VALÈNCIA. Me resulta muy complicado esto de escribir sobre series porque ahora mismo lo siento como algo banal. Llevo dándole vueltas a este artículo días y días, desechando ideas y contenidos. Mi mente está muy dispersa, como la de todos, supongo, y me cuesta centrarme en una tarea específica. Pero es que, además, no tengo el ánimo para escribir sobre cualquier cosa y sospecho que ustedes tampoco lo tienen para leer según qué vainas. Y el caso es que sí leo textos de otros y agradezco mucho los contenidos culturales que encuentro aquí y allá. Pero no, no encuentro el enfoque.
Encima esta sección se llama ‘Las series y la vida’, que quién me mandaría a mí, porque ahora que la vida se parece más que nunca a una serie, con sus giros de guion, su suspense y sus cliffhangers, no sé cómo encarar la escritura. Y no será porque, allá dónde mire, no encuentre constantemente referencias a la ficción.
La peste, de Albert Camus, citado a troche y moche por redes sociales y medios de comunicación. El tráiler de Contagio, la peli de Steve Soderbergh que parece ahora un espejo y una predicción, compartido por redes y whatsapp. El Decamerón, por supuesto. La realidad como una película, cruel y nihilista, de Michael Haneke: residencias de mayores convertidas en morgues, personas enfermas confinadas en una habitación, gente muriendo sola sin nadie que les coja la mano, familiares que no pueden despedirse de sus seres queridos, mujeres maltratadas conviviendo con su verdugo. El final de Vengadores: Endgame convertido en metáfora épica de la situación.
Los cuadros de Edwar Hopper que, hoy más que nunca, riman con nuestras vidas. El dolor y la desolación de The leftovers, esa serie extraordinaria que de ningún modo hay que ver estos días. Memes de Alien: ¡no hagas como los tripulantes de la Nostromo y quédate en tu cubículo! Y Resistiré (por favor, basta), Sobreviviré (¡por favor, basta!) y Color esperanza (¡¡por favor, basta!!). Imagine estrepitosamente desafinada por un grupo de famosos. The walking dead, cómo no. Y Luis Buñuel de nuevo de moda, gracias a El ángel exterminador (otra que tampoco hay que ver mientras dure el gran confinamiento).
Y es que la situación que vivimos es inédita para todos nosotros, pero la hemos visto muchas veces en un montón de relatos. ¿Significa eso que la ficción nos está ayudando a entender o, por lo menos, a percibir con cierta claridad algunas cosas? Pues qué quieren que les diga. Yo qué sé. Solo puedo sospechar que a lo mejor, puede, quizá, es posible que, por ejemplo, no nos sorprenda y traguemos con tanta facilidad ver militares en las ruedas de prensa y en las calles porque ya lo hemos visto en cada peli y serie sobre contagios o grandes emergencias. No es una imagen nueva.
El lenguaje bélico que se está utilizando desde la administración y los medios de comunicación, el esto-es-una-guerra y somos-soldados, a lo mejor, puede, quizá, es posible que tenga que ver, además de con una forma dominante de ver el mundo, con algo que hemos interiorizado a través de tanta serie, telefilm y blockbuster. Porque esto no es una guerra y no somos soldados ¿verdad? Es una emergencia sanitaria y somos ciudadanía, personas, civiles. Y como tales, lo resolveremos desde lo comunitario, promoviendo los cuidados, la atención mutua, lo colectivo y lo público.
Si nos quedamos en lo bélico no es de extrañar que florezcan en los balcones los odiadores que señalan, insultan y denuncian a todo el que pasa por la calle, aunque no tengan ni idea de por qué está allí. Y mira, esto sí que lo hemos aprendido en series y películas y lo podemos aplicar a nuestra vida confinada: el delator es un personaje feísimo, que concita el desprecio de todo el mundo. No lo seas.
Hablando de personajes. Aunque lo sabemos por vía directa, ya que quien más quien menos conoce a alguien que trabaja en el sector sanitario, la admirable entrega de doctoras, enfermeros, celadores y todo el personal de un hospital en momentos de emergencia tampoco nos sorprende. Desde que la tele es tele existen series de hospitales, son un clásico. Tenemos relatos e imágenes en la cabeza más que suficientes para hacernos una idea de lo que ahí está sucediendo. ¿Quién no ha pensado en estos días en secuencias de Urgencias, Anatomía de Grey u Hospital Central?
Sin embargo, de lo que no tenemos imágenes en nuestra cabeza de espectadores es de los héroes y heroínas de los supermercados, las tiendas y el sector de la distribución. Reponedores, cajeras, tenderos, fruteras, transportistas o limpiadoras no abundan en las series. He buscado y rebuscado las que están protagonizadas por personajes de este tipo y prácticamente no hay. Aparte de dos o tres cosas que nadie ha visto, destaca Superstore, sitcom ambientada en una gran superficie que emite en España Comedy Central. Protagonizada por el grupo de empleados de la tienda, cuenta, a través de un humor gamberro e incómodo, un poco en la línea de The office (USA), las mezquindades y servidumbres del mundo laboral y de la estructura jerárquica. Y no está nada mal.
Y es que, más allá del cine de Ken Loach, los hermanos Dardenne, y, quién lo iba a decir, algunos de esos persistentes telefilms alemanes de sobremesa, no es fácil encontrar limpiadoras y tenderos en el mundo de la ficción. Y mucho menos fuera de la comedia. El frutero de Siete vidas; La estanquera de Vallecas (Eloy de la Iglesia, 1987) y la de Amarcord; las cajeras de La tira, aquella serie conformada por sketchs que incluía las desventuras de dos empleadas de supermercado de barrio; Ibrahim en su oscura tienda de París (El señor Ibrahim y las flores del Corán, François Dupeyron, 2003); la inefable gasolinera de Lleno por favor; la maravillosa tienda de Ruth Anne en Cicely (Doctor en Alaska); las españolas emigradas a París que forman Las chicas de la sexta planta (Philippe Le Guay, 2010); la Juani de Médico de familia; las empleadas latinas que trabajan en Beverly Hills de Criadas y malvadas; Una palabra tuya, novela de Elvira Lindo primero y película de Ángeles González Sinde después; Cleo, la inolvidable protagonista de Roma (Alfonso Cuarón, 2018), entre otros pocos.
Como ven, muy pocos personajes protagonistas. Salvo excepciones, casi nada fuera de un cine social y minoritario o del terreno de la comedia. Y dentro de ella, abundancia de clichés, algunos tirando a ofensivos. ¿Incluirán a partir de ahora más de estos personajes las ficciones? ¿Serán esos personajes más interesantes? ¿Tal vez entenderemos de una vez por todas que la sociedad está sostenida por la clase trabajadora y no por los grandes empresarios que hacen donaciones mientras defraudan a hacienda?
Y basta por hoy. No sé si he encontrado el enfoque que les decía, porque me siento más bien desenfocada. Creo que, al final, he acabado confundiendo realidad y ficción, más un poco de arenga de señora encerrada en su casa, ya me disculparán. En fin, espero que estén ustedes bien y que la cultura y el sentido del humor les ayuden a sobrellevar la situación. Ah, me olvidaba: #Yosoytitiritero #Orgullotitiritero
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