VALÈNCIA. El terremoto político en la política estatal ha terminado con la investidura del socialista Pedro Sánchez y la caída definitiva del líder del PP, Mariano Rajoy, quien anunció este martes su retirada de la primera línea y la convocatoria de un congreso extraordinario. Tal y como informó Valencia Plaza, esta debacle de la formación de la gaviota, acaecida tras la condena a las siglas en la sentencia del caso Gürtel, puede no resultar tan perjudicial como podría pensarse inicialmente para líderes autonómicos como la valenciana Isabel Bonig.
Más aún con la intensa comparecencia de Rajoy de este martes, en la que anunció su retirada y la apertura de una nueva etapa para el PP tras un ciclo de 14 años en la presidencia. La marcha del líder aboca al partido a la convocatoria de un congreso extraordinario que podría celebrarse antes de agosto, con lo que los populares tendrían su crisis interna relativamente resuelta antes del periodo vacacional y podrían iniciar el curso político con nuevos bríos para ejercer una dura oposición a Sánchez.
¿Por qué la coyuntura es mejor ahora para Bonig? Para empezar, este mismo martes en la sesión de control pudo verse un ejemplo. A la presidenta del PPCV se le vio con nuevos bríos, haciendo uso de la munición recién adquirida con el cambio de Gobierno: todas las exigencias que hasta ahora se dirigían a Rajoy caen sobre los hombros de Sánchez. Bonig anunció que ya le ha enviado una carta con diversas exigencias e instó a Puig a reivindicar con el mismo ahínco que antes la reforma del sistema de financiación que, el propio nuevo presidente, ya aparcó en el debate de la moción de censura. Es decir, la líder popular ha pasado de ser cazada a cazadora en apenas unos días.
Pero aparte de esta situación, la salida de Rajoy también beneficia por motivos estratégicos a la dirigente valenciana. El proceso que se abrirá ahora en el PP la permite resituarse en la escena nacional siendo la líder de una región con mucho peso en afiliación. Esto, al margen de los parabienes que puede otorgarle 'acertar' en el respaldo al futuro presidente -si es que hay más de un aspirante-, proporciona un escenario en el que sería extraño que el próximo inquilino de la séptima planta de Génova decidiera, por ejemplo, en entrar en algún tipo de disputa con los responsables autonómicos sobre el diseño de las candidaturas. O lo que es lo mismo, lo normal es que la nueva dirección diera mayor libertad a los barones territoriales en decidir sus cabezas de lista, más aún si éstos les han apoyado en el proceso nacional previo.
Hay más ventajas. Bonig se ha movido en un estrecho espacio en torno a su posible continuidad si no consigue recuperar la Generalitat. La presidenta regional ha manifestado en alguna entrevista que lo lógico sería disponer de dos oportunidades para tan ardua tarea: conviene recordar que recogió el testigo del partido tras la debacle electoral de 2015 y con un partido plagado de procesos judiciales por corrupción que todavía perduran en muchos casos. Aquí puede producirse un paralelismo con el nuevo presidente del PP nacional: el heredero de Rajoy tendrá la misión de reconstruir la imagen de un partido duramente tocado por las causas judiciales y con una masa electoral que ha descendido en los últimos años.
Así pues, si Bonig se examina en las próximas elecciones autonómicas de 2019, también lo hará el siguiente presidente nacional del PP ya sea en otoño de este año si Sánchez adelante los comicios o más adelante. Parece difícil que ese todavía desconocido líder exija la cabeza de dirigentes que no consiguen una remontada tan complicada cuando debe enfrentarse a las urnas o incluso puede haber no superado la prueba meses atrás. O lo que es lo mismo: el sucesor de Rajoy se va a enfrentar a unos problemas muy similares a los que viene padeciendo Bonig y esto puede ayudarla a tener más comprensión por parte de Madrid a la hora de reivindicar su continuidad si no recupera la Generalitat en 2019.