VALÈNCIA. Antes de la apertura bursátil de este miércoles, Bankia (BKIA) rendirá cuentas al mercado. Lo hará publicando sus resultados correspondientes al primer trimestre de este aciago 2020 marcado por el coronavirus. Un banco, que como todos, está sufriendo no solo el Covid-19 sino también la política monetaria del BCE, la sobrerregulación y la competencia de fintech y bigtech, por citar las mayores amenazas del sector.
De ahí que con el cierre de ayer miércoles -se revalorizó un 0,81%- sea el cuarto valor del Ibex 35 más castigado durante el presente ejercicio, con un desplome del 47,12%. Por delante solo tiene a IAG (-65,30%), Banco Sabadell (-64,40%) y Meliá Hotels (-49,62%). Y eso que ayer hubo interés por los títulos de BKIA, dado que se intercambiaron casi 11,22 millones frente a una media diaria anual de algo más de 8,84 millones, según los datos de Infobolsa recabados por este diario.
Las acciones de la entidad presidida por José Ignacio, cuyo valor total asciende a algo menos de los 2.747 millones de euros, siguen siendo unas 'penny stocks' en toda regla. O lo que es lo mismo: cotizan por debajo del umbral del euro. Pero no solo eso porque siguen estando en zona de mínimos históricos, tal y como se aprecia en el gráfico de Investing.
Los analistas calculan que el margen de intereses del banco ascenderá a 473 millones de euros, un 5,7% menos; con unas comisiones totales netas de 278 millones, un 7% más; y un margen bruto que se mantendrá en 813 millones. Asimismo, prevén que el margen neto antes de provisiones ascienda a 353 millones de euros.
Respecto a los resultados anuales, el consenso de 21 analistas que cubren la acción de Bankia apunta a un beneficio promedio de 151 millones de euros en 2020, de 335 millones en 335 y de 423 millones en 2022. Bankia presentó un beneficio de 542 millones de euros en 2019.
Ni que decir tiene que de los resultados -y sobre todo de las previsiones de futuro- dependerá se quite de la espalda la etiqueta de 'penny stock' que lleva colgada desde el pasado 15 de abril. Y que el Estado siga desprendiéndose de los cerca de dos tercios que todavía controla para completar su salida y cumplir con las exigencias de Bruselas a cambio de las multimillonarias ayudas recibidas.