Al beber agua, casi de manera instantánea se nota cómo la sensación de sed desaparece, antes incluso de que sus nutrientes alcancen el torrente sanguíneo. Por contra, cuando se permanece demasiado tiempo sin ingerir líquido, el cuerpo genera señales que alertan de su necesidad, como la deshidratación o el malestar. Lo que puede parecer una sucesión de fenómenos obvia, hasta la fecha contaba solo con teorías que no demostraban el proceso en su totalidad.
La respuesta, obtenida por el investigador Christopher Zimmerman, de la Universidad de Princeton, le ha valido para obtener el Premio Eppendorf & Science de Neurobiología 2020. En un ensayo publicado en la revista 'Science' como parte del galardón, Zimmerman desentraña las claves que le han permitido a él y a su equipo descifrar este enigma.
"La sed se rige por un sistema sensorial, análogo a la visión o la audición", afirma el neurocientífico. Según el estudio, "la sed está regulada por capas de señales que se emiten por todo el cuerpo y convergen en las neuronas individuales del cerebro anterior". "Esta convergencia genera una estimación en tiempo real de la necesidad que el cuerpo requiere de agua", añade.
Para llegar a esta conclusión, los autores se propusieron comprobar unas viejas hipótesis conocidas desde los años cincuenta. "Nuestros cerebros podrían contener unos osmosensores, un grupo de células que monitorean la osmolaridad de la sangre -la concentración total de sales y otras moléculas- y detectan cuando estamos deshidratados", expone el artículo.
Los autores decidieron comprobar qué ocurre exactamente en nuestro interior. "Utilizamos herramientas que nos permitieron registrar específicamente la actividad de las neuronas de la sed en ratones. Estas herramientas se basan en la expresión de una proteína en dichas neuronas, llamada indicador de calcio", explica el investigador.
"Colocando un cable de fibra óptica en el área del cerebro que contiene las neuronas de la sed, pudimos medir su actividad mediante destellos de luz usando un simple fotodetector", indica Zimmerman. "La detección de señales lumínicas nos dio la capacidad de registrar su actividad en los ratones cuando comían y bebían", expone. Este hecho sirvió a los científicos para evidenciar que las neuronas SFO actúan rápidamente, adelantándose a cualquier impacto que los alimentos y la bebida puedan provocar en la sangre.