VALÈNCIA. Ya no hablan tanto de la típica “montaña rusa” de las emociones del emprendedor, del pensar en grande o de la mentalidad ganadora, ahora hablan ya abiertamente de depresiones profundas, de crisis de ansiedad y de derrumbamientos. Igual los tiempos no son los mejores, pero a los emprendedores parecen estar pasándoles una factura especialmente elevada.
El doctor Dr. Freeman ya capitaneó hace tiempo un equipo de investigación para analizar, entre otras cosas, la personalidad y los distintos estados de ánimo que pueden alterar a los emprendedores. Los resultados de la investigación, publicados posteriormente, arrancan con una frase de Aaron Swartz, el joven programador y emprendedor estadounidense que terminó suicidándose a la edad de 26 años tras verse involucrado en un juicio por supuesto robo de información. Entre las conclusiones del estudio se cita la depresión, como la afectación más frecuente. Bipolaridad, TDAH, manías, ansiedad o abuso de sustancias son otros de los riesgos que asocia la investigación a los emprendedores.
Las causas que provocan los cambios de ánimo pueden ser muy diversas. No hace muchos días que el emprendedor Íñigo Juantegui, participante en proyectos tan exitosos como La Nevera Roja o, ahora, OnTruck, se descolgaba con unas declaraciones a otro medio en el que alertaba sobre la presión excesiva que sufren muchos emprendedores al encarar una ronda de inversión: “Es algo de lo que no se habla, parece que si vas al psicólogo estás enfermo”, decía. Él mismo reconocía haber consumido pastillas para dormir durante varias semanas a consecuencia de las negociaciones de la última ronda de inversión.
Pero no es el único. Más prolongado parece que fue el malestar de Diego Ballesteros quien no ha tenido reparo en anunciar en las redes sociales la puesta en marcha de una iniciativa tras sufrir una fuerte depresión que le tuvo ‘fuera de combate’ durante meses. Tras muchos años como emprendedor de éxito, en los que ha formado parte de proyectos como Ocioteca.com, MundoSalud, Niumba, Sindelantal…y, el último, BEWE.io, narraba el pasado mes de marzo en un hilo abierto en Twitter: “estaba obsesionado con crear nuevos proyectos, darle forma a nuevas ideas y todas mis prioridades se enfocaron casi exclusivamente en mi vida profesional. En mayo de 2020, en plena pandemia y tras dos meses trabajando a destajo para cerrar una ronda de inversión, toqué fondo”.
Tras un periodo en tratamiento psicológico y un cambio radical en su vida, empezando por la ciudad de residencia y acabando por los hábitos y rutinas, un año después decía sentirse recuperado casi al 100% y con las energías renovadas. Otra lección importante que dice haber aprendido es vivir en el momento presente en lugar de estar siempre trasladándose a posibles escenarios futuros. Lo que Ballesteros vivió durante ese tiempo y las medidas adoptadas para recuperarse lo cuenta muy claro en un post publicado en Suma Positiva escrito en colaboración con Juan Pablo Nebrera (fundador y CEO de Brooklyn Fitboxing).
Pero el CEO de Bewe no quiere volver a vivir lo mismo ni que tampoco le suceda a otros emprendedores. Para evitarlo, ahora lidera la puesta en marcha de un proyecto social bautizado como Ancla.life. Se trata de una iniciativa enfocada a eliminar el estigma existente sobre la salud mental y prevenir posibles patologías en el ámbito emprendedor de habla hispana. La intención es lanzar, antes de que finalice el año, una aplicación que contenga información y herramientas útiles para lograr el adecuado equilibrio mente/cuerpo. Para su desarrollo piden voluntarios y muchos emprendedores han expresado ya su deseo de colaborar.
Aunque tanto en el caso de Juantegui como en el de Ballesteros la crisis hubiese podido desencadenarla una causa externa puntual, como es una ronda, lo cierto es que la carga emocional que a diario soportan los emprendedores es muy superior a la media. Personas proactivas, dinámicas, propensas al riesgo, eficaces, resilientes…son solo algunos de los atributos que se asignan a la personalidad emprendedora, igual demasiados para dar la talla a diario. El problema se acentúa en los CEO como responsables últimos en la toma de decisiones.
Uno de los principales lamentos que José David Fernández, consultor de negocio, dice recibir de sus clientes es la soledad. “Al final es al CEO al que le llegan todos los muertos, ellos son quienes tienen que adoptar las decisiones trascendentales que no siempre son gratas. Se sienten incomprendidos por el equipo, por su familia o por los amigos a quienes no puede consultar porque muchas de las respuestas que reciben son sesgadas y, a veces, hasta egoístas, aunque sea inconscientemente. A tu pareja le va a costar entender que trabajes tantas horas, o que tengas la necesidad de abrir una sede en Nueva York cuando la empresa va como un tiro en España y en Europa. En muchas situaciones, la única persona que puede entender a un emprendedor es otro emprendedor que haya pasado por lo mismo, que sea capaz de darle respuestas sólidas, con valor, por eso me parece muy loable la iniciativa de Ancla.life”.
Ancla es el acrónimo que resulta de los siglas de los cinco valores que recoge la organización: aceptación, neutralidad, cooperación, libertad y aprendizaje. En el primero de ellos, el de la aceptación, asumen que “los emprendedores convivimos con estresores constantes además de contar con una predisposición biológica a desarrollar enfermedades mentales, todo ello, en una proporción muy superior al resto de la población. Esta es una realidad que debemos aceptar y trabajar en ello para afrontar las distintas situaciones a las que estamos expuestos”. El estudio de Freeman así lo advertía también.