arte contemporáneo

Daniel García Andújar repasa su resistencia artística en el Centre del Carme

El alicantino presenta una Sistema Operativo. Colecciones, una extensa revisión de su creación, que contrapone sus obras más emblemáticas con otras inéditas

26/10/2018 - 

VALÈNCIA. Durante estos días, un autobús de la línea 5 de la EMT recorrerá la ciudad pintado de color amarillo. Las paredes del claustro del Centre del Carme se llenarán de frases con filosofía vacía como “Feel the difference” o “Everything is connected”.  Estas intervenciones son la antesala de Sistema Operativo. Colecciones, la revisión más extensa hasta la fecha del artista alicantino Daniel G. Andújar, que ocuparán la sala Ferreres del CCCC hasta el 20 de enero.

La muestra es el escenario principal de un tríptico de exposiciones de Andújar: una ya finalizada en el Museo Reina Sofía de Madrid y otra que se llevará a cabo a partir de marzo en La Virreina de Barcelona. La posición central que ocupa esta revisión permite contraponer algunos de sus trabajos más comentados con obras inéditas rescatadas de su archivo más primigenio y personal. Un recorrido a través de casi  30 años de carrera, con un paso esencial para su obra de lo analógico a lo digital.

La sala Ferreres se convierte, en un primer espacio, en una especie de homenaje al proyecto e-valencia.org, que se convirtió en un foro (antes de la actual fiebre de las redes sociales) de contestación y resistencia ante las políticas culturales que se llevaron a cabo en la ciudad durante la década 2001-2011. Con el proyecto cerrado por presiones políticas, la sala sirve para materializar esa lucha, que empezó con el cierre del Centre del Carme como sede del IVAM y que actualmente recibe a Andújar como una de las propuestas más firmes de la programación del centro. Justicia poética que el artista quiere transformar en mensaje hacia una ciudadanía que espera que ejerza su derecho de vigilancia y control a sus instituciones y su cultura.

Una galería del siglo XIX en el Centre del Carme

También ha transformado el pasillo de la sala en una gran galería del siglo XIX. Primero con un montón de partes del cuerpo (hechos con el material con el que se elaboran las fallas) representando el canon griego y presididos por una figura sin género. Más adelante, su proyecto Hack the Museum, que reproduce obras maestras de la Historia del Arte para resignificarlas, intentando deconstruir la idea de la pieza original y la copia.

A partir de entonces, las diferentes salas intentan recoger, de manera temática en vez de cronológica, las grandes preocupaciones del artista a lo largo de su carrera, creando una selección difusa aunque contundente. El alicantino muestra sus constantes, como su providencial reflexión sobre el uso del espacio público y su relación con la corrupción décadas antes de la burbuja inmobiliaria y la turistificación, o el violento buen gusto con el que se diseñan artículos como una pistola o un uniforme antidisturbios.

Otros temas en los que se sumerge esta exposición es la identidad digital, la vigilancia y la consecuente desobediencia, las reglas de la distribución y el concepto de copia y original. Y de una manera transversal, en la medida en la que su arte es esencialmente político, una profunda reflexión sobre la otredad que es el punto de salida de un joven artista de poco más de 20 años, allá por finales de los 80.

El valor de esta selección de 53 proyectos está en encontrar, además de la retrospectiva clásica, “las fuentes primeras de su obra”, según el comisario de la exposición Valentín Roma. También el de construir un foro en el que avanzar en vez de perderse en una simple arqueología de obras. Y ante todo, una especial atención (un guiño constante) a la realidad valenciana, de la que escapó cuando se trasladó a Barcelona y a la que vuelve en el lugar al que dedicó diez años de su resistencia artística.

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