VALÈNCIA. La pasada semana la televisión alemana vivía un momento inaudito. El programa de televisión Gran Hermano se saltaba su regla fundamental -no darás información del exterior- para explicar a los concursantes la crisis del coronavirus, de la que hasta el momento eran ajenos. Lo hacían con un programa especial en el que el presentador, Jochen Schropp, visitaba la casa para contarles qué estaba pasando fuera del reality, en la realidad. Lo hacía, eso sí, apartado de los concursantes, metido en una pecera acristalada con el objetivo de no entrar en contacto físico con ellos. Oro televisivo. Algo parecido, aunque sin cristal de por medio, vivíamos en España. La academia de Operación Triunfo cerraba sus puertas -“temporalmente”, explicaron- y no lo hacía de cualquier manera. Su directora, Noemí Galera, entró al set para leer de viva voz a los concursantes restantes el comunicado de RTVE y la productora del programa con el que se ponía punto (¿y aparte?) a la edición de 2020. Los concursantes se quedaban compuestos y sin cruzar la pasarela.
En este caso no hubo programa especial en prime-time. Ni falta que hizo. Se comunicó con el canal en directo de YouTube en abierto, un vídeo que supera sobradamente el millón de reproducciones. Los llantos de los triunfitos ocuparon durante horas nuestras pantallas a través de un canal que emitió en directo desde el anuncio -comunicado a mediodía- hasta el apagado de luces de la noche, haciéndonos participes de sus reacciones, dudas y temores. La pandemia en directo. Aunque es cierto que los alumnos de la academia tenían ciertas nociones de lo que estaba pasando en el exterior (su última gala, de hecho, se tuvo que hacer sin público, en la academia y con Roberto Leal presentando desde el sofá de su casa), sus reacciones forman ya parte del collage audiovisual de este momento histórico.
No son pocos los que, en algún momento, han imaginado qué pasaría con los participantes de un reality show en un caso así. Sus deseos son órdenes. Esta es la premisa de Dead Set (2008), que la plataforma Filmin recupera e incluye desde este fin de semana en su catálogo: ¿qué pasa con los concursantes de Gran Hermano en caso de apocalipsis? Pongamos, en este caso, zombie. Este es el punto de partida de la serie, convertida a la postre en una serie de culto, una producción británica firmada por Charlie Brooker, creador de Black Mirror, que imagina una pandemia zombie que sacude a todo el país. Bueno, no por igual. Los concursantes de Gran Hermano continúan su ‘aventura’ dentro de la casa, sin tener conocimiento de lo que está pasando en el exterior del plató, una casa que les mantiene a salvo de la pandemia. Al menos al principio.
La miniserie, que consta de cinco únicos capítulos y fue emitida originalmente por el canal E4, fue nominada a los Bafta y, aunque en su día no cosechó grandes audiencias hoy, con la resaca de éxitos como Black Mirror o The Walking Dead, no son pocos los que la reivindican. A pesar de que su factura queda lejos de los grandes presupuestos que manejan sus series hermanas (quizá de haber sido ideada hoy habría recibido más mimo) la brillante propuesta de Brooker se impone a los recursos limitados.
Uno de los puntos fuertes de la serie es su conexión con la realidad del propio espectador, dibujando un escenario que le es más que conocido, lo que genera que desde el capítulo uno entre en la trama. Para ello se grabaron partes de la acción en los exteriores de la propia casa de Gran Hermano, se contó con cameos de concursantes de otras ediciones y hasta participó la presentadora de su versión británica, Davina McCall. ¿Se imaginan a Mercedes Milá corriendo mientras es atacada por una horda de zombies? Nosotros también. Para más inri, la miniserie se emitió en el canal de televisión que entonces emitía Big Brother, incidiendo así en el juego constante de realidad o ficción. El mismo espectador del reality, en la misma cadena, viendo a la misma presentadora siendo víctimas de un ataque zombie.
A finales de los 90, una comedia británica servía de resumen del legado que había sido esa década. Adultos "infantiliados", artistas fracasados, carreras de humanidades que valen para acabar en restaurantes y, sobre todo, un problema extremo de vivienda. Spaced trataba sobre un grupo de jóvenes que compartían habitaciones en la vivienda de una divorciada alcohólica, introducía en cada capítulo un homenaje al cine de ciencia ficción, terror, fantasía y acción, y era un verdadero desparrame
Netflix ya parece una charcutería-carnicería de galería de alimentación de barrio de los 80 con la cantidad de contenidos que tiene dedicados a sucesos, pero si lo ponen es porque lo demanda en público. Y en ocasiones merece la pena. La segunda entrega de los monstruos de Ryan Murphy muestra las diferentes versiones que hay sobre lo sucedido en una narrativa original, aunque va perdiendo el interés en los últimos capítulos