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Blood road: El viaje en bicicleta de una estadounidense a los lugares que bombardeó su padre en Vietnam

Durante treinta años Rebecca Rusch no sabía qué le había pasado a su padre, piloto de la US Air Force que había desparecido en Vietnam. Cuando se encontró su cuerpo y se identificó, la mujer decidió viajar en bicicleta hasta donde fue derribado. Un viaje que le llevó a seguir el sendero de Ho Chi Min, una carretera bombardeada constantemente por los estadounidenses, en la que aún quedan miles de proyectiles sin explotar. Se calcula que harán falta aún cien años para neutralizarlos todos.

25/08/2018 - 

VALÈNCIA. Stephen A. Rusch, piloto de la US Air Force, fue derribado en Vietnam el 7 de marzo de 1972. Le tuvieron que reconocer muchos años después por los dientes. Su hija tenía tres años cuando desapareció, aquello fue un trauma familiar considerable, como es de imaginar. Hasta 2003 no se encontró su cuerpo en Laos y los restos fueron identificados en 2007. Las cartas que este hombre envió a su familia antes de perecer sirven de hilo conductor de la películad ocumental Blood Road de Nicholas Schrunk.

Su hija, Rebecca Rusch ha querido hacer honor a su memoria y transitar en bicicleta por todo Vietnam hasta llegar al lugar en el que se estrelló su avión, dos mil kilómetros. Y la ruta no es casual, recorre "el sendero de Ho Chi Min", diez mil kilómetros de carretera que conectan todo el país de norte a sur y uno de los lugares más castigados por los bombardeos americanos durante la guerra. 

Para entender las dimensiones del conflicto, es preciso citar que Estados Unidos arrojó sobre Vietnam el doble de bombas que se lanzaron en toda la II Guerra Mundial. Ese nudo de comunicaciones, por el que se abastecían los comunistas del norte ya fuese en bicicleta, ya fuese con camiones, ya fuese en elefante, recibió bombardeos constantes durante años. En algunos planos que se pueden ver en el documental se aprecia que los agujeros que dejaron los proyectiles, los cráteres, forman ya parte del paisaje natural de la zona. 

La paradoja se produce con la acompañante, Huyen Nguyen. Rebecca recorre todos estos kilómetros de una naturaleza espectacular con una vietnamita. Una mujer que cuenta que su padre, tras los bombardeos, no daba abasto para recoger a todos los cadáveres que dejaban. Otro dato que es conveniente citar es que murieron dos millones de civiles vietnamitas en este conflicto. En parte por los bombardeos, en parte por el body count, un sistema de asignación de muertes por soldado estadounidense que acabó con los inevitables trepas contando como elementos de la guerrilla a los campesinos e incluyéndolos entre sus objetivos. Un sistema perverso que hizo crecer las cifras de víctimas inocentes exponencialmente. 

Todo esto al margen de las bombas y los productos químicos con los que se desfolió la selva, que causaron secuelas en la salud de un número mucho mayor de personas e incluso a día de hoy siguen naciendo niños con problemas y malformaciones por este motivo. Otro documentalEl legado del agente naranja, informó de las consecuencias del empleo de las armas químicas aunque fuesen dirigidas a los árboles. Es necesario verlo si se quieren entender este conflicto.


En algunos instantes, con este escenario por delante, del que no se habla, y la historia de su familia, es la ciclista vietnamita la que tiene que consolar a la estadounidense por la pérdida de su padre. Un hombre que, no hay que olvidarlo, se dedicaba a lanzar los proyectiles contra esa población. El Godwin es muy útil para estas cosas, imaginen la misma escena en recuerdo de un piloto de la Luftwaffe en las calles de Londres. Cuando las víctimas son occidentales suena un poco más raro. 

Sin embargo, sí que existe un esfuerzo en la película por poner de manifiesto la tragedia que vivió Vietnam, una guerra imputada al efecto dominó, pero que tuvo más que ver con el hecho de meter en cintura a un país díscolo que había osado provocar a Estados Unidos. Por eso se arrojó tal cantidad de bombas, porque alguien que le echaba un pulso a una superpotencia de la Guerra Fría nunca podría salir bien parado tras su decisión. Aunque eso fue precisamente lo que ocurrió. 

Pero todavía están las bombas allí. Nicholas Schrunk, autor del documental, se centra en los proyectiles que aún no han explotado. Muestra lo dificultoso de las campañas para ir limpiando el terreno y sostiene que harán falta cien años para desactivar todas estas bombas si se tiene en cuenta la cantidad que queda y los recursos disponibles para localizarlas e inutilizarlas. 

Pese al detalle, cuesta ver a esta mujer, con sus recursos, moverse en un lugar más pobre, reivindicando la memoria de su padre, que fue uno de los causantes de la tragedia del país. Los vietnamitas, bien educados, no están ninguno por el rencor, pero da para reflexionar si una mera exposición de que quedan bombas por explotar es de recibo en unas circunstancias como estas. 

No es fácil esconder la obscenidad inherente a la película. Está patrocinada por Red Bull. No solo produce Red Bull Media House, también aparece la marca en algunos vehículos. La cámara superlenta y la calidad de las imágenes responde a esta inversión y, al final, entre el viaje en bici perfectamente rodado y la desgracia, la posición moral del autor ante esas injusticias y miserias tan concretas no está nunca clara. 

Parece un spot, un documental informativo y también un lacrimógeno drama familiar. Una indefinición irritante, aunque las cartas del soldado que da sentido al rodaje dicen que la guerra no tiene sentido. En la reseña de Hollywood Reporter se emite una sentencia interesante a este respecto, dice que parece que es más importante el "cierre emocional" de los estadounidenses por el daño que han causado que ese daño en sí, que todavía tiene consecuencias. 

Porque la protagonista sí que tiene también una historia trágica detrás. Eso no se lo quita nadie. Ella viajó por primera vez a Vietnam con su madre y recorrió los lugares en los que había estado su padre. Nadie sabía qué le había podido pasar, si estaba vivo o estaba muerto. Podría haber desaparecido en combate, como en las películas. Pero tras treinta años se supo que había fallecido. Durante todo ese tiempo albergaban una esperanza, estaban en un limbo emocional, que se ha cerrado, se entiende, con este trabajo, pese a sus evidentes limitaciones.

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