VALÈNCIA. Edel Rodríguez se ha ganado a pulso el sobrenombre con el que muchos le identifican: "El ilustrador en jefe de los Estados Unidos". Durante los cuatro años que Donald Trump ha sido presidente, él se ha dedicado a atacarle constantemente con sus dibujos. Es un tipo tranquilo, afable y se ríe constantemente. Nació en Cuba, pero en 1980 tuvo que huir del país junto a su familia para mudarse a Estados Unidos. Su pasión por el dibujo le vino desde bien pronto, y actualmente ostenta el puesto de director artístico en la revista Time.
Sus ilustraciones se ganaron durante años el odio de Trump, a quien Rodríguez dibujaba para denunciar "su política migratoria, su cinismo, su ineptitud y su populismo". De hecho, lo que más odia en el mundo es el populismo y el nacionalismo. Explica que los ha vivido desde dos bandos: el castrista y el trumpista; y que, lejos de ser opuestos, resultan ser caras de una misma moneda.
El Centre del Carme de Cultura Contemporània acaba de abrir las puertas de Edel Rodríguez. Agente naranja, una muestra que reúne un total de 126 de las ilustraciones que el artista ha ido publicando en medios como el Time o Der Spiegel. Esta es la primera vez que su producción artística llega a un museo. Culturplaza cruza el charco vía telefónica para hablar con el dibujante de la exposición, de lo que busca expresar con sus dibujos y, cómo no, de Donald Trump.
-Presentas una exposición en el Centre del Carme con más de 120 de tus ilustraciones. ¿Qué puede encontrar el público que vaya a verla?
-Creo que, en cierta manera, el mundo entero ha pasado por una etapa bastante traumática durante los últimos cuatro años. Desde el principio quería que esta exposición existiera para que nos nos olvidemos de lo que ha pasado y para que no pase de nuevo. Ya que todo este tiempo ha sido un shock y que existen muchos otros políticos que se parecen a Trump, debemos aprender de lo que ha ocurrido. Que se entienda que el peligro puede verse antes de que llegue, que no se crean que es un chiste. Hay que enfrentar a personas como Donald Trump.
-Tu pasión por el dibujo viene de poder transmitir ideas accesibles a todos los públicos. ¿Qué buscas con esto?
-El artista es también comunicador, esa es realmente su meta. si no comunicas con alguna de tus obras, fallaste (ríe). Siempre tengo un lugar al que quiero llegar. La ilustración en revistas o carteles funciona muy bien con las masas, pueden entenderla. Es lo que busco, que esta campaña en la que yo estaba metido se viera en el mundo entero. Quería comunicar al mundo que existe gente que esta en contra de lo que esta pasando, que aquí todavía existe la libertad para contar lo que yo cuento. Tengo amigos en Cuba, Irán o Rusia que estaban muy preocupados por lo que estaba empezando a ocurrir en Estados Unidos hace cuatro años. Yo quería hacer ver que todavía tengo el derecho a mostrar mi arte. En lugares como Cuba o Irán no se puede hacer. Aquí todavía sí.
-Utilizas colores intensos y fuertes para expresarte. Viene un poco de esa tradición artística cubana, en la que la manera de pensar es mucho más colorida. ¿Qué me puedes decir de esto?
-El color y el arte es algo automático para los cubanos desde pequeños. Uno ni lo piensa, es intrínseco. No te das cuenta hasta que sales de ese mundo y llegas a otro. Todo el mundo dice: ¡guau, que colores más fuertes! En cuba todo es así: las casas, los coches, la ropa... Todo tiene colores saturados, fuertes. Cuando llegué a Nueva York, mis compañeros y maestros se fijaron en mí. ¡Me decían que bajara el tono de mis colores! (ríe). Me di cuenta de que la forma en que yo veía las cosas era diferente. Los carteles cubanos tienen una historia que viene de la miseria, la pobreza... Durante muchos años los cartelistas usaron solo verde y rojo por la pobreza. No había más colores. Eso de trabajar con poco, con menos materiales y colores es algo con lo que me crié. Se pinta con lo que tienes, no con lo que quieres.
-En muchas ocasiones has dicho que rechazas tanto el populismo de derechas como el de izquierdas, pero aún así, durante mucho tiempo se te ha etiquetado como comunista. En cualquier caso, tu has vivido tanto el populismo castrista como el trumpista.
-Eso que dicen es una estupidez. Soy mas anticomunista que antitrumpista (ríe). Estoy contra el comunismo, es una ideología que ha acabado con un país entero. Ha afectado a millones de vidas. Que yo critique a un populista extremista no quiere decir que no pueda criticar a otros. No veo la diferencia entre Trump y Castro, Trump y Chávez, Trump y Maduro… Son la misma porquería. Solo saben ser populistas, insultar, atacar a la prensa y a los débiles de la sociedad. Están locos. Los que dicen que soy comunista muchas veces son cubanos de Miami muy de derechas. No entiendo esa mentalidad de que lo mío es mejor que lo tuyo. Odio el nacionalismo y el populismo. Amar a tu país mas que al resto me resulta una tontería. Encerrarse tanto en lo provincial es muy peligroso. La idea nacionalista es mala en esencia. El America First nunca llega a buen puerto. Ya lo demostró Hitler, y también Franco.
-A lo largo de estos años has recibido infinidad de amenazas por tus críticas a Trump. Hay quien opina que ahora que se ha marchado, la polarización ideológica y el radicalismo disminuirán. ¿Tú que opinas?
-Creo que van a disminuir. Este extremismo ha sido causado por el jefe. Cuando el jefe se va, el extremismo desaparece como la magia (ríe). Todo esto te enseña lo que un líder puede llegar a hacer. Si Hitler no hubiera existido, la Segunda Guerra Mundial no habría ocurrido. Cuando alguien usa todo su poder para empujar algo, las consecuencias pueden ser desastrosas. Ahora, ese poder se puede usar también para algo bueno. Es lo que Biden está haciendo, al menos hasta el momento. Muchísima gente ha sido vacunada. El macho que se quiere vacunar frente a una cámara no vale para nada. En la base del comunismo, el populismo y el nacionalismo hay un cierto machismo tóxico. Se empeñan en ser más fuertes que el resto, en tener más cojones. Eso ha causado tantos problemas y conflictos políticos en el mundo... Con Biden no veo eso, no se preocupa tanto de lo que diga la gente. Al menos por ahora.
-En varias ocasiones has dicho que uno de los problemas del auge de Trump fue la constante atención mediática que recibía, el saber lo que ha estado haciendo desde la mañana hasta la noche. Joe Biden no está recibiendo tanto "ametrallamiento mediático", por decirlo así. ¿A qué se debe?
-Sencillamente, Biden no pone nada en Twitter, que esta lleno de escritores y periodistas políticos que eran la audiencia de Trump. Durante los últimos cuatro años, Trump tuiteaba algo a las seis de la mañana y ya se formaba un lío que duraba todo el día. Los medios se pasaban el día entero con esa bobería. Biden no esta en Twitter. Cada tres o cuatro días hace una rueda de prensa sin atacar a nadie. Como sus declaraciones no tienen tanto jugo, la prensa no le hace tanto caso. Todo esto hace pensar cuánto daño puede llegar a hacer Twitter. Siempre que ocurría algo malo para él, Trump tuiteaba cualquier tontería para confundir y desviar el foco.
-Estás trabajando en una novela gráfica sobre tu vida. La marcha de Cuba en el año 80, tu paso por un campo de exiliados, tu vida en EEUU y, alrededor de esto, cómo los profesores supieron estimular tu talento. Háblame de este proyecto.
-Es la historia de mi vida: Nacer en Cuba, el exilio, ser inmigrante, llegar a Estados Unidos... Será un libro ilustrado de 300 páginas en formato novela gráfica. Tengo terminados ya unos cuantos capítulos. En mi pintura me interesan sobre todo los asuntos de importancia nacional o global.
-Eres defensor de la ilustración como motivo de denuncias que llegan a puntos a los que la escritura u otros medios no pueden llegar. ¿Qué es eso que ofrecen tus ilustraciones a alguien que no tiene las herramientas para leerse un tratado sobre la política migratoria de Trump?
-Lo primero que quiero con mis dibujos es que el que está preocupado, de aquí para allá, con el trabajo y los hijos, y no tiene tiempo para informarse, vea en ellos algo que le despierte. Busco que el mensaje llegue fuerte y rápido a su mente, que se pregunte por qué publicaron ese dibujo. Quiero que el que lo vea preste atención a algo que en un primer momento no le interesaba. He visto mucha gente que no hacia caso a las noticias, pero que al ver mis dibujos comenzaron a interesarse.
También quiero llegar a esa gente que atiende a las noticias y se siente sola. Esos que sienten que no se les hace caso y que, al ver el dibujo dicen: ¡Joder, alguien ve lo que yo veo, no estoy solo! El artista esta para confrontar la desinformación y comentar lo que esta pasando. Los bisabuelos de mi esposa fueron asesinados en Auschwitz. El abuelo escapó a Estados Unidos y fundó su familia. Ella me decía que lo que pasó es que la gente no discutía sobre lo que estaba pasando. Estando en Checoslovaquia, se pensaban que Hitler no iría hasta allí. Un día llegaron los alemanes y allí estaban ellos. No pensaban, no hacían caso a las noticias. Ese es el peligro del que hablo. Los políticos buscan su poder en los que no están informados. Ahí está el peligro.
-Hubo una ilustración para la revista Der Spiegel, la de Trump con la cabeza decapitada de la Estatua de la Libertad, en la que la revista recibió fuertes críticas: por un lado por considerarla una ofensa a las víctimas del Estado Islámico; y por otro por verlo como una irresponsabilidad por fomentar la crispación entre EEUU y el Estado Islámico. En su momento tú dijiste que hay que tener más en cuenta el concepto y la idea que se quiere transmitir. ¿Te autoimpones algún límite a la hora de dibujar?
-Sí, el limite que yo tengo es no inventar algo ni insultar por gusto. Si le das a alguien, ten la razón, que se merezca que le den (ríe). En ese momento se me llamaba terrorista por haberle cortado la cabeza a la democracia. Quise comparar aquella situación con el ISIS. Pensaba que el extremismo estaba también en nuestro propio país, cuando Trump no quería dejar entrar a inmigrantes.
No me gusta insultar sin razón. Hacer un dibujo de alguien calvo o gordo y ponerlo más calvo y gordo de lo que es no tiene interés. Es bajar al terreno de lo mediocre. Tengo algunos límites más: no me gusta lo grosero. Mis dibujos tienen que ser limpios y directos, sin boberías. A veces un dibujo no encaja del todo, espero, y acaba teniendo todo el sentido perfectamente seis meses después. La gente, pasado medio año, piensa otra cosa (ríe). A los seis meses tiene sentido. Los artistas y escritores tenemos el tiempo para pensar y la imaginación para ver lo que puede ocurrir en el futuro. El resto de profesiones están en cosas del día a día, no tienen tiempo de pensar en el futuro. Parte de la labor del artista es pronosticar, hablar de las cosas. Por eso nos acusan de exagerar. Claro que exagero, porque quiero que veas lo que esto puede llegar a ser. El 6 de enero se comprobó tras 4 años que el presidente de este Estados Unidos atacó la democracia. Su película terminó así, tal y como aparecía en aquella portada en la que le cortaba la cabeza a la libertad.
-Es la primera vez que tu trabajo se expone en un museo, pasando a considerarse ya no un trabajo periodistico sino una obra de arte. ¿Cómo te hace sentir esto?
-Muy orgulloso. Me encanta esa idea. Lo que para el público de todo tipo es arte se debe reconocer en un museo, está muy bien. Siempre ha sido una de mis metas. Yo vivo la vida en galerías y museos, me encantan. Pero tienen muchas restricciones. Aquí no se aprecia del todo la cultura popular. Tiene más importancia lo que está haciendo un pintor abstracto que no conecta con nadie, que un artista al que publica en una revista.
Me gusta la idea de hacer cosas que conecten con gente del mundo, con un camionero, un obrero, un migrante… esa es mi gente, mi pueblo. Gente que no tiene un arte dirigido a sus intereses. Dedicarme a ello me parece algo fascinante. Abogo por un arte más inclusivo. Cuando un museo incluye este tipo de arte, ves cómo el museo se llena de todo tipo de audiencia. Desde niños, hasta gente con ojos curiosos.
-En Cuba fue establecido el decreto 349 en 2018, a raíz del cual se impide a todos los artistas ejercer su oficio sin una licencia del Gobierno de Díaz-Canel. Ha habido muchísima oposición a esta ley, que vulnera directamente los derechos de los artistas. ¿Cómo ha afectado esto a la libertad de expresión?
-Todo empezó con el movimiento de San Isidro, en el que muchas personas fueron a protestar al Ministerio de Cultura, contra la 349. Los problemas no son solo con pintores, sino con músicos y raperos. De hecho, este decreto surgió porque el gobierno quería controlar lo que los raperos decían. Esa fue la verdadera razón. Los raperos pueden decir lo que quieran, es distinto a tener un pincel. Si eres artista y te llega una idea, debes poder expresarla sin miedo. No debes ir buscando permisos, se te quitan las ganas antes de dibujar. El artista debe ser libre de pintar o cantar lo que quiera esa misma mañana o ese mismo día.
El problema de Cuba es que educan a artistas, músicos, escritores…, pero luego les dicen lo que pueden escribir o pintar. No encaja con la realidad. No puedes dar algo gratis y luego decirle a la gente lo que tiene que hacer. Vete a otro sitio con esa basura. Lo que buscas en realidad es propaganda de estado. En una ocasión me entrevistó un tipo de allí. Antes de grabar me abrazaba, lloraba, estaba orgulloso de hablar conmigo. Pero en cuanto la cámara se puso a grabar, me empezó a preguntar cosas sobre Cuba con aire de oficialidad. Se notaba que no quería hacerlo, pero tenía que hacerlo porque trabajaba para una revista del Estado. Lo educaron así. Su trabajo era ser la voz del partido. En Cuba todos viven en un teatro, hacen su papel, saben que todo es mentira, pero hacen lo que tienen que hacer para no meterse en líos. en medio están los artistas, luchando contra todo eso.