Cultura para (intentar) olvidar la covid: estos son los títulos que elige el personal sanitario

Al borde del agotamiento físico y mental, enfermeras, responsables de limpieza, doctoras y rastreadoras nos cuentan a qué películas, series y lecturas están recurriendo entre turno y turno para escapar del horror cotidiano

1/02/2021 - 

VALÈNCIA. Entre los muchos lugares comunes que nos está dejando esta pandemia del demonio que parece no acabarse nunca, se encuentra la idea de que la cultura nos acompaña en los momentos más difíciles. Que nos nutre, nos ayuda a escapar de la realidad, nos reconforta y nos permite vivir otras vidas, ser otras personas. En cada ola coronavírica que arrasa con nuestras certezas, todo hijo de vecino está encontrando ese libro, ese videojuego, esa canción o esa serie que le consuela, le da esperanza o, simplemente, le hace disfrutar cuando a su alrededor cunde la desazón. Así ha sido al menos para el grueso de la población, pero, ¿qué sucede en el caso del personal sanitario, abocado desde hace casi un año a un escenario de agotamiento, estrés abrumador y angustia? En ese día de la marmota en el que se ha convertido la existencia de quienes se están dedicando a intentar salvarnos la vida, ¿qué producciones culturales están ejerciendo como vía de escape a la desgracia cotidiana? En Culturplaza nos hemos puesto con diferentes profesionales del ámbito de la salud para conocer qué títulos les mantienen a flote en mitad de ese naufragio al que llamamos presente.

Empezamos con Puri, quien hace 34 años que trabaja en el servicio de limpieza de un hospital valenciano y desde marzo se encarga de acondicionar una planta dedicada a atender a pacientes de coronavirus. En primera fila desde el minuto cero, su labor – intensa, incesante e imprescindible para que la enfermedad no campe a sus anchas por los pasillos-- a menudo queda en un séptimo plano, invisibilizada o menospreciada. “Las autoridades no nos consideran personal sanitario, somos lo últimos para todo, es cruel”, se lamenta.

Y es que, aunque quizás muchos no pensaban en este sector en los ya lejísimos aplausos de marzo, el personal de limpieza afronta la tragedia con cada nuevo turno de trabajo. Introduce aquí un denominador común a todas las personas consultadas: evitar estar pendiente de la actualidad, de las portadas de los periódicos y los telediarios. Así lo explica ella: “Las noticias las veo poco, con lo que tenemos en el hospital día tras día ya es suficiente. Aunque ahora estemos más habituados, lo seguimos pasando muy mal, con muchísimo estrés. Hay momentos terribles. Algunos días que tengo que salirme de la habitación que estoy limpiando porque no puedo más con la ansiedad y necesito tomarme un momento parar respirar y beber agua”. Por ello, en las ficciones a las que recurre en su tiempo libre prima el dese de “despejar la mente un poco, reír y desconectar de los problemas”. Así que, al acabar la enésima jornada laboral devastadora, se suma al fenómeno de las telenovelas turcas que están arrasando entre la audiencia española desde hace unos meses. Puro goce que no exige al espectador más esfuerzo que el de las pupilas. Pájaro soñador o Te alquilo mi amor son algunos de los títulos del penúltimo bombazo de la ficción televisiva importada (con permiso de las películas alemanas de sobremesa que emite TVE, claro). Un fervor que no se vivía en estas latitudes desde Pasión de Gavilanes. “Entiendo que cada vez tengan más éxito porque van fenomenal para distraerse y sentirse acompañada”, apunta.

“Me desinfecto el cuerpo, pero cuesta mucho más desinfectarse psicológicamente de todo lo vivido”

“No siento que vayamos por la tercera ola, para mí seguimos en la misma. Da mucha pena ver cómo se van abriendo más plantas de dedicadas al coronavirus. El hospital se ha convertido en nuestro único tema de conversación, lo único que nos ayudan son los libros y la música. De hecho, hay días en los que lo único que me anima es el trayecto de ir leyendo en el metro de camino al trabajo”, señala Natalia, enfermera en un hospital de València. Fan acérrima de Harry Potter y compañía, podría suponerse que estos tiempos convulsos la han empujado a regresar al universo de Hogwarts, pero la vida te lleva por caminos raros: “como ya conozco las historias y ya sé lo que va a suceder en cada trama, no consigo desconectar”. Tocaba pues, optar por atravesar sendas desconocidas: “me obligo a leer cosas muy diferentes a lo que consumo habitualmente. Me ayuda estar pendiente de algo nuevo, es una forma de quitar todo el ruido de la cabeza. Cuando llego a casa, me desinfecto el cuerpo, pero me cuesta mucho más desinfectarme psicológicamente de todo lo que he vivido. No puedo meterme en la cama y ya está”. Y aquí salen al rescate títulos como Las Malas, en el que Camila Sosa narra la vida de una comunidad trans en Argentina; o Los pacientes del doctor García, de Almudena Grandes, volumen que emplea “para conversar con mis propios pacientes”. Y si nos pasamos al plano audiovisual, toman el control The Crown, la serie que sigue a la familia real británica durante el siglo XX y el mitquísimo reality RuPaul’s Drag Race (ella va por la quinta temporada, así que nada de spoilers).

Violeta, estaba ejerciendo como auxiliar en una residencia de ancianos cuando se produjo un brote de coronavirus “en ese momento el nivel de estrés es máximo y resulta imprescindible tener espacios de desconexión para poder volver a conectarte al día siguiente con energía”, resalta. Para ello, se ha dedicado a bucear en el océano de las series, “pero siempre huyendo de las que hablan de enfermedades, de medicina o de hospitales, que ya bastante tenemos con lo que tenemos”. De hecho, aunque ha recurrido a títulos como La trilogía del Baztán, también confiesa que le ha dado por la nostalgia adolescente: “he vuelto a ver Física o Química, no sé por qué, pero me relajaba mucho. Y también a las canciones de cuando tenía 15 años, hay mucha música actual que ya no me apetece escuchar”. No en vano, en ocasiones la memoria nos acurruca y esos lugares sonoros y visuales que reconocemos como familiares ejercen de madriguera en la que cobijarnos del horror externo.

Sería un error pensar que los productos culturales tiene como único fin elevar el espíritu; a veces, una solo busca en la ficción un disfrute genuino, sin más aspiraciones que pasar un buen rato. La posibilidad de evadirse de la realidad, aunque solo sea por unos minutos, no parece moco de pavo en mitad de una crisis mundial en la que la incertidumbre emponzoña cada casilla del calendario. Esa necesidad de salvaguardar pequeños espacios de placer y desconexión, se vuelve todavía más acuciante para los profesionales sanitarios si tenemos en cuenta el estudio realizado por el Hospital del Mar y en el que se alertaba de los peligros que estaba suponiendo el coronavirus para la salud mental de estos trabajadores. Así, entre los datos recogidos se apunta que casi la mitad de los profesionales sanitarios presenta un alto riesgo de trastorno mental derivado de la pandemia y un 14,5% está sufriendo alguna patología psicológica que está afectando a su vida laboral y personal. Si la fatiga pandémica es una realidad para la ciudadanía que solo está experimentado sus consecuencias de manera tangencial, en el caso de quien la habita esa tristeza ansiosa puede alcanzar cotas insoportables. Encontrar una forma de canalizar al estrés acumulado y la ansiedad no se trata pues de un capricho, sino de una cuestión de supervivencia. La frivolidad es sanadora.

“En un momento tan difícil como este, es casi más importante desconectar emocionalmente que físicamente, pues de nada te vale dormir 8 horas si no haces otra cosa que ir y venir del trabajo, eso te machaca. Tener una vía de escape a ayuda a seguir, a no quemarte y a ir a trabajar con más predisposición. No hay salud sin salud mental, debemos empezar a asumir eso como mantra”, defiende Estrella, médico residente que se ha iniciado en la selva sonora de los podcasts: “estoy escuchando muchos episodios de Nadie al volante, en el que analizan series desde el punto de vista de la psicología y la psiquiatría. Cuando busco algo de humor recurro a Estirando el chicle o Nadie Sabe Nada. Y para saber más de alguna película, me pongo Cinemascopazo. Me permiten evadirme y al mismo tiempo, hacer las tareas domésticas pendientes”. Al contrario que a algunos de sus colegas, a Estrella los tiempos pandémicos, en lugar de arrojarle en brazos de lecturas amables y cálidas, le han permitido retomar su afición por la novela negra. También ha convertido en un sinónimo de hogar los fotogramas en blanco y negro de Casablanca o las primeras cintas de Almodóvar.

Salseos decimonónicos, Call of Duty y otras formas de evasión

“Liberar la mente, airearla, es muy importante. Volvemos a casa bloqueados por todo lo que estamos viviendo y necesitamos encontrar recursos que nos permitan seguir en marcha”, mantiene Paula, farmacéutica y, durante los últimos meses, devoradora profesional de series. Cada capítulo supone un puñado de minutos en los que huir de una rutina extenuante. “Creo que habré visto unas 18 series ya”, calcula. Eso sí, el objetivo final es la evasión total y absoluta: “elijo siempre títulos muy ligeritos. No quiero nada dramático ni que me genere inquietud”. Y claro, como media humanidad, en estas navidades se ha zampado Los Bridgerton, la producción de Shonda Rhimes que, según afirma Netflix, es la más vista en la historia de la plataforma con 82 millones de visionados en sus primeros 28 días. No hay nada mejor para olvidar el presente que una buena dosis de salseo decimonónico, con sus enaguas, sus bailes, sus romances y sus tacitas.

Y junto al mamarrachismo de Shondaland, Johann Sebastian Bach. Tremendo combo. Pero es que resulta que Paula combina la medicina con el violonchelo y aunque los vaivenes de la actualidad no le dejan demasiado tiempo para practicar, sí está encontrando un refugio mental en composiciones como la Suite de Bach para violonchelo. También hay hueco aquí para Mozart, al que está revisitando a través de La Flauta Mágica, entre otras piezas. La música, sin la cual, como escribía Nietzsche, “la vida sería un error”, está siendo también una de las vías de escape de Víctor, enfermero en una planta covid. “Cuando llego de un turno no tengo fuerzas ni para elegir canciones concretas, así que le pido a Alexia que me vaya poniendo temas de pop de forma aleatoria”. Y aunque la evasión auditiva está muy bien, pocas cosas hay más eficaces para liberar estrés que pegar unos cuantos tiros virtuales, quizás por ello, otro de los recursos que está empleando es jugar al Call of Duty.

Pruebas PCR, test de antígenos, rastreo de contagios y seguimiento de casos positivos así transcurren los días de Isa, dedicada a la vigilancia epidemiológica e inmersa desde hace meses en un torbellino de intensidad laboral que parece no tener fin. “me quedo dormida en el sofá sin importar qué hay en la pantalla, no soy capaz de leer…”, explica. Aun así, al menos para los minutos previos a verse atrapada por Morfeo, huye veloz de “cualquier cosa que pueda afectarme por ser demasiado dramático. Necesito mensajes simples y, por supuesto, que no tengan nada que ver con la realidad del día a día. No puedo ni ver un thriller porque me deja malas sensaciones”. El simple hecho de centrarse en un argumento comienza a suponer ya una muralla infranqueable, “no consigo prestar atención, el agotamiento mental y emocional es tan grande que no penetras en las historias, no haces caso a lo que te están contando porque resulta muy difícil desconectar. La vocación es muy bonita, pero no somos superheroínas, somos personas que no podemos más”.

“Necesito sentir que hago algo más que dormir y volver al caos”

Mónica ejerce como internista en una planta de hospital destinada a pacientes covid. En su caso, la pandemia le está sirviendo para profundizar en una afición que ya tenía muy cultivada: los juegos de mesa de toda clase y condición, con especial predilección por los de rol. “Llevamos años comprando juegos diferentes y, durante el confinamiento, encontramos muchos que te podías descargar por Internet para imprimir y jugar en casa. Es una forma de practicar la agilidad mental y la imaginación, pero también de distraerte de todo lo que está pasando. Nadie que no lo esté viviendo es consciente lo exhaustos que estamos”, sostiene la doctora. Así, entre día catastrófico y día catastrófico encuentra cierta burbuja mental en explorar todas las posibilidades de propuestas como Roling Ranch, un juego basado en reconstruir tu granja y recuperar a tus vacas y cerdos. ¿Hay algo que ayude a desconectar mejor que tener que encontrar a unas gallinas imaginarias que se han escapado del corral? Obviamente, no.

Llevo meses sin aguantar una película entera, me quedo dormida de todo el cansancio acumulado. Al final, he tenido que optar por series de capítulos cortos. Busco cosas banales, nada de metafísica”, explica Isabel, médico de atención primaria en un centro de salud. No extraña, por tanto, que entre la lista de producciones que le han estado acompañando en estos meses se encuentre la comedia Mira lo que has hecho, escrita por el humorista Berto Romero. Y, a pesar de la extenuación que confiesa arrastrar, reivindica la necesidad de robarle al reloj franjas de ocio: “necesito sentir que hago algo más que dormir y volver a otro día de desastre, necesito mantener algunas actividades”. En este sentido, reconoce que el personal sanitario se encuentra a estas alturas “muy tocado psicológicamente. Llega un momento en el que vives en otro mundo de tanto estrés que vas acumulando”. Al final, se trata de intentar repetirse cada día eso que decía Orwell de que lo importante “no es mantenerse vivo, sino mantenerse humano”.

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