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HISTORIA DE UNA CANCIÓN  

Carol McCloskey: "'Knockin' fue nuestra manera de decir que la Ruta moriría con las botas puestas"

Cerca de dos millones de copias vendidas. Disco de oro en países como Holanda, Austria, Alemania y Bélgica. Presencia diaria en la MTV y VIVA. Así se fraguó, en los estertores de la Ruta, el éxito mundial del dúo formado por el dj Pedro Cerveró y la vocalista Carol McCloskey

2/09/2021 - 

VALÈNCIA. En el año 1994, aquello ya olía a decadencia. Los días gloriosos de la Ruta Destroy -o bakalao, o como quiera llamarse- habían quedado atrás. Aunque las discotecas valencianas seguían llenándose cada fin de semana, los efectos de la presión mediática y policial eran patentes. El clima de buen rollo se deshilachaba poco a poco. En cuanto a la música electrónica, el ecuador de los años noventa coincide con el punto álgido del eurodance, una corriente más comercial caracterizada por ritmos muy energéticos con predominio de melodías, voces femeninas y versos rapeados. Es el momento de 2 Unlimited, Dr Alban y Ice MC. Pero también fue el año de la eclosión de Double Vision, el dúo formado por el dj valenciano Pedro Cerveró y la cantante británica Carol McCloskey. El éxito repentino de “Knockin’” y “All Right” -maxis que vendieron cerca de dos millones de copias-, fue una especie de canto del cisne. La última gran gesta de aquella escena musical que llevó el nombre de València a todos los rincones del mundo.

“Sí, pegamos el pelotazo cuando la Ruta ya estaba en decadencia -corrobora Carol-.Convertimos todo el fango que había en València en ese momento en música, buen rollo y festi-power. La chispa de esos años pasados se concentró en Knockin’ y en otros discos que hicieron amigos míos de la fauna nocturna. Era nuestra manera de decir: Me vais a matar, pero con las botas puestas. No podréis matar el espíritu”.

McCloskey llega a nuestra cita con paso rápido. Coleta alta, gafas de sol, minifalda y unas llamativas botas de cowgirl. Riendo. No le habían avisado de que la entrevista incluiría una breve sesión de fotos en plena Gran Vía Marqués del Turia. Pero no importa. “Venga va -dice lanzando una sonora palmada al aire-, ¡al lío!”. Aquí tenemos a una mujer divertida, directa como una flecha y con ese punto macarra que no borran los años. Vamos, una de esas personas con las que te irías de cañas sin dudarlo. Le acompaña Victor Pérez, presidente de la Federación de Ocio, Turismo y Juego de la Comunidad Valenciana, y personaje clave en la historia de Double Vision. En aquellos años, él trabajaba como director de marketing y A&R de Contraseña Records, la distribuidora y comercializadora editorial que estuvo al lado del grupo durante su fulgurante salto a los primeros puestos de las listas de ventas europeas.

Así como el éxito mundial logrado por Chimo Bayo con Así me gusta a mí (1991) es un hecho sobradamente conocido por las generaciones posteriores, la historia de Double Vision ha quedado bailando en las sombras. Todo ello a pesar de que sus dos hits, Knockin’ y All right, fueron disco de oro en países como Holanda, Austria, Alemania y Bélgica, dejando en algún momento a Michael Jackson en el tercer puesto. Este dato anecdótico les hace mucha gracia y tienen “papeles” que lo demuestran para defenderse de los escépticos.

Foto: EVA MÁÑEZ.

El grupo vendió cerca de dos millones de copias de maxis -todos publicados en el sello de Pedro Cerveró, Estan-pida Records- y ha sido incluido en más de 250 recopilatorios. “Llegaron a vender más que 2 Unlimited”, apunta Víctor Pérez. Otro dato curioso: en 1997, Knockin’ fue la canción latina que generó más derechos de autor en el mundo, solo detrás de Macarena, de Los del Río. No en vano, McCloskey y Cerveró son los artistas valencianos con mayor número de votos en la SGAE -los votos dependen del volumen de derechos generados a lo largo de su vida profesional-. Ella, además, forma parte de la Junta Directiva de la Fundación Autor en València, un puesto desde el que quiere dar visibilidad a las mujeres y a la música electrónica, “porque están un poco carcas con las otras cosas”.

Antes de pasar página al tema pecuniario y adentrarnos en la historia de cómo surge el grupo, no nos podemos resistir a hacer la gran pregunta. ¿Pueden vivir todavía -tres décadas después- de los derechos de Knockin’? “Sí, podemos -afirma Carol-. No somos millonarios, y yo sigo yendo en metro y autobús, pero te puedo decir que Double Vision dio a comer a mucha gente. Fue como tropezar con una mina de oro”.

Qué hace una festera británica en un sitio como este

Nacida en Londres “durante el flower power” y criada en Irlanda, Carol McCloskey llegó a València en 1979 después de casarse con un español al que había conocido en la conocida discoteca The Apartment de Dublín. “Al llegar a València me enamoré locamente de la gente, la comida… y la fiesta”. Llegó y nunca pensó en marcharse. Ni siquiera cuando, 16 años después, le llovían las ofertas en Europa para convertirla en una estrella del pop multimillonaria. “Yo de tonta no tengo un pelo, y sabía que ese tipo de tratos te convierten en una esclava para toda la vida”.

Su vinculación con la música comenzó en la adolescencia. A los quince años formaba parte de un grupo de seis chicas que tocaban versiones de soul y rock and roll. “Éramos como las Spice Girls dublinesas, pero en versión feto (ríe). Ganamos algunos premios y todo”. Años después de llegar a España formó un grupo llamado Toxic que alternaba versiones de grupos como The Pretenders y otros compuestos por ella. “Una noche, a principios de los noventa, Pedro Cerveró me vio actuar en un bar de València y me preguntó si me interesaría hacer música de baile con él. Yo, que soy de las que se apuntan a un bombardeo, le dije: ¡por supuesto!”.

Pedro Cerveró llevaba de los ochenta trabajando como dj. En 1989 se compró una caja de ritmos R-5 y un Atari y empezó a producir sus primeros temas. Trabajaba en una versión de Sara, de Fletwood Mac, cuando se dio cuenta de que le faltaba una vocalista. Carol daba el perfil idóneo: buena voz, mucho desparpajo encima del escenario y un indudable atractivo físico.

Después de Sara vinieron otras versiones en clave de baile como Honey be good y Unfase building. “Entonces, un día Pedro me puso una base rítmica, y yo empecé a improvisar cantando, que es lo que más me gusta. Así salió el Knockin’. Supimos de inmediato que teníamos algo bueno, pero no que era un diamante. Nadie podía haber imaginado la locura que vino después”.

“Pedro Cerveró nos trajo a Contraseña la maqueta de Knockin’ en formato DAT, que era lo que había entonces. Vi de inmediato que eso iba a ser un bombazo. Nos llevamos el tema al MIDEM de Cannes y se lo enseñamos a todo el mundo de la industria -justo era el mismo año que Chimo Bayo acudió a la famosa feria como representante de los autores de música de baile españoles-”.

Victor Pérez señala otra clave importante para la proyección internacional de Double Vision. “Se nos ocurrió proponer al productor italiano Max Moroldo -que entonces era lo más de lo más, porque había producido a artistas como Gala- que hiciese un remix de Rockin’, ofreciéndole la licencia gratis. Eso nos ayudó mucho como carta de presentación”. “Durante cuatro años, Double Vision se codearon con lo más grande de la industria. Sus videoclips -algunos de ellos grabados sin nuestro permiso, por cierto- se emitían en la MTV y en VIVA constantemente. Teníamos en la oficina a una persona dedicada únicamente a gestionar las peticiones de entrevistas que llegaban de todo el mundo. Actuaban sin parar en Europa -aunque muchas eran actuaciones promocionales en las que no se cobraba caché, porque solo tenían como objetivo vender discos. Justo lo contrario a lo que ocurre ahora-. En resumidas cuentas, era un hito enorme para un grupo valenciano que trabajaba con un pequeño sello y una distribuidora de Mislata. A pesar de todo ello, y de que Knockin’ era un revienta pistas también en España, prácticamente ningún medio nacional nos hizo caso. En aquella época, si no ponías dinero, no te pinchaban en las radios. Imagínate qué absurdo”.

El idioma, sin duda, fue otro elemento importante. ”Es una putada, pero la verdad es que cantar y hablar en inglés sin acento extranjero era y es muy importante -opina Carol-. Es la manera de que te tomen más en serio en el mercado internacional, y además yo podía contestar entrevistas en radios y televisiones de todo el mundo. Hice centenares de ellas durante los años que duró el pelotazo. Me ponían billetes en primera clase para volar a Alemania, Holanda o Austria a grabar programas para la televisión. Nunca he trabajado tanto, era agotador. Yo tenía un buen trabajo como secretaria de dirección en la Ford, pero llegó un momento en que no podía compaginarlo todo. Así que decidí dedicarme solo a la música”.

 Foto: EVA MÁÑEZ.

Pirateo salvaje en la era pre-internet

“Llegó un momento en que la cosa se fue un poco de las manos -admite Víctor Pérez-. Aparecían copias piratas en todos los países, desde México hasta Holanda. Se hacían videoclips no oficiales sin pedirnos permiso, que además se emitían por la televisión. En la SGAE nos dijeron que no había nada que hacer. La bola se había hecho demasiado grande”. 

“No solo eso -añade Carol-. Recuerdo una vez que fuimos a actuar a Holanda y al pasar por la calle vimos una sala que tenía un cartel de unos falsos Double Vision que actuaban esa noche, ¡tocando nuestros temas!. Pedro con todo esto se desesperaba mucho, pero yo le intentaba tranquilizar. Había que renunciar a controlar lo que no se podía controlar. Lo importante era que nada frenase nuestra creatividad. Yo sabía que el caramelo no duraría siempre. Había que aprovechar el momento y tener los pies en la tierra”.

Aunque la trayectoria musical de McCloskey y Cerveró está claramente marcada por dos himnos, ellos nunca han dejado de actuar ni de producir temas nuevos. Tanto juntos como por separado. “Yo tengo más de cien temas registrados en la SGAE”, señala Carol, implicada actualmente en otros proyectos como un grupo tributo a Bowie -junto a varios músicos de Comité Cisne y Salva Ortiz de Presuntos Implicados- y en la banda sonora del nuevo proyecto cinematográfico del director y guionista Enrique Benlloch. “Mi vida ha sido una locura, pero qué bonito -concluye-. ¡Y que me quiten lo bailao!”

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