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TENDENCIAS ESCÉNICAS 

El circo de un hombre contra un bloque de barro

Espai Mutant programa el espectáculo Fang, donde la manipulación de la materia culmina en esculturas inesperadas

24/10/2018 - 

VALÈNCIA. Una de las cualidades, sino la principal, de las artes escénicas, es su oferta de espectáculos únicos, porque por mucho que actores, texto, gesto, iluminación y escenografía se repitan, cada función es diferente a la anterior y a la siguiente. En el caso de Fang, de la compañía Animal Religion, esa premisa se lleva al extremo. La propuesta de circo contemporáneo, programada el 27 de octubre en Espai Mutant, está protagonizada por un hombre que choca, golpea, se desliza, corta y funde con un cubo de barro de 500 kilos. Sus movimientos y acrobacias están coreografiados, pero la manipulación de la materia en escena desemboca en esculturas inesperadas.

Cada día, dependiendo de cómo caigan los pies, los codos y las rodillas del artista de circo Quim Girón sobre el bloque, las marcas que se imprimen son distintas. Como también lo son las máscaras que crea con el fango. “Hay una estructura marcada y escrita, muy precisa, pero también hay un margen y un espacio donde he de ser flexible cómo lo es el barro, así que lo puedo voltear, subir y saltar de maneras diferentes”, ahonda el especialista en verticales.

La obra es un trabajo de tres: Quim, el músico Joan Cot y la diseñadora de iluminación Joana Serra. El trío actúa e interactúa en directo. Girón, en un cuadrado blanco; sus dos compañeros, en la periferia del linóleo. Los sonidos que arropan el modelado del barro se extraen de un pellizco de dos kilos del bloque del que se sirve Cot bien con las manos, bien con un hilo a modo de violín. Serra, por su parte, dialoga a partir de luces que dan pie a los movimientos acrobáticos del artista y viceversa.

Animales y payasos en el subconsciente

Fang habla de identidad, de transformación y de unión entre cuerpo y tierra. Al tiempo que el barro se deforma, el hombre se agota. “Cuando tomo temperatura al moverme, sudo y soy agua, y así, el barro se deshace conmigo, mientras yo empiezo a estar marrón porque empezamos a mezclarnos. Así es como acabamos unidos”, explica.

El espectáculo resulta tan sugerente y poético que a los espectadores les evoca recuerdos y ensoñaciones muy diversas. que van del viaje a África a dimensiones más trascendentales que tienen que ver con la identidad y con la bestia escondida en el ser humano, aspectos que el creador ya ha explorado en obras previas, como Sapiens Zoo e Indomador.

Para el creador de la pieza, el barro es otro cuerpo vivo. “El bloque se pone duro, se deshace, pesa, al golpear mis manos contra él, el sonido me recuerda al de mis muslos”, detalla Girón, que sin embargo, reconoce conexiones con las temáticas principales de su trabajo, como la animalidad, el género, el humor absurdo y el juego con el riesgo.

No es algo que haya hecho a propósito, pero existe un vínculo artístico con el circo tradicional. De ahí el uso de máscaras, que guarda relación con el maquillaje que emplea el payaso. “Pero en mi caso le doy un uso más artístico: es mi manera de viajar a mundos más fantasiosos, de perder mi identidad”, reflexiona.

En lo que se refiere a las bestias, en anteriores propuestas ha empleado animales vivos, pero en régimen de coexistencia, “sin entrenarlos, enseñarles o dominarlos”. En el caso de Fang, los evoca: “Me llevan a una manera de expresarme más intuitiva, porque conectan con nuestra base natural. Me inspiran mucho físicamente, tanto en lo que se refiere a la imagen como a la forma. Me ayudan a conectar mi cuerpo pensando, por ejemplo, que estoy poniendo la tensión de un gato”.

Alfareros a escena

Girón es hijo de una escultora y era cuestión de tiempo que este buscador del equilibrio, el sonido, el clown y el movimiento animal, incorporara el barro a su búsqueda de nuevos lenguajes en el mundo del circo. “El barro pide ser tocado. Es una fuente de creación infinita y tiene mucha fuerza expresiva. Es un material que invita a la creación desde el principio de los tiempos”, reconoce el acróbata, quien alude a la creación del hombre por parte de Dios a partir del barro en el libro del Génesis.

Quim se suma así a un grupo de creadores que han utilizado arena y agua en sus propuestas escénicas. Ahí está Jimmy González, que creó un espectáculo de malabares con arcilla. También el pintor y ceramista mallorquín Miquel Barceló y el coreógrafo francés Josef Nadj, quienes en su performance Paso Doble interactuaban con un gran mural de fango. O los riojanos El Patio Teatro, que en su montaje de teatro de objetos A mano integraban el torno y modelaban a sus personajes en directo.

Como opina Girón: “Los artistas a los que nos gustan las cosas plásticas respondemos tan bien al barro porque es muy divertido y genera mucha magia. No es como la madera, que sabes que es recta y puedes predecir cómo va a responder. Tiene la frescura de verlo en directo y cada día es único”.

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