Los talibanes son originarios del pueblo pastún, el cual impuso sus costumbres en su interpretación extremista y autoritaria del Islam. Como muchos otros fenómenos de esta naturaleza, las normas que se imponen en nombre del Islam no son obligatorias en esta religión. Hazara y tayikos son otras de las dos etnias predominantes en Afganistán. Los hazara, al ser chiíes, han sufrido la mayor discriminación, eran prácticamente esclavos. De eso iba la novela, editada también en cómic, Cometas en el cielo. Un texto ignorado en su origen hasta que el 11S lo convirtió en best-seller
VALÈNCIA. La sección de internacional tiene muy poco peso en la información. Es conocido que, fuera de tifones, incendios y huracanes, son noticias que bajan la audiencia. Tampoco hay un interés lector desatado por aspectos internacionales que no sean conflictos. Ahora Afganistán está en la picota por motivos obvios, pero trasciende realmente poco de las características del país. Todos los actores se reducen y simplifican hasta, en algunos casos, mostrar un reflejo burdo de la realidad.
En 2003, Khaled Hosseini publicó Cometas en el cielo (The kite runner) Una novela sobre la historia de dos niños, uno pastún acomodado y el hijo del criado de su padre que era de la etnia hazara. El libro fue un éxito que vendió más de veinte millones de copias en todo el mundo y ha sido traducido a cincuenta y cinco idiomas. La obra fue llevada pobremente al cine en 2007 por Marc Foster y se convirtió en una novela gráfica, formato que nos ocupa en esta columna, a manos de Fabio Celoni y Mirka Andolfo, publicada en España por la editorial Salamandra.
Hosseini pensó en esta historia cuando en 1999 se enteró de que los talibanes habían prohibido las cometas en Afganistán. En su infancia en Kabul, había jugado y competido con cometas, de modo que eso le llevó a escribir un texto sobre la cuestión. Envió el manuscrito al New Yorker y a Esquire, pero a ninguna de ellas le interesó el tema. Faltaba el ingrediente fundamental. En este caso fue el atentado del 11-S. A partir de ahí, no es que Afganistán y los talibanes cobrasen interés de repente, sino que se intervino en el país y se les derrocó. En esas fechas, Hosseini había retomado su manuscrito y le dio forma de novela. Se publicó por fin y, desde entonces, ha desarrollado una carrera como escritor que, según algunos críticos, no ha hecho más que mejorar.
La novela gráfica resume su debut literario, pero no lo hace de forma somera y desestructurada como ha ocurrido en otros casos. Tiene valor por sí misma. El mayor impacto sigue estando en la violación que sufre uno de los niños protagonistas como forma de dominación a cargo de otros críos. Es conocido que en este país el sexo homosexual de adultos con menores de edad no está proscrito. El nombre de estos niños, que actúan como bailarines, es el de bacha bazi y la práctica no fue prohibida hasta 2017. En este caso, la importancia de esa violación era que el que la recibía era un hazara.
En Afganistán, los pastunes son sunitas y los hazara, chiís y, además, con rasgos asiáticos. Por ese motivo han sufrido discriminación. En esta obra estaban retratados como el último eslabón en las clases sociales. La realidad es incluso más compleja. Hay casi cincuenta etnias o grupos tribales en este país. Los pastunes son los más numerosos y es el grupo del que son originarios los talibanes. Fueron divididos por la frontera que trazaron los británicos entre Pakistán y Afganistán, la famosa Línea Durand. Esta separación se convirtió en una frontera "dura" cuando se independizó Pakistán e hizo que los afganos heredasen el problema de la cuestión pastuna. Mucho antes de los talibanes, el conflicto con Kabul era independentista-irredentista. El siguiente grupo sería el de los tayikos, que también aparecen en la historia de Hosseini. Al igual que los uzbekos, estos tenían repúblicas propias en los territorios de la Únión Soviética.
La cuestión con los hazara que encarna Hassan, el personaje más entrañable de Cometas en el cielo, se aprecia en sus características. No pudieron ir a la escuela, no se les permitía, eran analfabetos y vivían en chozas. En este caso, en una adosada a la lujosa vivienda de Amir, el otro protagonista. La profundidad psicológica del personaje lo que pone de manifiesto es que Amir entiende que la función en la vida de su amigo Hassan es servirle a él y él mismo no duda en servirse de Hassan para otros fines. Una diferencia marcada por la etnia. Luego la historia pasaba a una redención con aventuras menos interesante, pero en lo que es su primera mitad, son páginas sorprendentes y didácticas.
También es muy revelador el Kabul de la infancia del autor retratado en estas páginas. Era 1975. Como él mismo ha declarado en otras ocasiones a raíz de sus siguientes novelas, había mujeres que no se tapaban y fumaban, vestían ropa moderna y opinaban de política. Les resultaban "exóticas, atractivas e intimidantes". Esas mujeres pertenecían a la elite o a los sectores urbanos del país, que se reducían fundamentalmente a Kabul. El resto del país, casi en un 90%, era rural. En aquel entonces no estaban liberadas de los símbolos religiosos autoritarios y sexistas por la URSS, como se intenta hacer creer, sino por los propios gobiernos afganos. Desde los años 20, hubo intentos de modernizar el país modificando las costumbres sociales y culturales. La prueba de que no fue una tarea fácil fue la guerra civil a la que condujo. Después, el derrocamiento del rey Zahir Shah, que prosiguió con la modernización pero sin desafiar a las estructuras tradicionales, y el conflicto e insurrección a la que se enfrentó Daoud, el presidente de la república antes del golpe de estado comunista, fueron reflejos del mismo enfrentamiento de la modernidad contra los sectores reaccionarios. Algo que contradice el mito del buen salvaje que se pretende imponer en las batallas de la izquierda actuales por ser el último que apaga la luz y cierra la puerta.