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MEMORIAS DE ANTICUARIO 

El desastre de Notre Dame o la madre de todos los debates

21/04/2019 - 

VALÈNCIA. Pocos dudan de la enorme trascendencia que va a tener en los próximos años la reconstrucción de la Catedral de Notre Dame en muchos aspectos no sólo relacionados con el patrimonio artístico. Vivimos en un mundo que mira ensimismado a su presente y vive fascinado por el futuro. Volverse al pasado no se lleva tanto, y en ocasiones, cuando se hace, proliferan los retorcimientos históricos, sino directamente las invenciones, para construir relatos ficticios que fundamenten pretensiones políticas, publicitarias, económicas... Prueba de que el relato hereditario no se tiene interiorizado por la mayoría de la sociedad es que, periódicamente necesitamos dar un paso atrás para avanzar (recuerdo los saqueos a los museos de Irak, la destrucción de los budas de Bamiyan en Afganistán por los talibanes para que nos tomáramos en serio el tráfico internacional de bienes culturales en países en guerra).

Haremos una gran elipsis para no reiterar lo que todos ya conocemos en relación con lo acontecido en la catedral de Notre Dame, e iré al grano. En tiempos de la velocidad informativa en apenas unos días han sucedido tantas cosas que hasta ha salido merchadising en forma de camisetas apoyando el resurgimiento de la catedral. Ahora la reconstrucción de la parte devastada por el fuego se somete a diversos dilemas que deberán ser estudiados, debatidos y decididos por los expertos. Cuestiones que esperemos sean resueltas al margen, en la mayor medida posible del poder político, lo que no es tarea fácil, siempre tentado en erigirse en histórico protagonista.

Fotografía del siglo XIX de Viollet-le-Duc


Sea cual sea la decisión, en un sentido o en otro, aparecerán detractores y devotos. A grandes rasgos el asunto girará en torno a qué nueva Notre Dame se quiere y qué forma tendrá el Ave Fénix. Se dispone de toda la información para llevar a cabo una restauración mimética de la catedral preexistente, sin embargo hay voces que defienden un viaje hacia lo desconocido a través de un concurso de ideas y una ejecución novedosa en forma y fondo. Una tercera vía transitaría por un camino intermedio entre las dos: reconstrucción tendiendo como modelo lo destruido, pero diferenciando visualmente lo histórico de aquello sustituido (una suerte de rigatino arquitectónico). Si uno viaja hoy por la red en busca de respuestas claras al respecto, va a decepcionarse ya que hasta ahora estamos sumidos en un mar de dudas y de preguntas más que de respuestas. Yo mismo, aunque no soy nadie, no tengo del todo claro qué solución adoptaría sobre qué ha de hacerse, aunque me decanto por una reconstrucción fiel en lo que serían los grandes elementos, pero permitiendo la lectura de qué ha sido restaurado, e incluso introduciendo en elementos decorativos, como en las vidrieras, la visión de nuestro tiempo (véase al respecto las preciosas vidrieras de la catedral de Cuenca de Gustavo Torner y Gerardo Rueda o en Francia las diseñadas por Pierre Soulages para la basílica de Conques). 

Lo dicho, pocos expertos se muestran tajantes en un sentido o en otro puesto que no quieren verse retratados prematuramente. En el sector de los historiadores y restauradores más como colectivo ya han surgido voces advirtiendo:  Keep architects away Notre Dame. Restoration, not redesign, reza un cartel que me ha llegado estos días, apoyado en un fotomontaje un tanto paródico, con una reconstrucción un tanto calatravesca de la aguja calcinada, diseñada en su día por Viollet-le-Duc siguiendo modelos medievales. 

Tejado a dos aguas de la catedral hoy inexistente en una fotografía del siglo XIX

Debo reconocer que conforme escribo esto se me agolpan las ideas sobre los falsos históricos, algunos de ellos inadmisibles, sobre preservar la potencia que tiene este monumento en la memoria de todos, pero a su vez dejar visibles las cicatrices con el fin de informar pero también de concienciar. Quizás sea un error dejar las cosas como si no hubiese pasado nada, cuando sí ha sucedido. Es el peligro de anunciar que todo daño es visualmente reparable. Pero también se me agolpan las preguntas: ¿Hasta qué punto, si comenzamos a introducir elementos adaptados estéticamente al siglo XXI a modo de novedoso paisaje, estaremos abandonando en el pasado, “ocultando”, el fascinante monumento original? ¿Tenemos autoridad para privar a las generaciones venideras de una lectura fiel del monumento, en directo, remitiéndoles a las millones de fotografías existentes del mismo, si quieren conocer cómo era antes del desastre?. Me temo o me congratulo, por tanto, de que pronto vamos a presenciar un combate académico entre medievalistas y arquitectos a través de artículos, libros, debates…. El enésimo, por otro lado. 

En uno de los bandos, sin duda van a estar los restauradores franceses que reciben su formación de la llamada Escuela de Chaillot, caracterizada por su conservadurismo a la hora de trabajar. El sumo sacerdote de esta es el tantas veces mencionado estos días Eugène Viollet-le Duc, quien en el siglo XIX reformó esta catedral (una catedral que, hay que decir, que ha estado en continuo movimiento desde el siglo XII), y otras diseminadas por el país galo además de monumentos como las murallas de Carcassonne. No obstante le Duc no hay que verlo como un reproductor de lo que debío existir ahí donde ya no está, sino que en el fondo era un creador de carácter más o menos utópico, puesto que su filosofía no está basada en un método completamente científico, inventando elementos que nunca existieron en la realidad, aunque su trabajo “nos engañe” y nos pretenda convencer de lo contrario. 

El desastre de Notre Dame ha hecho emerger otros debates colaterales, que dan cada uno para un artículo: las enormes donaciones privadas comprometidas en horas por grandes fortunas, los plazos de ejecución de la enorme empresa, las medidas de seguridad en los monumentos no solamente en Francia, y hasta se ha puesto sobre la mesa un problema de dimensiones todavía difíciles de evaluar: en un mundo tecnologizado, la falta de mano de obra artesana especializada para acometer trabajos de esta índole. Debo decir al respecto que esta es una cuestión que hemos constatado con preocupación quienes ocasionalmente debemos contratar los servicios de estos profesionales. Existe una acuciante falta artesanos de oficios que requieren gran especialización y que se van perdiendo; ello, mucho me temo que en las próximas décadas va a tener graves consecuencias sobre el patrimonio, su conservación y en los peores casos su pérdida definitiva. Y lo peor de todo es que no se vislumbran políticas públicas al respecto. Pensamos que el trabajo del futuro está en todo aquello relacionado con la tecnología y no es cierto. A este respecto me salta a la memoria una anécdota local que la profesora Mercedes Gómez-Ferrer puso de manifiesto en una de sus clases sobre técnicas artísticas; trajo un caso acontecido con ocasión de las obras de restauración del Real Monasterio de San Miguel de los Reyes y de las dificultades, finalmente insalvables, que supuso pretender, bienintencionadamente, recuperar algunas complejas bóvedas de arista de uno de los claustros. Las bóvedas del siglo XVI estaban realizadas en ladrillo con técnica estereotómica, es decir cada uno de los ladrillos había sido “esculpido matemáticamente” para dar forma curva al elemento arquitectónico y, lo que es más difícil, conformar las aristas. Para llevar a cabo una reconstrucción fiel se quiso contratar con profesionales quienes pudieran realizar esa labor. Tarea imposible: la ausencia de talleres con profesionales capaces de llevar a cabo aquellas bóvedas, tal como se hicieron más de cuatro siglos atrás, convirtió el reto en una empresa destinada al fracaso, desechándose la idea y procediendo por medio de encofrados de cemento que posteriormente se enlucieron por lo que la “apariencia” fue la misma, aunque el método no.

Indiscutiblemente el gótico europeo genera una fascinación que comparto, por lo novedoso de su genial y espectacular propuesta sin dejar a un lado la herencia del clasicismo. El suceso del lunes ha coincidido con una noticia local que tiene que ver con nuestra Seu en su camino hacia el “rescate” del gótico primigenio y que tendremos que abordar pronto porque abre otro debate que algo tiene que ver sobre lo comentado en este artículo. Quizás se trate de un asunto menor, pero que alberga tantas dudas como el de Notre Dame.

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