10 años después del final de Aquí no hay quien viva, el espíritu de la serie no solo sobrevive gracias a reposiciones continuas. Sus ya clásicas situaciones y personajes se reducen al absurdo mediante tronchantes memes virales una década después
VALÈNCIA. Un ciervo frente a un micrófono puede llegar a ser una estrella de Internet en cuestión de horas. Esa es la magia de las redes sociales. La imagen más absurda descontextualizada puede estallar de una forma impensable a base de retuits imparables. El sinsentido mágico que tanto gusta. Es el fenómeno que, años después de su último episodio, está viviendo Aquí no hay quien viva. Como si hubiera resurgido de las cenizas, los fans de la serie se alzan de entre las sombras en una competición de virales ilógicos y muchas risas.
Si por algo se recordará 2007 será por la imagen de una Britney Spears rapada y, quizá en menor medida, por la resurrección de Aquí no hay quien viva en forma de La que se avecina. Lo que fue casi como una adaptación en la pequeña pantalla del clásico 13 Rue del Percebe, de la mano de Alberto y Laura Caballero e Iñaqui Ariztimuño, aterrizó en Antena 3 como un éxito inesperado y un humor ligero que nada tiene que ver con el actual. Después de 3 años encandilando al público, emitió su último episodio el verano de 2006 y un año más tarde entró como relevo La que se avecina, después de que Telecinco oliera la carnaza de éxito que tenía delante. Esta nueva versión, que por detalles legales no podía contener ni el mismo nombre ni los mismos personajes que su predecesora, sí que contó con los mismos actores que, poco a poco, se fueron sacudiendo el regusto de su alter ego, que se había ganado el corazón del público en Aquí no hay quien viva. Y ahora ya hace 10 años de eso.
Lo que sorprende es que, a pesar de haber terminado una década atrás y contar con un relevo de éxito en actual emisión, Aquí no hay quien viva se haya alzado a hombros de las redes sociales y sus episodios hayan alimentado creaciones virales de manos de fans con más buenas intenciones que experiencia con el Photoshop. Aunque en eso consiste en realidad la magia del shitposting: el arte de crear memes con un nivel de gracia y calidad muy bajo, rozando la clase de humor que solo funcionaría cuando uno no se encuentra en estado lúcido. Saber diferenciar algo malísimo de una genialidad.
Es difícil sentarse en el sofá con el batín, encender la televisión, poner Neox o Atreseries y que no aparezca un episodio de Aquí no hay quien viva. El Netflix and chill patrio. La obra magna de José Luis Moreno ha resucitado con las constantes reposiciones que se emiten con éxito una y otra y otra vez, alimentando la fidelidad de sus antiguos seguidores y con ello, la enorme cantera de memes en Facebook o Twitter. La que se avecina sigue en emisión, pero no tiene un fandom con un manejo del Paint nivel usuario.
El cariño hacia Aquí no hay quien viva es comprensible. Nos ha dejado momentos para la historia y frases míticas casi al nivel de Los Simpson que colar en cualquier conversación sin que venga a cuento (“Dilo, Juan, dilo”). Se ha convertido en cultura pop, ha traspasado las pantallas y se ha instalado en el lenguaje cotidiano, ampliándolo al suyo propio. “No puedo pelar la gamba” es la impotencia hecha meme, “un poquito de por favor”, a pesar de su estructura gramatical, lleva años aceptada como frase con sentido y “hombre ya” puede cerrar cualquier discusión. Además, Josemi aún no tenía un grupo de trap.
El punto caliente de esta expansión viral fue el grupo de Facebook Aquí no hay quien viva shitposting, que cuenta ya con más de 13.000 miembros con una actividad diaria brutal. Lleva ya tiempo activo aunque cualquiera habría pensado que la moda de hacer montajes decadentes con escenas de la serie en spanglish (Juan Cuesta es John Cost) iba a pasar pronto. Pero ahí sigue, al pie del cañón, con una revolución de montajes idiotas encabezados por multitud de remixes con Emilio disparando una pistola que bien podría desbancar a Leticia Sabater como canción del verano.
Una comunidad de creadores que ha bendecido a Internet con contenidos horriblemente grandiosos, que abarca desde material digital, con recreaciones infinitas de la caída de Paloma por el patio, hasta camisetas con la cara de Juan Cuesta o con el chonismo de Paloma Urban Fashion. Ahora, acostumbrados a esta jerga maravillosa, expresar un estado de ánimo en Twitter con una captura de pantalla de Vicenta hecha un trapo en el sofá, puesta hasta arriba de marihuana, es ya el pan de cada día.
¿Pero qué tenía (o tiene) para que, años después, Aquí no hay quien viva nos tenga retuiteando imágenes de Vicenta vestida de novia? Las cuotas de emisión no pueden decidir cuál es mejor que otra. La de Antena 3 gozaba de unos números extremadamente altos, pero en aquella época la televisión no contaba con la diversidad de canales que ahora han bajado la nota de aprobado en cuanto a lo que a nivel de audiencia se refiere. La que se avecina, por su parte, ha sido la única de las dos que ha roto la barrera de los 100 episodios.
Una de las diferencias más notables es que Aquí no hay quien viva poseía una naturalidad y una frescura que pilló a todos por sorpresa. Las situaciones que moldeaban cada episodio eran mucho más realistas, sencillas y cotidianas. El extremismo de la LQSA estira y parodia la cara más rancia y oscura de sus personajes para convertirlo en algo cómico, y consigue un retrato esperpéntico de una comunidad de vecinos con un humor mucho más negro e incómodo.
La que se avecina cuenta con el surrealismo y la exageración por bandera en cada una de sus tramas y en las interpretaciones que dan vida a sus histéricos personajes. Y aunque en pantalla funciona (años en emisión y parece que tiene para rato), la que todos hemos sido en algún momento de nuestra vida es Belén, preocupada por el trabajo, montando un drama por su mala suerte en las relaciones o con su físico “del montón bueno”. Menos es más. A todos nos han dado las crisis existencialistas (pero aun así, realistas) de Mauri y hemos murmurado “esas seremos dentro de unos años” a nuestras amigas al ver una escena de Marisa, Vicenta y Concha asomadas a las tres mirillas.
Verse reflejado en unos personajes que, dentro de los permisos que se concede la ficción, andan con los pies en el suelo, se presta más a ser carne de meme. Y lo hace tan bien que igual todavía da para estirarlo 10 años más.