CONEXIÓN VALÈNCIA-LA HABANA

Eduardo Muñoz Bachs, el artista valenciano que redefinió el cartel cinematográfico en Cuba

Recordamos la figura de este dibujante e ilustrador, cuyo personal lenguaje estético resuena todavía en el diseño gráfico contemporáneo de la isla caribeña

25/06/2020 - 

VALÈNCIA. “En un país en el que en vez de publicidad, logos y marcas teníamos carteles propagandísticos de Fidel y del Ché, lo más refrescante visualmente que te encontrabas al andar por la calle eran los afiches de cine. Eduardo Muñoz Bachs hizo más de mil carteles a lo largo de su vida, de modo que varias generaciones de cubanos hemos crecido viendo sus obras a diario”. Carla Cobas, directora de arte nacida en La Habana y asentada en la capital del Turia, dedicó hace años su proyecto de final de carrera a estudiar la figura de este dibujante e ilustrador, considerado como una pieza clave de la gráfica cubana, pero incomprensiblemente desconocido en València, ciudad en la que nació un año después de que estallara la guerra civil española. 

“Desde mi punto de vista como diseñadora, Muñoz Bachs es el gran exponente del cartel cubano, porque imprimió un estilo que era diferente a todo lo que se había hecho antes, e influyó a todas las generaciones posteriores. Igual que los carteles polacos, rusos o suizos tienen una línea de diseño muy marcada, en Cuba también la tenemos a raíz de su trabajo”, apunta Cobas. Según describe ella misma, “sus carteles tienen un trazo naíf, con formas grandes y muy coloridas. Utilizaba tintas planas porque los carteles se imprimían utilizando la técnica de la serigrafía, que era lo más barato que había en ese momento”. Su obra se distingue por un estilo ajeno al realismo fotográfico. Se aparta del cartel realista-comercial que predominaba en Cuba en la década de los años cincuenta y reinterpreta la información utilizando el humor y la fantasía. En la Habana -donde pocos conocen sus orígenes españoles- se dice que su obra es una rara mezcla. “Un talento creador desbordado unido a una imagen quijotesca con la conducción de un corazón chaplinesco”.

Hijo del exilio republicano

Hijo de dos profesores de enseñanza media, Eduardo Muñoz Bachs (València, 1937 - La Habana, 2001) se trasladó a vivir a Cuba cuando todavía era un niño. Su padre, Eduardo Muñoz Nicart, había sido capitán del ejército republicano en el frente del Ebro. Tras la derrota, la familia pudo reunió en París y, en 1940, ante la amenaza nazi, se embarcaron juntos en Marsella con la intención de instalarse en México. Finalmente decidieron residir en La Habana, una de las escalas del viaje hacia el exilio.

Muñoz Bachs dio sus primeros pasos profesionales realizando dibujos animados para una agencia publicitaria, y trabajó en el ámbito de la ilustración infantil a lo largo de su vida. Su gran oportunidad profesional llegó en 1959, con el fin de la dictadura de Batista, cuando llegó su gran oportunidad, de la mano del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos (ICAIC), organismo creado por el nuevo gobierno revolucionario con la ayuda de una comunidad de artistas interesados en crear una nueva estética popular.

La enorme afición al cine en Cuba -en 1944 había 110 salas de proyección en La Habana- fue una de las grandes correas de transmisión de la vanguardia artística en la isla caribeña. Las calles, apunta Carla Cobas, estaban empapeladas de carteles tanto de películas nacionales como extranjeras. En la era posrevolucionaria, los títulos escogidos para su exhibición tenían por lo general una temática social, pero los carteles originales de las distribuidoras extranjeras eran sustituidos por reinterpretaciones llevadas a cabo por artistas gráficos cubanos, en las que a menudo se incorporaban alusiones a los valores de la Revolución Cubana.

Eduardo Muñoz Bachs fue uno de los fundadores del ICAIC, para el que creó el cartel de la película Historias de la Revolución, de Tomás Gutiérrez Alea, considerada como la primera obra posrevolucionaria. La relación del artista de origen valenciano con el ICAIC se prolongó durante más de cuarenta años, periodo en el que se posicionó como uno de los principales renovadores del lenguaje estético del país. El suyo era un estilo muy personal y reconocible que además abría una zanja frente al cartelismo propio del cine de Hollywood y la sociedad de consumo. Al no tener que preocuparse por ceder el protagonismo a los actores para vender entradas, los carteles cinematográficos cubanos tenían un mayor margen para interactuar con el público a nivel simbólico. Fueron por tanto un campo de experimentación estética y ejercicio de libertad creativa que también les diferenciaba de los rígidos parámetros del realismo socialista que regía la propaganda de los países del bloque pro-soviético. 

La escasez de recursos materiales, agravada por el bloqueo económico que sufrió la isla a partir de los años sesenta, fue decisiva para moldear el estilo del cartel cinematográfico cubano, que continuó trabajando las técnicas de impresión artesanal mientras en el resto del mundo se imponían las nuevas herramientas tecnológicas. “Cuando llegué a estudiar a España, después de haber pasado ya dos años en el Instituto Superior de Diseño de La Habana, me sorprendió que aquí todo el mundo trabajase con el ordenador -señala Cobas-. Nosotros allí seguíamos haciendo los carteles a mano, con témperas o con lo que fuese. Enseguida me metí de lleno en la tecnología contemporánea, pero en mi trabajo de final de curso en València quise rendir homenaje al proceso tan naif del diseño cubano, que de hecho explica su personalidad. Fíjate que ahora allí no existen las limitaciones de recursos que había antes, pero aun así se sigue trabajando mucho la serigrafía y los procesos artesanales”.

Un gran desconocido en España

A pesar de su popularidad en Cuba y del sinfín de premios y reconocimientos recabados a lo largo de su trayectoria, y hasta su muerte apenas franqueado el siglo XXI, Eduardo Muñoz Bachs apenas es conocido en España. Esta llamativa ausencia animó a Cobas a investigar más a fondo la figura de este artista. “Cuando llegué a escuela de diseño en València, mis compañeros como es lógico exponían referencias principalmente europeas. Cuando yo hablaba de las mías, salía a colación Muñoz Bachs, y me sorprendía que nadie lo conociese. Empecé por esa época a trabajar en una serie de carteles suyos, que yo reinterpretaba desde el campo de la tipografía. Me gustaba la idea de estar haciendo el camino inverso. El nació aquí y desarrolló su profesión en Cuba. Yo nací en La Habana, y he acabado trabajando en València. Sería bonito exponer alguna vez esa serie de carteles en el Instituto Cubano de Cine. Así se cerraría el círculo”.