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culturplaza habla con nobleart, el nido y rocket tattoo russafa

El 'boom' del tatuaje tras el confinamiento

Muchos estudios de tatuajes han visto cómo la afluencia de clientes tras la cuarentena ha aumentado en gran medida. El estigma al que este arte siempre ha estado sometido es cada vez menor

10/08/2020 - 

VALÈNCIA. No todo el mundo sabe exactamente lo que quiere cuando acude a un estudio de tatuajes. El primer paso a seguir es la comprensión mutua entre cliente y tatuador. Hay personas que, como en todo, no saben expresar con detalle la idea que tienen en la cabeza, y es ahí donde se ve el nivel de profesionalidad del artista. Sí, del artista, porque pese a que todavía queden vestigios prejuiciosos, el tiempo ha acabado por demostrar que el tatuaje no es algo de macarras, ni de canallas; sino un arte. Un arte plagado de dificultades, de creatividad y de esfuerzo.

Después de llegar a ese acuerdo, se dibuja el diseño. Y si el cliente está conforme, la aguja y la tinta entran en juego. Contrariamente a lo que se podría pensar, los estudios de tatuajes no se han visto tan afectados por la pandemia. Es evidente que no se puede aseverar tal diagnóstico de manera generalizada, pero Culturplaza selecciona tres estudios valencianos, muy distintos entre ellos, y con un común denominador muy marcado en cuanto a esta crisis se refiere: la gente ha seguido tatuándose, incluso más que antes. De hecho la pandemia ha sido como un oasis de creatividad para muchos, tanto artistas -que se han visto obligados a reinventarse apostando por nuevos diseños y curtiéndose en nuevos estilos-, como clientes -que han encontrado en la Covid-19 una inmensa fuente de expresión para sus ideas, plasmadas a posteriori en la propia piel.

Nobleart: realismo y precisión

Nobleart

María Álvarez es tatuadora en el estudio Nobleart, uno de los más conocidos de la ciudad, situado en la calle Ramón Llull, junto a las universidades. Un pasillo encristalado a través del que se puede ver a media docena de tatuadores manos a la obra conforma la estética del lugar. Algunos de sus artistas, además, son reconocidos internacionalmente. Muestra de ello es su dueño, Matías Noble, que tiene los ojos (y la aguja) clavados en el brazo de una persona que ha viajado expresamente desde Dubai para tatuarse en Nobleart; o Nacho Frías, conocido por el reciente tatuaje que hizo a una persona de la cara del epidemiólogo Fernando Simón, que ahora tatúa a una persona la imagen de una escultura increíblemente detallada con motivos florales.

María Álvarez termina de tatuar a un joven y se sienta para hablar de su trabajo en Nobleart. Durante las últimas semanas el estudio ha sido conocido por los tatuajes gratuitos que dos días al mes harán a los sanitarios hasta el mes de noviembre. “Ellos son los que más han trabajado durante estos meses, así que queríamos darles esa alegría”. Y la afluencia ha sido masiva, tanto que cada día que llevan a cabo este homenaje acuden una media de 130 sanitarios.

El impacto económico de la crisis sobre Nobleart está lejos de ser negativo. De hecho, el regalo que hacen a los profesionales médicos les ha dado mucha más visibilidad. “Es una especie de inversión, y en términos económicos ha valido la pena”, asegura la tatuadora. Y no solo eso, sino que lo cierto es que ha habido un 'boom' de personas que han acudido a tatuarse en cuanto la desescalada lo permitió. “Había muchas citas programadas que se quedaron en el aire. Muchos clientes tenían ya el diseño hecho y el dinero apartado, así que estaban ansiosos por tatuarse -explica María, que también hace hincapié en la creatividad que ha surgido de la crisis-: La gente ha tenido muchísimas ideas. En la cuarentena ha explotado la creatividad”.

María Álvarez

Y si la economía del estudio se ha visto incluso fortalecida, tampoco han notado demasiado las medidas higiénicas que, ahora, negocios de todos los sectores tienen que acatar, y que pueden llegar a ser muy engorrosas según qué oficio se practique. Al sector del tatuaje esto no le ha cambiado demasiado los planes, pues ya venían de un régimen protocolario bastante estricto en cuanto a la higiene se refiere. La desinfección, la mascarilla, los guantes, son elementos con los que en Nobleart (y en cualquier otro estudio de tatuajes), ya estaban familiarizados.

El estudio de Ramón Llull está especializado en la técnica realista. No hay más que ver su cuenta de Instagram para percatarse de ello. Son expertos en plasmar imágenes reales, ya sean de animales, de personas, de esculturas, etcétera. “Somos siete personas haciendo realismo en Nobleart, pero también jugamos con otros estilos. Hay tatuadores que hacen color, estilos novedosos como el cartoon o el comic, y también estilo tradicional, siempre adaptado al propio artista, como ha hecho mi compañero Adrián Morales”.

Pero en su caso concreto, María se decanta por el minirealismo. Como su propio nombre indica, el objetivo de este estilo es “plasmar el máximo número de detalles en el menor espacio posible”. La tatuadora explica que “es un estilo que -según su criterio- se va a popularizar mucho en los próximos años”. “Antes, cuanto más grande era el tatuaje, mejor, pero ahora hay gente que prefiere tattoos pequeños, lo cual supone un desafío si vas a trabajar con el realismo. En un tattoo grande, si te equivocas puedes sombrear y solucionarlo. En uno pequeño no puedes tener ningún fallo. Es un desafío”.

Tatuajes de Matías Noble

Por otro lado, María explica que el tatuaje, entendido como arte, es algo indiscutible. Cuenta que “el estigma sigue estando ahí, pero que es un porcentaje tan mínimo de la sociedad que, por suerte, ya no les afecta”. Progresivamente, el tatuaje se empieza a concebir más como artículo de lujo que como síntoma de garrulería. Dice que se nota en Europa y que, “en Alemania, por ejemplo, las personas mayores van tatuadas”. El estigma allí no existe. Y muestra de esa evolución es el propio día de los sanitarios que han instaurado: “Antes, cuando venía un médico a tatuarse, siempre quería que se lo hiciéramos en una zona no visible. Ahora, este tatuaje lo estamos haciendo en todas partes”.

Nobleart abrirá en las próximas semanas, si las circunstancias lo permiten, un nuevo estudio en Suiza. Además, acaban de lanzar una línea de camisetas edición limitada de cada tatuador. También, a través de Pitiminís, han creado un muñeco de la marca, y tienen la intención de empezar a colaborar con las galerías de arte contemporáneo de València.

El Nido: profesionalidad y cercanía

Cualquiera habrá pasado alguna vez por al lado de aquel mítico estudio de tatuajes de la calle Castellón, que tan llamativo se ve desde fuera. Paredes plagadas de pequeños cuadritos con diseños de sus tatuadores, un alto techo que da sensación de amplitud a un local que no es tan grande como parece, y todo ello sobre un suelo de madera, ahora adornado por dos líneas reglamentarias frente al mostrador que indican hasta qué punto uno puede acercarse. Y fuera, en la calle, un considerable cartel en forma de mano que reza “Welcome to El Nido Tattoo Parlour”.

El Nido Tattoo Parlour

El tatuador Borja Salgado explica que la pandemia, si bien ha sido un revés inesperado, no ha impedido que, al reabrir, todo haya vuelto a la normalidad. Explica que “las subvenciones para autónomos que han recibido, han permitido sufragar los gastos mínimos del negocio”. Y al igual que en Nobleart, las semanas posteriores a la reapertura “fueron muy intensas”. “La época era la idónea, entre mayo y junio, es más o menos el final de la temporada de tatuajes. No dábamos a basto”.

En El Nido se implantaron bastantes normas de higiene en un primer momento. Durante un tiempo solo se podía acudir con cita previa. La mascarilla, lógicamente, era obligatoria, y ellos añadían el gel de manos y la toma de temperatura como requisitos indispensables para acceder al interior del local. “También dábamos al cliente unas zapatillas especiales, de aquí, nada más entrar. Y los tatuadores llevábamos trajes completos para protegernos”.

Los estudios de tatuajes dependen directamente de productos como las mascarillas o los guantes, que durante la crisis han sido muy demandados y, como consecuencia, escasos. Borja explica que, en un momento dado, “los guantes, por ejemplo, subieron muchísimo de precio”. “Antes de la cuarentena podía comprar la caja por 3,50 euros más o menos. En la desescalada las llegamos a comprar a 11 euros”. Sin embargo, ahora, con la situación más controlada, hay un exceso de producción, y el tatuador estima que el precio caerá por debajo de lo habitual.

Borja Salgado opina que el estigma al que los tatuajes han estado históricamente sometidos en España es un asunto generacional. “Es normal, yo siento hasta cierto romanticismo por ese estigma, es algo social y cultural”, explica. Y hace hincapié en que esto es algo que no está generalizado en todo el mundo, ni mucho menos. “Yo he viajado mucho a Inglaterra a tatuar, y allí la concepción del tattoo es totalmente opuesta a la que hay aquí. En España lo relacionamos con las clases bajas, con el Ejército, las cárceles, los suburbios..., con la España más cruda y canalla”. En cambio, afirma, en Inglaterra proviene “de las clases burguesas, de la alta aristocracia”. Allí, el tatuaje era “algo inaccesible para las personas pobres”. “No es de extrañar que si abres un libro de la Historia de Inglaterra en los años 20, te encuentres la foto de una señora con pamela saliendo de un Rolls Royce, toda entera tatuada. Claro, qué abuela inglesa va a ver el tatuaje como algo negativo. Es lógico que, hasta dentro de un par de generaciones, esto no vaya a cambiar del todo en España”.

El Nido Tattoo Parlour

Durante la cuarentena, los integrantes de El Nido se han reinventado. “Yo trabajo de tatuador, pero tengo un bagaje muy amplio vendiendo pinturas originales y produciendo acuarelas, óleos, acrílicos...”, detalla el tatuador. “Me lo trasladé todo a casa y he estado trabajando mucho. Estados Unidos y Australia han sido grandes consumidores de pinturas. Llevamos trece años trabajando, así que estamos bastante consolidados”.

El Nido está especializado en diseños tradicionales de rasgos muy generales, línea sólida y color plano. “Aquí hacemos de todo, pero nuestro estudio no te va a evocar al realismo”, concreta.

Rocket Tatoo Russafa, tatuando desde hace ocho meses

En la calle Centelles, junto al barrio de Russafa, hay desde hace ocho meses un pequeño estudio de tatuajes llamado Rocket Tattoo Russafa. Más humilde que El Nido y Nobleart por su incipiente apertura, pero igual de profesional. Al entrar no parece nada del otro mundo: un pequeño mostrador y un sillón completan la decoración, junto con unos cuantos cuadros en las paredes. Sin embargo, al atravesar el pasillo se accede al propio estudio, este sí, plagado de coloridos diseños en las paredes, junto a las negras camillas de tatuador. Al fondo hay una terraza con una mesa y unas cuantas sillas, y en el muro de fuera un enorme graffiti de colores que contrasta con el interior del lugar.

Rocket Tatoo Russafa

Guillermo Rodríguez, más conocido como Guirogo, es quien regenta el estudio. Explica que la pandemia no ha sido un camino de rosas, pero que, al igual que el resto de estudios, hubo un considerable aumento de la clientela cuando pudieron reabrir. “Al principio generamos deuda. Se nos dieron unas ayudas para autónomos, pero con ellas no costeábamos los gastos mínimos”. Explica que les costó hacer frente al pago del alquiler del local. “Como el Gobierno dijo que nos apañásemos con los alquileres, hemos generado deuda. No obstante, cuando abrimos teníamos muchas citas agendadas, y eso ha hecho que estos meses hayan sido muy cañeros. Ahora mismo, económicamente, nos va muy bien a priori”.

Rocket Tattoo Russafa, según indica Guirogo, “hace de todo”. Sus tatuadores no están especializados en un estilo concreto, sino que tocan todos los palos. “Hacemos tattoos, aquí no hay rockstars”, señala. Así, el cliente puede escoger desde un tatuaje realista en blanco y negro, hasta una pieza sólida y brillante basada en el estilo tradicional. El dueño del estudio indica que él suele utilizar la técnica tradicional, pero que hay un error de definición. “Yo solo uso una línea y una aguja de relleno. Cualquiera que ve una línea gruesa piensa: «eso es tradicional». Pero no. Otra cosa es que la técnica de un tatuador esté basada en el estilo tradicional”. Es decir, conforme el artista introduce en la obra su propia subjetividad, la definición del estilo varía, y en ese caso es un simplismo acotarlo a la descripción básica de una corriente.

Durante la cuarentena, los tatuadores del estudio de Russafa no han dejado de trabajar. “Todos los integrantes de mi estudio son unos artistazos -apunta Guirogo-. Le han dado la vuelta a su inspiración y han creado un montón de material, tanto tatuajes como diseños digitales o en papel. La cuarentena, en ese aspecto, ha venido muy bien. Hemos vuelto cargados”.

Rocket Tattoo Russafa

Acerca de la percepción negativa del tatuaje que todavía fluye en algunos sectores de la sociedad española, Guirogo opina que “el paso del tiempo hará que todo cambie”. Como explica, “sigue habiendo generaciones que, debido a lo que han pasado, a su pensamiento, no conciben el tatuaje como algo normal”. Extrapola este diagnóstico a su propia experiencia. El artista lleva muchos tatuajes por todo el cuerpo, y cuando sale a correr en manga corta, dice, “las personas mayores le miran como si fuera un extraterrestre”. Sin embargo, afirma que les entiende. “Mientras nadie falte al respeto a nadie, todos podemos convivir. Las generaciones cambiarán y todo se vera de una manera distinta. Cuando nosotros seamos abuelos, quizás el tatuaje se perciba como lo menos estrambótico del mundo”.

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