INDUSTRIA CULTURAL 

Creadora busca tiempo, techo y brújula: ¿qué es eso de una residencia artística?

6/09/2021 - 

VALÈNCIA. La vida te lleva por caminos inescrutables y, en ocasiones, una gacetillera acaba rodeada de amistades que se dedican a asuntos artísticos. En ese supuesto caso, es posible que abunden las conversaciones sobre solicitar y conseguir residencias. Si es así, esas amistades creativas partirán durante semanas o meses hacia esas misteriosas ‘residencias’, de las que volverán con un buen hatillo de propósitos en distintos estados de germinación. Para quienes atravesamos la burbuja inmobiliaria, la asociación de ideas nos retrotrae velozmente al binomio ‘segunda residencia’, es decir, urbanitas con apartamento en Cullera o similares. Pero no parece que la cosa vaya por ahí. Sacamos libreta y boli y lanzamos la pregunta: ¿qué es eso de una residencia artística? 

Paso 1: ponerse el chip Go big or go home y perfilar el modelo ideal (un saludo a Platón). Así, una estancia potente y completa debería incluir un espacio de trabajo, otro de convivencia con el resto de becados, una remuneración económica para evitar que los creadores deban alimentarse de cartón y raíces y algunas sesiones de acompañamiento por parte de expertos. Como hemos venido a soñar, si pueden alargarse en el tiempo para ofrecer cierta estabilidad, pues miel sobre hojuelas. Bajando al mundo real, encontramos algunas iniciativas que sí cumplen todos estos requisitos y otras que ofrecen condiciones más modestas, pero de las que igualmente pueden brotar propuestas suculentas. Las tenemos de todas las gamas cromáticas: en enclaves rurales y grandes urbes; en edificios oficiales y en alquerías; a pocos kilómetros o tras un viaje trasatlántico. 

La intérprete de danza Marta García tiene en su haber un surtido de residencias que haría temblar a las cajas de Cuétara. Así, ha formado parte de estadías de producción, técnicas, de investigación, de creación… En breve iniciará una beca del Consorci de Museus en El Menador de Castelló. “Tener un espacio es esencial, pero el potencial de estas estancias va más allá si además te ofrecen asesoramiento, oportunidades para publicar textos... Para mí es muy importante que la institución que te beca se mantenga en contacto contigo, también poder habitar con otros profesionales. Y, por supuesto, que incluya remuneración. He participado en iniciativas en las que simplemente te daban un lugar para ensayar y, claro, la diferencia resulta abismal”  expone esta creadora, integrante de equipos como La Lola Boreal.

En este plano, Jacobo Pallarés, uno de los coordinadores de Graners de Creació, es tajante: “una residencia no puede limitarse a una cesión de espacio, es algo mucho más complejo que implica poner el foco de forma consciente en el proceso creativo y acompañar a los artistas en esos momentos tan frágiles en los que se encuentran, inmersos en un hervidero de ideas. Para ello, es necesario dotarles de recursos económicos, pero también facilitarles la ayuda de mediadores y aconsejarles en cuestiones como la comunicación o el diseño. Hay que generar estímulos, marcarles caminos de futuro…”. Las residencias de Graners, además, proponen una mixtura de salas privadas, instituciones públicas y festivales, huyen del cortoplacismo y se extienden a lo largo de dos años: “construimos en red para que los creadores tengan contactos y horizontes de expectativas y puedan hacer circular sus proyectos en otros lugares”.

LUCE participó este verano en una residencia en La Moissie (Belvès, Francia). “Me interesan especialmente las estancias en ciudades muy distintas a la tuya porque consigues impregnarte de nuevas influencias e inquietudes, amplías tu universo, te alimentas de otros colores, estéticas y costumbres. Pones tus capacidades de acción-reacción en un punto de más exigencia: tienes que procesar muchos estímulos y ser ágil. Mi trabajo está muy relacionado con València, pero me gusta poder adaptarlo y traducirlo a otras ubicaciones”, comenta

Continuamos este ABC del hecho creativo con Cultura Resident, del Consorci de Museus de la Comunitat Valencianaun programa funciona tanto en clave autonómica como global. En el primer apartado encontramos las becas que se realizan en distintos centros de Alacant, València y Castelló y se dedican, respectivamente, a producción artística, mediación cultural e investigación. Además, da apoyo a otras iniciativas que surgen en distintos puntos del territorio valenciano, como el ya mencionado Graners. Si nos ponemos a atravesar fronteras en modo Willy Fog, encontramos el plan de residencias internacionales, con Praga, Santiago de Chile, Helsinki o Lisboa entre sus destinos. José Luis Pérez Pont, director del CMCV, al aparato “desde su nacimiento, el objetivo de Cultura Resident es abordar todas las fases del proceso creativo, no solamente la exhibición. E incluso tratar cuestiones que van más allá de la obra finalizada, como la mediación”. 

Respecto a la selección de destinos y candidatos, subraya que “en ocasiones, la residencia se justifica porque las líneas del centro coinciden con las propuestas del artista elegido. O porque está realizando una investigación que tiene sentido que se desarrolle en un contexto concreto”. Por otra parte, reconoce que las residencias de carácter internacional facilitan también la generación de vínculos “con otras instituciones, y eso tiene un valor intangible, pues se están abriendo canales de comunicación con otros territorios que puedan dar lugar a nuevas colaboraciones”. 

Con amigos (y mentores) todo es mejor

Además del cuarto propio y las 500 libras al año que reclamaba Virginia Woolf, en el caso de las residencias hay otro factor indispensable: la posibilidad de entrar en contacto con otros artistas que lean el mundo y las prácticas creativas con códigos completamente distintos  los tuyos. Espacio, presupuesto y comunidad ejercen aquí de patas fundamentales.  

Para el artista visual y docente Javier Rodríguez Pino, que ha formado parte de residencias como la Meet Factory de Praga, propiciada por el Consorci, el arte constituye “una forma de vida y, en ese sentido, las residencias son experiencias muy enriquecedoras ya que te llevan a cambiar de entorno y a reinventar tus metodologías. Además, es una muy buena oportunidad para conocer a otras personas y otros países, para generar vínculos que influyen en tu obra”.

La artista visual e investigadora Mery Sales comenzará este mes su beca en la Casa de Velázquez, una iniciativa de la embajada francesa en Madrid que cuenta con la colaboración del Ayuntamiento de València. Durante un año, compartirá travesía con profesionales del cine, la pintura, la escultura o el videoarte.“Mi objetivo es abrir la mirada: ver lo que hacen los demás y ver mi producción desde otras perspectivas. Esta voluntad de intercambiar ideas con los demás la tenemos muy presente durante nuestra etapa formativa, pero en el periodo laboral es más difícil encontrar espacios de interacción -señala-. Parte de nuestro trabajo requiere soledad y cierto ensimismamiento, pero esto al final nos acaba aislando. Las residencias ayudan a paliar esta tendencia. A la vez, suponen un cambio en nuestros hábitos, modifican los círculos en los que nos movemos, obligándonos a reciclarnos y encontrar otras vías de expresión”.

La escritura teatral, esa hechicería de palabras, es el eje que vertebra Creador.es. Este encuentro, que celebrará su 9ª edición en octubre, plantea residencias dramatúrgicas para autores de diferentes nacionalidades. Así, podrán participar en clases magistrales y seminarios sobre el arte de juntar (bien) frases. La posibilidad de compartir impresiones con otros humanos juega un papel clave. “La dramaturgia a menudo se ejecuta en solitario, por ello, pensábamos que era importante establecer un espacio en el que poder  leer tus textos y compartir tu trabajo con otras personas. Además, en el caso de Creador.es no solamente pones en común tus escritos con tus compañeros, sino también con los tutores y ponentes invitados, que aportan nuevos prismas. Es una inmersión intensa e intensiva de escritura, de conocer otras técnicas y métodos”, apunta Jéssica Martínez, una de las responsables del proyecto. 

Dominar el tiempo en épocas resultadistas

En esta época de hyperloops laborales y sociales, disponer de tiempo se ha convertido en el santo grial de aquellos que necesitan trabajar para sobrevivir. De nuevo piden paso las residencias artísticas, que se presentan como un paréntesis vital en el que la vorágine del día a día se congela. Semanas para pensar, probar, falla, recomenzar y volver a pensar, una utopía para este siglo en el que vamos encadenados a un cronómetro de espinas. De hecho, Mery Sales define las residencias como “un tiempo de excepción. Es una experiencia extraordinaria con fecha limitada y tienes que plantearla como un periodo único de una exigencia intensiva”. “Supone hacer un alto en el camino, disponer de una pausa para tomar distancia de tu trabajo y mirarlo desde lejos”, indica Rodríguez Pino.

Esa dictadura del tiempo que habitamos rima con las ansias resultadistas que invaden todos los ámbitos de la vida, también las prácticas culturales. Lo esencial es lograr un producto finalizado, sumarlo a la lista de logros y pasar al próximo reto. “En las artes escénicas vivimos en una rueda de producir y estrenar, producir y estrenar. A veces siento que vamos lanzando piezas fast food que no perduran porque tenemos que concentrarnos en la siguiente. Por ello, que surjan propuestas centradas en la investigación es muy positivo, pues puedes experimentar sin la presión de un deadline. En el caso de la danza, es muy interesante generar material más allá de las producciones: artículos, podcasts que reflexionen sobre pensamiento y cuerpo, laboratorios, actividades en centros educativos... ”, sostiene Marta García.

Precisamente el hecho diferenciador de las residencias ofrecidas por Espai La Granja es que se centran en la investigación, en toda esa madeja invisible de pensamientos que anteceden, rodean y atraviesan a la acción escénica. “Apostamos por apoyar a los creadores para que puedan estudiar nuevas líneas de trabajo y no es necesario que obtengan un resultado formal de esa investigación. Se les ayuda para que exploren otros caminos aunque eso no se traduzca de forma inmediata en una pieza de exhibición. Con la información que obtengan ya podrán generar una producción si lo desean, pero nosotros buscamos que puedan dedicarse a ese proceso previo. En ese sentido, nos parece esencial que, además de la remuneración económica, reciban un acompañamiento técnico y teórico por parte de expertos ”, relata Guillermo Arazo, director de este centro dependiente del Institut Valencià de Cultura 

Una visión parecida se vislumbra en Creador.es: “pretendemos ser un motor para el proceso dramatúrgico, pero no se busca salir con una pieza finalizada. Se abordan textos que, o empiezan ahí mismo, o traes en un estado más o menos embrionario para ir avanzando en ellos. Estos talleres son un entrenamiento”, explica Martínez

Los peligros de ir ‘de oca en oca’

Y llegamos a la cara B del asunto, los contras. Un peligro fundamental: ir saltando de residencia en residencia, de bombona de oxígeno en bombona de oxígeno en esta gymkana de incertidumbres que son en ocasiones las trayectorias artísticas. Así lo advierte Rodríguez Pino: “he visto a compañeros que estando en una residencia de un par de meses ya tenían que empezar a postularse para intentar conseguir las siguientes, pues era la única forma de poder continuar sus proyectos; es su fuente de ingresos, viven de ellas. Si solo contamos con estas iniciativas, se corre el peligro de que las  residencias contribuyan a cronificar la precariedad del sector”. Tampoco conseguir una residencia es pan comido y acabar sepultado en los aludes burocráticos que exigen las candidaturas genera una buena dosis de frustración. En esta línea, LUCE apunta a que en ocasiones se emplea “mucha energía en solicitar estas becas… y no recibes ninguna, lo cual resulta bastante decepcionante. Pero me niego a supeditar mi práctica artística a las condiciones que demandan algunas residencias”. 

Estimada lectora, estimado lector, esperamos que esta excursión al ecosistema de las residencias haya resultado pedagógica. Así, la próxima vez que una de esas amigas artistas te cuente emocionada que le han concedido una estancia en un centro cultural de Papúa Nueva Guinea sabrás de qué te está hablando.