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Berlín 1979-1989: El Muro a veces molaba

Un documental recorre una ciudad que ya no existe, Berlín Oeste, y que difícilmente podrá repetirse, como el Nueva York y la Barcelona de los 70, o el Madrid de los 80

15/10/2016 - 

VALENCIA. El País entrevistó el 6 de octubre a Craig Leon, el productor de Blondie, que recordaba cómo era la Nueva York en la que surgieron el punk y la new wave. El titular era bastante descriptivo "En más de una ocasión tuve que pasar sobre un cadáver tirado en la calle". El cadáver si se descuida podía haber sido de un amigo, Johnny Blitz, batería de los Dead Boys, al que no solo acuchillaron en la calle unos puertorriqueños en una trifulca. En el hospital, cuando el cirujano tuvo que operarlo a vida o muerte, vio que llevaba una esvástica y lo dejó ahí, como estaba, hasta que un médico negro se apiadó de él y le salvó el pellejo.

Pero no es de violencia de lo que queremos hablar. Es de ruina. Nueva York antes de los 80 se caía a pedazos. No hay más que leer el libro de Luc Sante, Mata a tus ídolos (Libros del KO, 2011) en el que califica a la ciudad como tercermundista en la que, no obstante, daba gusto vivir en ella. La vida era barata, la compra venta de segunda mano muy habitual y se podía sobrevivir sin pringar demasiado.

Muchos se engancharon a las drogas, otros se dedicaban a darse palizas divididos en bandas callejeras, como contaba el documental Rubble King, pero a muchos les dio por la expresión artística. Sin ir más lejos, de las pandillas violentas surgieron los Ghetto Brothers.

Algo parecido podemos decir del Madrid de La Movida. Es algo en lo que coinciden todos sus protagonistas. A principios de los 80, con cuatro duros podías vivir en la capital. Eso hizo que durante aquellos años tanta gente decidiera buscarse la vida y hacer lo que le apetecía.

Deutschland über alles

Y el ejemplo más paradigmático de ciudad muerta de risa que se convierte en un hervidero cultural lo tenemos en el Berlín de los 80, tal y como cuenta el documental 'B-Movie Lust & Sound in West-Berlin 1979-1989'. Nunca hay que menospreciar a los alemanes. Perdieron las dos guerras mundiales, pero dominan Europa. Su música autóctona de los años 60 y 70, el krautrock, ha invitado a mofa durante años a muchos expertos, entendidos y elitistas críticos de rock, y ahora sabemos que indocumentados, pero ahora sus sonidos son de los más influyentes en los grupos modernos.

Ocurre algo parecido con el Berlín de los 80. A esa ciudad ya había acudido David Bowie en busca de inspiración para su famosa trilogía y algo parecido le ocurrió al protagonista de este documental, Mark Reeder. Era el dependiente de una tienda de discos en Manchester y los LPs de krautrock que le llegaban le tenían cautivado, especialmente los de Tangerine Dream. Tanto que decidió plantarse en Berlín para conocer de primera mano todo ese ambiente que se adivinaba en esos plásticos donde acontecían tamañas idas de olla sónicas.

Tirando de sus vídeos en Super 8 de aquella época, Reeder hila un buen relato sobre todo lo que fue aquella ciudad que, como tantas otras cosas en estos tiempos de la inmediatez, sabe a poco por lo interesante de su contenido y bien hubiera merecido una serie.

Nadie tenía especial interés en que cayera el muro

 Lo más llamativo de todas las entrevistas que hace es cuando, al final del metraje, el locutor reconoce que nadie tenía especial interés en el que el muro cayera. Nadie, al menos, de todos aquellos artistas underground.

Blixa Bargeld, de Einstürzende Neubauten, es el único momento en el que titubea en las sucesivas entrevistas que le hacen. Dice que no se le ha perdido nada en la RDA, en Berlín Este concretamente. Ir sería, para empezar, un papeleo infernal, explica, y añade "es que... no, no, no, no, no ¡no! me gusta vivir en una ciudad de la que no conozco la otra mitad".

El periodista internacional de La Vanguardia Rafael Poch, en su libro La Quinta Alemania (Icaria, 2013), hablaba del ambiente que se respiraba en aquel Berlín en el que fue corresponsal mientras la ciudad estaba dividida. Decía que a los jóvenes más inquietos y activos políticamente, lo que pasaba al otro lado del muro les traía realmente sin cuidado. Vivían completamente de espaldas a lo que ocurría en las repúblicas populares y no les interesaban ni sus gentes ni sus problemas. Mientas que a cualquier conato de revolución o guerrilla en Latinoamérica o África se convertía automáticamente en la motivación principal de sus vidas.

El efecto llamada a jóvenes desobedientes

Hubo una razón por la cual Berlín occidental se llenó de jóvenes inquietos y poco obedientes, no necesariamente militantes de la extrema izquierda. Los ciudadanos de Berlín Oeste estaban exentos de realizar el servicio militar. Eso reunió allí a lo peorcito, o lo mejor, según se mire, de la sociedad.

Del mismo modo, como explica Reeder y hemos señalado de los ejemplos de Nueva York y París, se podía sobrevivir en esa ciudad con muy poco dinero. Así, quien más quien menos, todo el mundo podía dedicarse a hacer algo más estimulante que pringar en el tajo ocho horas al día con una y media de ida y otra tanta de vuelta. Había pintores, actores, músicos, travestis, poetas, personas simplemente mal de la cabeza. Y todos se lo pasaban bien, drogándose un poquito, en una vida nocturna llena de sorpresas y que no estaba absolutamente mercantilizada y orientada a esquilmar al cliente como ocurre ahora.

Es la primera entrevista que realiza Reeder a una pareja. ¿A qué os dedicáis aquí? le pregunta. "Already nothing", contesta el chaval. Incluso escuchamos después que el estado ideal en Berlín no era solo no dar un palo al agua, sino no tener ni documento de identidad.

En ese caldo de cultivo resulta agradable escuchar a Gudrun Rut de las Malaria! un grupo de chicas, que no querían hacer cosas con tíos porque "siempre te tienen que decir lo que está bien y lo que está mal, lo que no pasa entre mujeres". Es interesante también cuando admite que al principio de su carrera cantaba en inglés para esconderse tras latiguillos como "baby", puesto que si cantaba en alemán, al entenderla todo el mundo, se sentiría desnuda. Por supuesto, al poco tiempo cambió y se atrevió con su lengua.

Farin Urlaub, de Die Ärtze, declara que él canta en alemán y que es perfectamente consciente de que así nunca conseguirá gustar en Inglaterra ni en ninguna parte del mundo porque nadie le entenderá una palabra. Algo que no era necesariamente cierto, Nena, con su mega hit 99 Luftballons, que un año después fue grabada en inglés como 99 Red Balloons, pero la brecha ya estaba abierta.

Quizá el personaje más influyente de toda esta tropa sea Blixa Bargeld. Explica que nacieron rodeados de fábricas, mirases donde mirases, veías industria y que eso les llevó a tratar de reproducir una música acorde al entorno. Se escondían en espacios recónditos, como en huecos debajo de las autopistas, para tocar con lo que pillasen. Luego Blixa unió fuerzas con Nick Cave, que también andaba por allí como Bowie años antes, tratando de empaparse de algo. Aquí le vemos en su habitación, un cuartucho donde hay una colección de pinturas góticas alemanas una pistola encima de la mesa.

El cóctel de influencias característico de la ciudad lo aclaran también. Dicen que siempre fueron una colonia de Estados Unidos, y que estaban completamente influidos por su cultura y también, lógicamente, la suya, la propia alemana. Pero que la que más les influía era Rusia, no en ningún aspecto cultural, sino por la tensión que creaba en la ciudad su amenaza constante. Tanto es así que cuesta distinguir las imágenes de algunas fiestas de las escenas finales de desparrame en el bunker del Führer de la película El hundimiento.