Iniciativas como La Nueva Ruta de la Seda y el programa One Belt One Road ponen de manifiesto que la Administración Xi Jinping tiene claro que papel quiere jugar en las futuras relaciones comerciales mundiales
VALÈNCIA. La Ruta de la Seda ha sido uno de los corredores comerciales más antiguos e influyentes de la historia de las civilizaciones, conectando China y Asia Central con el Mediterráneo y Europa. En su recorrido nacieron grandes núcleos comerciales y ciudades emergentes cuyo legado aun perdura; pero además de estos flujos económicos y comerciales, la ruta de la seda fue un vehículo de intercambio y enriquecimiento cultural de incalculable valor. Amén de la oportunidad económica, la ruta de la seda también fue un propósito estratégico de la época, tratando tanto de defender por tierra las rutas comerciales chinas de sus invasores, como de extender la influencia del Imperio hacia el oeste.
Muchos de los gobernantes posteriores han tratado de un modo u otro continuar con esta misión a través de distintas iniciativas. Lo hizo en los años 60 Moa Zedong con el Third Front Movement con una idea de mejorar y fortalecer el centro del país. Y es lo que hoy en día está tratando de hacer Xi Jinping con la iniciativa lanzada en 2013, el One Belt One Road. Un programa que básicamente trata de desarrollar nuevas rutas comerciales mejorando el acceso a nuevos mercados extranjeros especialmente en regiones que coinciden con la antigua ruta de la seda. Este resurgimiento de la moderna Ruta de la Seda junto la del programa One Belt One Road se han convertido en la piedra angular de la política comercial China, no solo con sus países vecinos sino también con casi todos las potencias comerciales mundiales.
Los líderes de 29 países de Asia y Europa del Este junto a representantes de 130 países de todo el mundo acudieron el pasado 14 de mayo a la cumbre que el presidente Xi organizó para conmemorar el cuarto aniversario de su iniciativa One Belt One Road. Estas medidas, son la clara muestra de la intención del gobierno Chino de mostrar que se encuentra en una nueva era de integración económica regional y de cambio geopolítico.
China tiene una clara aspiración de ser una de los centros donde pivote el nuevo orden mundial y por ello tiene claro que debe aumentar su presencia en el extranjero al mismo tiempo que fomenta el desarrollo de las regiones centrales del país. La inversión china en el extranjero se triplicará en los próximos 3 años pasando de 6,4 billones de dólares estadounidenses a los más de 20 billones en el 2020.
Tras muchos años cimentando una economía basada en la fabricación de productos de gama baja y unas solidas exportaciones, China se encuentra en una encrucijada de modelo económico que pretende girar hacia otro basado en una industria de mayor valor, servicios y sobre todo un aumento del consumo interno.
Los niveles de riqueza y desarrollo varían radicalmente a través del inmenso territorio que ocupa el país, especialmente entre los territorios costeros y las baldías y rurales zonas del interior. Este desarrollo económico e industrial tan distinto lleva a muchas contradicciones en las prioridades del gobierno central y por ello crece la preocupación sobre la desaceleración económica; así como la inminente crisis demográfica que podría llevar a un conflicto social de gran impacto. La gestión de estas cuestiones será un proceso largo y difícil para Beijing. Pero a los ojos del mundo iniciativas como la de la Ruta de la Seda o la One Belt One Road demuestram una clara intención de abordar los problemas sociales y económicos del país.
Uno de los principales objetivos internos de estas iniciativas es dar a sectores industriales estratégicos como la producción de acero y cemento de una salida a los excesos de stocks y de capacidad de producción. Para elllo el Gobierno de Pekín está dotando de grandes fondos y recursos para proyectos de infraestructuras de transporte hacia otros países receptores de estos materiales como el eje ferroviario Mombasa-Nairobi en Kenia o la carretera de Karakoram que une China y Pakistán.
Pero estos esfuerzos no solo se centran en sus capacidades de fabricación de materiales más o menos primarios, sino también en otros ámbitos mas tecnológicos y de mayor valor añadido como las telecomunicaciones, trenes de alta velocidad o plantas de energía nucleares fuera del país.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que hasta la fecha este tipo de iniciativa han sido lideradas por empresas estatales e instituciones financieras ligadas al Gobierno. Por ello una de los grandes retos de Xi es conseguir involucrar al sector privado en estas iniciativas, especialmente para conseguir credibilidad en muchas comunidades donde algunos de estos proyectos se llevan a cabo. Aun con todo, estos proyectos ya están produciendo algunos resultados muy positivos. De hecho 15 provincias que participan en el programa han desarrollado su propio plan de la One Belt One Road para complementar el plan nacional y varias ciudades industriales en el interior, incluyendo Chongqing, Zhengzhou, Wuhan y Wuwei con la construcción de nuevas líneas ferroviarias de carga con conexiones a Europa y otros países de Asia Central. Otras ciudades importantes del interior como Kunming, Xian o Kashgar se están convirtiendo en centros logísticos estratégicos para facilitar el trasporte de mercancías transfronterizo.
Para Beijing es importante que estas dos iniciativas tengan resultados paralelos. Como ocurrió en la China Imperial todo esto debe servir para dotar al país de nuevas rutas y accesos comerciales exteriores más dinámicos y competitivos, ampliando su radio de influencia mas haya de sus fronteras dando un mayor acceso a la masa continental euroasiática. El Gobierno chino ha sido flexible en la aplicación de esta estrategia, adaptando su enfoque para adaptarse al clima cultural y política específica de cada uno de sus socios extranjeros. A pesar de ello, algunos países son más receptivos a sus avances que otros.
La mayoría de los estados que participan en estos proyectos son socios comerciales y receptores de inversiones chinas desde hace años; y lo que en muchos casos se ha hecho es extender las condiciones de financiación favorables a través de un fondo expresamente creado para ello por el Banco Asiático de Inversiones. Estas medidas fueron recibidas de manera muy positiva por sus 'socios' en el extranjero, sobre todo porque la Ruta de la Seda pasa por países muy necesitados de infraestructuras. Estas medidas expansionistas también proporcionan a los países de Europa del Este como Polonia o Hungría una manera de contrarrestar de la influencia de Rusia como de la Unión Europea.
Pero este camino no está exento de grandes dificultades. A medida que la influencia de Beijing va creciendo en los países objetivo empiezan a surgir ciertos recelos y desconfianzas hacia las intenciones de China. Sin ir más lejos, los miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) ya se han manifestado en contra de los intereses chinos en la mayoría de las disputas marítimas que el país tiene con otros socios de la región. Del mismo modo, la Unión Europea mira expectante y no muy entusiasta el posicionamiento chino en los países del Este, especialmente en estos momentos de tanta debilidad política de la Unión Europea (UE), esto sin duda marcará las futuras políticas de la EU respecto a China.
Rusia y la India están manteniendo una estrecha vigilancia sobre las actividades de China en sus esferas de influencia tradicionales. Por su parte, Moscú considera la inversión de Beijing en Asia Central como una bendición para una región permanentemente inestable, aunque potencial futura estabilidad en esta zona de tradicional influencia soviética pueda interferir también en los intereses del Kremlin en la región. En cierto modo a Putin le interesa que su zona de influencia se mantenga intacta. Los cambios en las políticas de Rusia, o en sus relaciones con los países de Asia Central, podrían poner en peligro los proyectos ferroviarios y de energía de China en la región.
La India ya se opuso con vehemencia al corredor económico entre China y Pakistán (CPEC) -al que considera como parte de la estrategia de Beijing para invadir el subcontinente- argumentando que interferiría en sus eternas reclamaciones sobre la provincia de Cachemira. Además, existen otros desafíos geográficos, políticos y de seguridad de la región podrían impedir el progreso del corredor mencionado entre China y Pakistán; así como del corredor entre Bangladesh-China-India-Myanmar actualmente estancados. Este tipo de iniciativas que fomentan una nueva manera de entender las relaciones entre países, especialmente en estas zonas, son un blanco fácil para el nacimiento y la expansión de grupos separatistas, extremistas incluso yihadistas contrarios a aumentar la presencia y la influencia China en sus países.
A medida que los intereses estratégicos de China se mueven más allá de sus fronteras, sus políticas irán cambiando adaptándose a su nuevo papel dentro del nuevo y cambiante orden mundial, estas dos iniciativas (One Belt One Road y la Nueva Ruta de la seda) no son más que el inicio de la expansión global de un país que lo que esta haciendo no es otra cosa que ocupar el lugar que le corresponde en el mundo por el tamaño de su economía.
Los signos son más que evidentes tras años de doctrinas de no interferencia en muchos conflictos del entorno. China comienza a estrechar lazos de seguridad con los estados del centro y sur del continente a la vez que implementa una política mas proactiva en algunas disputas territoriales como en Myanmar o Cachemira (zonas ambas de interés en sus futuras infraestructuras). Por lo tanto, estaremos expectantes a como el progreso de China en estas dos iniciativas pondrá a prueba su temple como potencia mundial en ascenso.
Ignacio González Ochoa es socio director general de AVD Consultores