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EL TINTERO / OPINIÓN

Doña Rita

Quizá sea pronto para analizar toda una trayectoria, pero es bueno recordar a la que probablemente pasará a la historia como una de las figuras políticas valencianas más relevante del siglo XX: Rita Barberá Nolla

27/11/2016 - 

A estas alturas seguro que saben anécdotas como que de joven fue la musa del humor, habrán vuelto a ver el corte del ‘caloret’ y habrán presenciado entre atónitos y avergonzados la bajeza moral y la maldad de algunos representantes públicos en lo que el editorial de un diario denominó “ni un minuto de humanidad”. La muerte de quien fue durante 24 años la alcaldesa de Valencia, debería abrir una reflexión sobre el comportamiento de políticos y periodistas, o si prefieren, partidos políticos y medios de comunicación. Quizá se deba incluir, entre estos últimos a las redes sociales, pero la presión cuantitativa no debería prevalecer sobre la cualitativa, es decir, debería respetarse y considerarse antes el editorial de un periódico que la “opinión” que se sitúa durante unos minutos en el trending topic de Twitter. En todo caso digo que debería abrir una reflexión, pero no soy optimista en este aspecto. La sociedad donde el espectáculo prima y la audiencia manda lleva 17 ediciones de Gran Hermano.

En este caso, como suele ocurrir siempre que se produce una muerte –suceso dramático en la neolengua– se suele decir aquello de que no hay que opinar en caliente [tras los atentados terroristas se solía decir “no hay que legislar en caliente”]. Y así todos nos sentimos la mar de sensatos, ecuánimes y ponderados. Pero sólo los muertos están fríos, los humanos a los que nos sigue corriendo sangre por el cuerpo tenemos una temperatura y no debemos renunciar a expresar con educación y algo de sentido común nuestras opiniones, si nos dejan y si nos dejamos, porque junto a la precariedad laboral, también se impone la autocensura para mantener el puesto de trabajo o la butaca de diputado. En la sociedad de los derechos y las garantías se impone a menudo la tibieza, la cobardía y la equidistancia. Qué triste.

En la mañana del pasado día 23 de noviembre y cuando la noticia del fallecimiento de Rita Barberá llegaba a todos los teléfonos móviles, una diputada autonómica del PPCV con cara desencajada me dijo: “hay mucha gente enfadada en el partido por como se han portado con Rita”. Nada sorprendente, pero sí algo que la verdad oficial ha evitado siquiera reconocer estos días, pese a las sinceras y directas declaraciones de José Mª Corbín, cuñado de Barberá quien dijo en la radio: “ha muerto de pena y en esa pena la fundamental aportación la han tenido los suyos”, en clara alusión a los compañeros del PP. Muchos echaran en falta un ejercicio de autocrítica y de reconocimiento del gran complejo que arrastra la derecha política haciendo un seguidismo, casi infantil, de los postulados de la izquierda. Y ésta a su vez de la extrema izquierda, generando un perverso bucle.

La supuesta ética en política y el comportamiento inmaculado respecto a corrupción, transparencia y regeneración se impone desde arriba, se impone desde unos sectores concretos, se impone cuando interesa –es decir cuando hay que derrocar al rival para alcanzar el poder– y cuando el objetivo se logra todo se matiza, todo se interpreta y todo vale. ¿O alguien entendería que el portavoz del ayuntamiento de la capital de España siguiera en su cargo tras una condena judicial y además abandonara una rueda de prensa al no saber responder a los medios? Igual esto les parece una pregunta retórica, fruto de mi imaginación, pero esto ocurre y seguro que no llevan semanas viéndola en los medios y sufriendo una feroz crítica en aras a esa labor de control del poder.

Me duele tener que hacer esta reflexión, que estoy convencido compartirán muchos lectores de este diario, pero si no empezamos a reconocer errores, a realizar autocrítica y a intentar ser honestos entre lo que se piensa y lo que se dice, algo falla. La muerte de Rita Barberá, debería ser ese punto de inflexión, debería servir no sólo para honrarla y recordarla sino para intentar que la dictadura de lo políticamente correcto comience su declive, pero mucho me temo que no será así. La crueldad del comportamiento en política se resume en la frase que le escuché decir al ex presidente del Consell Jurídic, Vicente Garrido en una entrevista radiofónica: “el fuego del enemigo hiere, pero el silencio del amigo mata”. 

Si algo era Rita Barberá, además de un animal político, una integrante de la sociedad valenciana, pero no como concepto de élite sino global, real. Conocía la ciudad y sus barrios y era querida y respetada –como así demuestran las mayorías absolutas– en casi todos los rincones de la ciudad, y esa misma sociedad demostró su respeto y cariño hacia su figura en las interminables colas que se formaron en el Ayuntamiento para firmar en el libro de condolencias. Esa Casa consistorial que tantas mañanas la vio entrar y en la que ella se sentía como en casa, de hecho el suelo de mosaico Nolla era obra de la empresa de su abuelo materno. También se comprobó el afecto de una gran parte del pueblo valenciano en la emotiva misa que el arzobispo Cañizares ofició la misma tarde del miércoles y que abarrotó la Catedral de Valencia. Tras este acto un amigo de la familia, Jacobo Ríos-Capapé quiso testimoniar su afecto con el ‘Ave María’ de Bach a capella frente al portal de la que fue su casa en los últimos años.

Sirvan estas líneas, donde el análisis y la crítica sobre una situación que preocupa a muchos y a la que nos han abocado unos pocos y el recuerdo a la figura de quien fue nuestra alcaldesa durante 24 años, como un humilde homenaje y recuerdo a una mujer que vivió y murió por Valencia. Descanse en Paz Doña Rita.

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