Un documental de Fran Parra y Álex Riesgo recupera a una de las bandas más importantes del pop español
VALÈNCIA. Es un manido lugar común, pero en ocasiones es cierto que la realidad supera a la ficción. La historia de Los Bravos es una prueba. Ya es ciertamente inusual que un grupo pop madrileño liderado por un cantante alemán lograra un éxito global desde la España franquista, conquistando las listas de medio mundo (número 2 en Gran Bretaña y 4 en Estados Unidos). Más aún, teniendo en cuenta que ni siquiera tocaron de verdad en los discos que editaron, grabados por músicos de sesión ingleses, entre ellos, según cuenta la leyenda, el mismísimo Jimmy Page, antes de unirse a los Yardbirds. Pero es que, además, la carrera de la banda está salpicada de anécdotas delirantes, dos películas, varios sucesos funestos y no pocos personajes que parecen directamente sacados de una novela. Toda una aventura musical, en la que se suceden los manejos de un maquiavélico manager (el francés Alain Milhaud), los tratos con una emisora pirata británica (Radio Caroline), un ejecutivo discográfico con aires de mafioso (Phil Solomon) y hasta un suicidio por amor (el del teclista Manolo Fernández, incapaz de superar la muerte de su esposa en accidente de tráfico). Parece increíble que nadie hubiera llevado a cabo la crónica fílmica de las andanzas de Los Bravos. Hasta ahora.
El documental Black is Black hace, por fin, justicia al grupo. Sus responsables son Fran Parra y Álex Riesgo. “Coincidimos en la película Diamantes negros (Miguel Alcantud, 2013), donde Fran era ayudante de dirección y yo de producción”, explica Riesgo. “Él es muy aficionado a la música, le encantan los años sesenta, y al final del rodaje me contó la historia de Los Bravos, que yo no conocía. Ese mismo día decidimos que haríamos el documental. Entonces estábamos en Estonia, y nos planteamos que si a la vuelta comprobábamos que no existía nada sobre el tema, contactaríamos con los implicados y lo intentaríamos. Luego la cosa se enredó, porque tardamos bastante desde que empezamos a localizar a los implicados, y era fundamental la participación de Alain Milhaud. También nos leímos el libro Los Bravos. Recuerdos de una leyenda, de Guzmán Alonso, y poco a poco fuimos elaborando un dossier para levantar la financiación, que nos ha costado varios años. Una vez lo conseguimos, se unió como coproductor Nacho Monge, de Enigma Films, logramos una subvención del Gobierno de Castilla-León, se sumó Televisión Española y ya pudimos hacer el resto de entrevistas. Ninguno de los dos había dirigido previamente, pero surgió de forma natural”.
La película, que se presentó oficialmente en la última edición del Festival de Huelva y estos días compite en la sección oficial de Dock of the Bay, certamen donostiarra especializado en documental musical, es fruto de un trabajo riguroso y concienzudo, que no siempre resultó fácil. “Milhaud, el bajista Miguel Vicens y Manolo Díaz, que compuso algunos de los grandes éxitos del grupo, como La moto o Los chicos con las chicas, estuvieron a favor de obra desde el primer momento, pero también nos encontramos con mucha gente que no deseaba recordar. Ten en cuenta que, en un momento dado, Los Bravos fueron bastante maltratados por la prensa, sobre todo a raíz de la muerte de Manolo Fernández, que se abordó de manera sensacionalista, y creo que al principio algunos tenían miedo de que la película fuera en esa dirección. Poco a poco, hablando con ellos, cuando vieron que se implicaban Milhaud y Díaz, a quienes todos tienen en alta estima, se fueron metiendo en el ajo”. Al final, de los supervivientes (el guitarrista Tony Martínez falleció en 1990 a causa de un accidente de moto), solo falta uno. “Pablo Sanllehí, el batería del grupo, no accedió a salir. Nos ha cedido sus derechos de imagen, pero se negó a aparecer en la película. Costó más de lo que imaginábamos, porque pensábamos que el hecho de que alguien se acordara de ellos después de tantos años les iba a hacer más ilusión de la que les hizo”.
La prueba evidente es lo complicado que resultó convencer a Mike Kennedy. “Nos costó tres años entrevistarle, y solo nos concedió un día”. Sus intervenciones en la película demuestran que quedan heridas abiertas entre los implicados en la historia. “Las hay, sí”, admite Álex Riesgo. “Al final, cada uno tiene su visión. Hemos intentado ser lo más objetivos posible, y que el espectador sea quien se forme su propia opinión a partir de todos los testimonios que aparecen, pero es verdad que, entre ellos, y con la historia del grupo, tienen una herida abierta bastante grande”. El otrora atractivo vocalista aparece avejentado, cansado, casi un fantasma del pasado. “Sin su voz, la banda no hubiera funcionado, pero para nosotros, desde el principio, la pieza fundamental de la historia era Alain Milhaud. Él tiene la idea inicial, se da cuenta de que hay un nicho de mercado sin explotar y se arriesga, en una época en que no era fácil hacerlo. Crea un producto de marketing que, a la larga, se le vuelve en contra. Pero Mike hace que todo estalle, tenía una voz y un carácter totalmente alejados de lo que estaba acostumbrada la España de aquella época. Se siente bastante olvidado, y tiene sus razones para ser crítico consigo mismo y con el grupo. Fue una estrella que llenó estadios y hoy no le reconoce nadie. De hecho, nos hemos encontrado con que a Los Bravos los confunden a menudo con Los Brincos, aunque no se parecían en nada. No hay más que verle, está triste por cómo le ha tratado la historia, no para de analizar el pasado y se da cuenta de que cometió errores. Todos los cometieron”.
El documental deja entrever, por ejemplo, que el entorno del grupo intervino en la cancelación de planes de boda de Kennedy, para salvaguardar su imagen de soltero joven y atractivo. “Hemos intentado no hacer sangre, no ser sensacionalistas, pero son historias que… Nos interesaba profundizar en su condición de juguetes rotos, porque no dejan de serlo. Chavales de veinte años que, de la noche a la mañana, no pueden salir a la calle sin que les pare todo el mundo, que se hacen millonarios de repente y no saben gestionarlo. E igual que les encumbraron, les apalearon y no fueron capaces de mantenerse. Milhaud nos fascina, nos parece que siempre intentó no hacer nada malo a propósito, pero tomó decisiones que, vistas desde fuera, resultan muy difíciles de entender”. Por ejemplo, sustituir al fallecido Manolo Fernández por un nuevo teclista que aparecía encapuchado, y organizar un concurso entre el público para ver quién adivinaba su identidad. Al mismo tiempo, fue capaz de silenciar en los medios el escándalo que se produjo cuando Los Bravos cancelaron un show en Turquía debido al lamentable estado en que se encontraba su cantante por haber mezclado diferentes drogas. “Desde el principio nos pareció que para entender bien la historia musical de Los Bravos hacía falta entender el contexto en el que sucedía. Lo gracioso es que aparecen en los sesenta, en una España que intentaba abrirse y a la que le venía de perlas su éxito internacional, aunque no fueran un producto diseñado por el régimen. Por eso los intentan ensalzar, les permiten todo tipo de situaciones ventajosas y también ocultan los problemas que puedan tener”.
Uno de los grandes atractivos de Black is Black es que sus directores han tenido acceso libre al ingente archivo de TVE, que atesora diversas actuaciones y reportajes utilizados en el metraje del film. “Teníamos claro que se trata de un producto que difícilmente obtendrá réditos económicos, y sabíamos que necesitábamos ese archivo”, confirma Riesgo. “De hecho, así es como ha entrado en la coproducción TVE, cediendo las imágenes. Era lo que queríamos de ellos, tenía una importancia fundamental, porque la historia se podía contar únicamente a base de entrevistas, pero hubiera sido muy aburrida. Intentamos que fuera un producto más pop, con secuencias de animación y música, muy acorde con la época. Eran elementos imprescindibles para que la historia enganche y entretenga”. La animación, en concreto, se ha convertido en un recurso habitual en el documental contemporáneo para solventar los episodios de la historia en los que no existen recursos audiovisuales. “Hemos visto mucho documental, no solo musical. Teníamos referencias de lo más variopinto. En cuanto al tono, nuestra película de cabecera siempre fue Dentro de Garganta Profunda (Inside Deep Throat, Fenton Bailey y Randy Barbato, 2005), sobre la famosa película porno. También El chico que conquistó Hollywood (The Kid Stays in the Picture, Nanette Burstein y Brett Morgen, 2002), acerca del productor Robert Evans, pero el uso de la animación surge de la necesidad, por un lado, de contar cosas sobre las que no existe documentación audiovisual, y por otro, porque la historia de Los Bravos está ligada a la de los Estudios Moro, que produjeron sus dos largometrajes de ficción, Los chicos con las chicas (Javier Aguirre, 1967) y Dame un poco de amooor…! (José María Forqué, 1968). Era también el estudio de animación que hizo La Familia Telerín. En las películas de Los Bravos siempre había animaciones de Francisco Macián, su creador”.
El otro pilar básico del film es, obviamente, la música. Aunque los directores no han podido incluir tanta como les hubiera gustado. “Es un problema económico. Manolo Díaz ha colaborado con nosotros haciendo el favor de hablar con la compañía discográfica que posee sus derechos, para que sus canciones nos salieran más baratas, pero con el resto hubo que comprar un paquete. Con los años, los derechos de las canciones acaban siempre en multinacionales. Warner Chappel y Sony son quienes más tienen, así que hicimos un paquete por las canciones que son de su propiedad, pero se nos han quedado fuera otras por no disponer de suficiente dinero. Universal tiene una, otro sello tiene otra… A mí siempre me dolerá que en la película no suene Bring a Little Loving. Al final aparecen doce o trece canciones, que es muy poco para un documental musical. En el listado inicial teníamos cuarenta extractos”. No obstante, y pese a ausencias como la que el propio Riesgo comenta, la película funciona a la perfección, tal es la fuerza de la historia que cuenta. “Hicimos un guion casi de ficción, porque la estructura es muy clásica, con sus puntos de giro, su introducción, desarrollo, clímax… Al mismo tiempo, siempre tuvimos en cuenta que es una historia real y no podíamos salirnos de los hechos”.
Tras su proyección en Docs of the Bay, seguirán buscando huecos en festivales nacionales e internacionales, conscientes de que estrenar en salas será difícil. Después, TVE ejercerá su derecho de emisión, en una versión más corta, de 55 minutos, que servirá para que, más allá de los apasionados a la música yé-yé y los coleccionistas, el público generalista descubra la alucinante historia de Los Bravos. “Creo que contribuyeron a que la cultura española se abriese al mercado internacional, a que nos miraran desde fuera con otros ojos, diferentes a los que nos estaban viendo hasta ese momento. De repente, pasamos de facturar productos que, sin que ello signifique menosprecio alguno, solo tenían mercado a nivel nacional, como podía ser la copla, a que Black is Black se bailase en las discotecas de todo el mundo. Eso ayudó a todos los que vinieron después, no solo en la música, sino en otros ámbitos, estoy seguro”, concluye su codirector.
Se bromeaba hace años con la noche de los unfollow largos en Twitter conforme se fue recrudeciendo el procés en Cataluña. Sin embargo, lo que ocurría en las redes se estaba reproduciendo en la sociedad catalana donde muchas familias y grupos de amigos se encontraron con brechas que no se han vuelto a cerrar. Un documental estrenado en Filmin recoge testimonios enfocados a ese problema, una situación que a la política le importa bastante poco, pero cambia vidas