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'2 Broke Girls', cancelada

Cuando la liberación sexual inundó el prime time

Ha sido retirada después de seis temporadas, pero 2 Broke Girls logró aguantar en horario de máxima audiencia entre cupcakes azucarados y bromas de sexo duro

27/05/2017 - 

VALÈNCIA. Que 2 Broke Girls se emitiera en el prime time de la cadena americana CBS venía a ser como montar una fiesta de tupper sex en un jardín de infancia. Aderezada, eso sí, con humor y cupcakes. La serie de Michael Patrick King y Whitney Cummings nos mostró una relación adorable entre dos camareras que vivían juntas y que trabajaban en uno de los peores restaurantes de Nueva York, pero que seguían adelante decididas a cumplir su sueño de tener su propia tienda de pastelitos con determinación, amistad y mucho humor sexual. Tras seis temporadas, ha llegado su cancelación.

La serie presentó a las chicas peor habladas de la televisión entre bandejas de sándwiches y faldas cortas. Una comedia de situación tradicional con un tono mucho más atrevido, chistes sexuales, bromas sucias y un “pene” cada dos frases. Durante varias temporadas, Kat Dennings y Beth Bers dieron vida a Max y Caroline, a su deprimente presente, a su esperanzador futuro lleno de magdalenas de colores y a su boca sucia con mucha dosis de girl power en la que no había tiempo para salseo con hombres, al menos en la historia principal. Porque 2 Broke Girls era una serie repleta de chistes malos, punch lines de monotonía sexual, frases en lata que aguantaban en repeat varios episodios, pero también alejada de las convenciones clásicas del papel de una mujer en una sitcom. Max y Caroline eran independientes, mal habladas, disfrutaban de una libertad sexual enormemente plena como para encajar en un prime time y los líos amorosos (por fin) no eran el eje de central de cada historia. La versión yonki de Sexo en Nueva York.

Campo de nabos en máxima audiencia

 “¿Cómo de lejos puedes ir en una primera cita?” “¿Anal?” Era una de las muchas conversaciones del estilo que se paseaban en horarios de máxima audiencia de la mano de nuestras camareras favoritas. Desde constantes menciones a la masturbación en cualquier diálogo, hasta rebosante humor negro basado en familiares drogadictos o violadores, 2 Broke Girls se las apañó para permanecer en horario infantil como un ninja de la programación, camuflada bajo la apariencia de una sitcom entrañable de dos jovencitas que trabajan en un bar para ganarse la vida. Claro, se hizo bastantes enemigos entre la audiencia con hijos, que miraban asombrados cómo a Max se le caía un bote de soda de debajo de la falda o las constantes bromas relacionadas con los órganos sexuales masculinos y femeninos, ya casi dos protagonistas más de la serie. Entre todo este panorama sexual, seguramente la escena de Max abriendo el periódico mientras proclama: “quiero mirar mi horóscopo a ver si seguiré siendo una puta en el futuro” sea la que más se consigue acercar a la calificación de “para todos los públicos”.

Variando su emisión entre las 8 y las 9 de la noche en la CBS, recibió numerosas críticas que acusaban a la serie de vulgar y obscena, como poco. No a todo el mundo le gustó que en el menú del restaurante en el que trabajaban Max y Caroline estuvieran incluidos los comentarios sobre vibradores o sobre el tamaño del pecho. Con cientos de críticas recogidas en la FCC, la Comisión Federal de Comunicaciones de EEUU, y muchos “¿es que nadie va a pensar en los niños?”, 2 Broke Girls aguantó intacta (y estancada) durante seis temporadas en las que no solo pasaban del horario infantil, sino que lo invitaban a unirse a una orgía. Michael Patrick King es uno de los creadores del show, pero también de Sexo en Nueva York, y la marca de la casa parece clara: la charla sexual debe aparecer para moldear el argumento del episodio o simplemente para puntualizar una conversación con un gag que no llega de otra manera. El problema, sin entrar en comparaciones, es que Sexo en Nueva York se emitía en HBO, canal de pago.

A King le han llovido críticas (tanto sobre el aspecto sexual de la serie como de sus trazos de racismo) como si tuviera una diana pintada. El humor obsceno que horroriza a la crítica es alabado por su creador. “Es un mundo muy diferente el de las 20:30 de la CBS actual y el que era en 1994”, argumentó una de las tantas veces que tuvo que defenderse. Desde luego, con una audiencia notable durante sus primeras temporadas, un gran sector del público objetivo compartía este placer culpable con Patrick King. Porque además de la saturación de la palabra “vagina”, una de las favoritas de las protagonistas, 2 Broke Girls era una fuente inagotable de chistes sobre coreanos, gays o los “modernos”, todo oculto bajo esa apariencia de sitcom blanca. Así, el recurso del estereotipo contaba con su momento de gloria en cada episodio.

La veinteañera protagonista

2 Broke Girls consiguió poner a la veinteañera independizada como protagonista de la parrilla. Pese a su concepto tradicional de comedia de situación y un humor que no era ni mucho menos para tirar cohetes (pero perfecto para una serie de esas que no sirven para hacer un maratón en Netflix), Max y Caroline dieron un empujón a una imagen femenina que poco había podido verse en televisión hasta entonces, con comportamientos usualmente encarnados en personajes masculinos. Una representación que reflejaba la realidad de las chicas jóvenes recién independizadas que odian su trabajo, que no tienen un duro y que aman el humor escatológico y las referencias a los hipsters, Instagram o Justin Bieber por encima de todas las cosas. Un humor que a veces arrancaba una risa culpable y que otras inundaba el cuerpo de incómoda vergüenza ajena.

No es la única que, en su momento, se lanzó a plasmar esta imagen en los personajes de mujeres. En el mismo año de su emisión, 2011, nació también New Girl en Fox y un año después arrasaría Girls en HBO, pero la sitcom con la que 2 Broke Girls parece tener más parentesco es con Broad City. En la línea, pero en una posición mucho más elevada y con un humor brillante, la web serie que amparó Amy Poehler y que transfirió a Comedy Central se basa en una premisa similar: dos amigas de Nueva York que tienen más deudas que situaciones incómodas y que el poco dinero que ganan en su triste trabajo se lo gastan en el alquiler, marihuana y alcohol.

La de la CBS ha ido tirando de estereotipos y bromas encajadas en un argumento estancado desde la tercera temporada y ha desafiado un horario infantil en abierto blandiendo un consolador como espada de guerra. Y aun así ha aguantado más de un lustro y ha roto el corazoncito a los seguidores que se aplicaban como forma de vida los remates de Max en cualquier conversación. Porque el carisma de Kat Dennings y Beth Bers, junto con Sophie (el brillante personaje de Jennifer Coolidge), eran la joya de la corona, porque esa cruda y decadente realidad engancha, y porque a la vida que prometía Sexo en Nueva York, sinceramente, ya es muy difícil aspirar.

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