Si la semana pasada hablamos de los peligros de nuestro ecosistema, está semana tratamos los riesgos vegetativos como sociedad para perpetuar el Estado del Bienestar
No vamos a hablar sólo de natalidad, que también, sino que vamos a tratar si demográficamente nuestra sociedad y su Estado del Bienestar es viable en el tiempo, cuestión que preocupa a científicos y políticos, y por supuesto al resto de la sociedad. Tanto es así que el Senado español, en esta XII legislatura, el 1 de marzo de 2017 constituyó la Comisión Especial sobre la evolución demográfica en España, presidida por el senador Ignacio Cosidó.
La labor de la comisión ha sido incesante, impulsada por su presidente, ha realizado numerosas sesiones y reuniones de trabajo e investigación con diversos investigadores y científicos, por ejemplo del Instituto de Economía, Geografía y Demografía (IEGD) perteneciente al CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).
Lo que casi nadie duda es una realidad histórica, en épocas cercanas al final de ciclo (expansivo), de relajación moral aunque pletóricas en lo económico todavía, suelen aparecer teorías de controles de natalidad que tarde o temprano impuestas o no, de facto se cumplen. En cambio en las fases iniciales de desarrollo se propugnan o directamente se producen fases de aumento de la natalidad. Los estudios demográficos se realizan desde la antigüedad, aunque algunos piensen que, por ejemplo, los sistemas de control de natalidad fueron implementados originariamente por los regímenes totalitarios del telón de acero partiendo de las teorías de Thomas R. Malthus, pero ya en la antigua Grecia existían, como recoge y propone, nada menos que el propio filosofo Platón, teorías de control de la población y su natalidad.
En las últimas décadas hemos podido comprobar como las tasa de natalidad ha disminuido continuamente en España, si en 1976 con unos 36 millones de habitantes nacían 677.456 niños, cuarenta años después, en 2016 con unos 46 millones de población nacieron 408.384, como se puede observar cifras preocupantes, más aún si lo analizamos en términos relativos y en base a ratios demográficas, pues si la tasa de reposición (para que exista equilibrio entre los que mueren y los que nacen) es de 2.1 en el índice de fecundidad, en 2016 estamos en el 1.33, siendo 1980 el último año que se cumplía es equilibrio en el crecimiento vegetativo con un 2.21, pues al año siguiente se bajó al 2.04.
Si los números anteriores los trasladamos a la típica figura geométrica, y si el ideal es que la pirámide poblacional tenga la forma de pirámide egipcia, podemos contemplar que en la actualidad esta tiene una forma ojival, con dos opciones en cuanto su evolución, la más negativa que la figura adopte la forma de pirámide invertida, o que en el mejor de los casos adopte casi una forma antropomorfa sin extremidades o columna con cabeza, pues el retorno al triángulo equilátero es más que complicado. Y ya pueden intuir que si la forma antropoide, podría a asegurar cierta estabilidad demográfica, la pirámide invertida o embudo nos llevaría a una implosión de la sociedad, por haber un número desproporcionado de ancianos respecto a la población activa, con la práctica desaparición de la infancia
Pero como no quiero ser alarmista ni transmitirles zozobras innecesarias. Las exigencias demográficas para sostener nuestro querido y disfrutado Estado del Bienestar no sólo se ven sustentadas por la natalidad (aunque sea el elemento fundamental), sino también, por ejemplo, por el fenómeno migratorio. Este hecho lo pudimos observar claramente en la época de máxima expansión, justo antes de la explosión de la burbuja financiero-inmobiliaria, pues ante la insuficiencia de nacionales para trabajar se requirió mano de obra foránea, siendo España uno de los principales países receptores de emigrantes, siendo en este caso principalmente iberoamericanos.
Pero como todo en la vida, cada cosa tiene sus pros y sus contras. En los últimos años hemos podido observar como esos ingentes flujos migratorios en Centroeuropa han provocado reacciones xenófobas, antesala de los totalitarismos que hay que evitar a toda costa, pero claro (no hablamos de mejor o peor, hablamos simplemente de diferencias, y de lo que ha ocurrido a lo largo de la historia) la posible sustitución de una cultura por otra tiene sus consecuencias y hay que asumir que cuanto más diferentes sean mayores cambios habrá que realizar en el día a día, si la cultura sustitutiva que se establece, por ejemplo en nuestra piel de toro es de origen nórdico todas esas celebraciones taurinas como los bous al carrer o corridas de toros podrían desaparecer, o si vienen del sur del Mediterráneo las fiestas de Moros y Cristianos tendrán que adaptarse y la mujer, por ejemplo, pasar de tener una consideración de un ser social en igualdad de condiciones al hombre a tener una consideración de un ser-individuo familiar ligado a un cabeza de familia. Todo ello sin entrar en considerandos de idiomas o religiones, que también.
De todas formas, para enviarles un mensaje todavía más positivo, aún existe otro elemento a tener en cuenta en el medio plazo: la revolución 4.0, la cuarta revolución industrial y la hibridación del mundo real y virtual, a través de siete perspectivas (la realidad aumentada, la simulación, los sistemas ciberfisicos, la robótica, el Internet de las cosas, el big data y la Ciberseguridad). Esta profunda transformación nos hará menos dependientes de trabajos mecánicos-físicos y repetitivos, ya existen industrias autónomas sin prácticamente obreros, transporte sin conductores, hoteles sin empleados, e incluso se experimenta y casi empiezan a funcionar enfermeros-robots en Japón (país más envejecido del mundo pues más de una cuarta parte del país tiene más de 65 años), por lo que nuestro Estado del Bienestar podría estar asegurado por esa vía del 4.0. Y abundando en todo ello existe un investigador y profesional del mundo Ciber (no ha publicado aún su trabajo y por eso no puedo adelantar su nombre) que ha realizado un cálculo respecto a ese mundo de hibridación física-digital, y según él en España sólo habría necesidad de unos 5 millones de puestos de trabajo para humanos.
Para finalizar, y resituarnos en el desafío demográfico, el mayor riesgo que podemos tener en este ámbito, no es nuestra falta de demografía y de crecimiento vegetativo de la población, sino el problema que tenemos al sur, pues África es una bomba demográfica que está estallando bajo nuestros pies, y tendremos que buscar soluciones al respecto… Pero esa es otra historia para otro artículo.