV, que destacará en ese escaparate y termómetro de la actualidad del diseño de producto.

Chovinismo a la vista, sí, pasando casi del autoflagelamiento a la euforia en tiempo récord. Contemos quiénes somos con honestidad y dejemos las conclusiones para otros. No somos los mejores y en esta globalización no sé bien quién lo es, pero no pequemos de ese etnocentrismo y aunque fomentemos esa idea de epicentro desde València, no tenemos por qué ser mejores que otros, pero sí tiene el diseño valenciano un bagaje que es una ventaja, y varias décadas de buen hacer, un fuerte sentimiento de cohesión gracias a años de asociacionismo y una formación pionera en el país, sentaron unas bases sólidas sobre las que, aunque a menudo se trabajó bajo radar, todo estaba listo para despuntar a lo grande.

Para colmo dos años consecutivos en los que los Premios Nacionales de Diseño en categoría de profesional y de empresa se han quedado la Comunitat Valenciana. Bendita e histórica anomalía, con un foco que le ha cogido el gusto a esta posición, que nos plantea el reto de mantener el listón bien alto con ese título de capital cultural en el mediterráneo europeo que siempre pulula o el plan a futuro de adherirse a la Red de Ciudades Creativas de la UNESCO en categoría de Diseño, un plan para situar la creatividad y las industrias culturales como estrategia de desarrollo local.

La improductiva crítica por exceso de echarlo todo por tierra y el meninfotisme como la indiferencia con marca de la casa tienen que alcanzar cierto equilibrio con hacerse camisetas de “la millor terrera del món”. Así veníamos siendo, también en esto del diseño, un poco bipolares y con tendencia facilona a la autoflagelación, que diagnostico sin duda en una falta de autoestima que en los últimos años se ha revertido al fin. Hemos pasado por el diván (o por un chaise longue, serà per disseny!) y por eso decíamos que la capital despertó una suerte de amor propio, y puso en marcha una maquinaria de poner en valor las cosas que importaban.

Creo que algo similar le pasó recientemente al sector gastronómico valenciano, y lo hicieron muy bien, reivindicando lo de aquí como estrategia y jugando con la tradición como el obvio elemento diferenciador frente a otras cocinas del territorio español o del mundo. Y no es casualidad, por los paralelismos y procesos creativos que diseñar o cocinar comparten, así como todo lo que envuelve y mueve la gastronomía.

El diseño valenciano se ha ganado por méritos su reciente posicionamiento. Toda esa herencia, ese patrimonio valenciano en diseño, es tan inmenso como desconocido. Las cosas como son, cosas del meninfotisme también. Podemos admirarnos por el presente y por el futuro, pero sin perder de vista un contexto nacional que es lo que nos enriquecerá. Apliquemos la admiración crítica, y entendamos que una estrategia de promocionar lo valenciano (su talento, su territorio, su producto…) no siempre tenga que pasar por exportar sino también por atraer miradas. Parece obvio, pero igual que nos gusta jactarnos de que este diseño de Nueva York o este otro de Tokyo son obra de profesionales de aquí, no debería molestarnos en absoluto que a la hora de consolidar proyectos valencianos o aplicar esas estrategias promocionales se busque la excelencia, esté donde esté sin patrias ni fronteras, independientemente de banderas o discursitos chorras. 

Estamos orgullosos, y eso es bueno, ya que empezamos un año de retos en el que la actitud será definitivamente importante. Casi como pasados por terapia, lejos de complejos y de derrotismos, hemos aprendido a valorar el buen diseño valenciano y estamos en la fase de darle un sentido práctico y activo a ese orgullo por lo nuestro.

Que la Capital Mundial del Diseño no nos haga caer precisamente en pecados capitales. No hace falta inventarse nada y sí sin embargo hay que ser fieles a nuestro propio relato. Se hace difícil huir de cierto chovinismo, pero si bien la Comunitat Valenciana ha tenido mucho peso en lo que se refiere a políticas y a acontecimientos sobre diseño acontecidos en España, es precisamente la escala nacional la que nos hará fuertes.