VALÈNCIA. Back to Life es sencilla y austera, como suelen ser las producciones experimentales de la BBC. Bajo ese panorama arrancó la magnífica Fleabag, y ha llegado lejos. Al igual que la obra creada por Phoebe Waller-Bridge (y de los mismos productores), Back to Life está escrita y protagonizada por una mujer: Daisy Haggard (Episodes). La arista admite que Waller-Bridge ha allanado el camino para el resto de las mujeres creadoras: “Ha demostrado lo que ya sabíamos: que la gente quiere escuchar historias de mujeres fuertes”.
La similitud entre ambas protagonistas se podría resumir en que son dos antiheroínas que luchan por superar su pasado, y que viven rodeadas de personas que cometen constantes errores. De sus vidas defectuosas surge el drama salpicado con comedia. En el caso de Back to Life, se añade además el género whodunit (“¿Quién lo hizo?”). Su protagonista, Miri Matteson, acaba de salir de la cárcel tras superar una condena de 18 años por la muerte de su mejor amiga, una pérdida para el pueblo que no se explica totalmente hasta el final de la temporada. El regreso a la localidad costera donde viven sus padres de toda la vida marca el pistoletazo de salida a su proceso de reinserción, aunque para sus vecinos sea el momento de la venganza, cuando se sacan los trapos sucios acumulados durante décadas.
Debido a la campaña promocional, comenzamos su visionado creyendo que vamos a presenciar otra brillante producción alternativa creada por una artista femenina al estilo Fleabag. Pero sus chistes y juegos de palabras son más chabacanos. Gracias al excelente reparto de actores, hasta las peores frases de diálogo se mitigan. Son ellos los que salvan la serie. En el reparto reconocemos a Adeel Akhtar (Utopía, River, The Night Manager), en el papel de Billy, vecino y única persona en el barrio que no conoce su pasado criminal. Y como padres entregados a su única hija están el ecologista Oscar (Richard Durden (Episodes, Jonathan Strange & Mr. Norrell)) y su esposa sexualmente frustrada Caroline (Geraldine James (Utopía, The Sins, Anne with an E)).
Con la premisa de que se trataba de una serie al estilo Fleabag, la prensa no ha destacado mucho más sobre esta miniserie de seis episodios de 30 minutos cada uno, disponible en Filmin. Sin embargo, a mi parecer existe una diferencia insalvable entre la protagonista de Fleabag y la de Back to life. La primera, Fleabag (Phoebe Waller-Bridge), era en ciertos aspectos mala persona, incorrecta y retorcida, mientras que Miri es prácticamente Alicia en el país de las maravillas, siendo únicamente “el país de las maravillas” el territorio pantanoso. Una chica dulce, encantadora, con buenos modales, que fue encerrada en la cárcel con 18 años por el asesinato de su mejor amiga, y que regresa tras casi 20 años de prisión igual de dulce, encantadora y con buenos modales, como si las dos décadas de cárcel, oscuridad y soledad no le hubieran pasado factura, y como si no hubiera roto un plato jamás pese a haber sido condenada por un crimen.
Para mayor desencanto del espectador, el viaje de la protagonista consiste en ir descubriendo los secretos y mentiras que ocultan sus allegados, quedando ella siempre fuera de cualquier imperfección, error u omisión. Es difícil creerse a una antiheroína, en resumen, que no lo es, que su única mota es haber pasado por la cárcel sin saber exactamente ni por qué (y cuando lo desvelan, por supuesto la liberan aún más de la carga emocional).
La inexistencia de un conflicto interior en la protagonista evidencia la artificialidad de la serie en rasgos generales. Aunque, al ser de visionado breve, con magníficos actores, excelentemente rodada, poseedora de una banda sonora exquisita y bellas localizaciones en un pueblo costero del condado de Kent, sus defectos pueden y deben perdonarse si lo que se busca es un entretenimiento pasajero sin más. Eso sí, no queda la menor duda de que no estamos ante otra Phoebe Waller-Bridge, por mucho que intenten fabricárnoslo.
Humor con tintes clasistas
Fue Christopher Eccleston quien levantó la liebre sobre el velado clasismo por parte de la BBC en relación a los modos de pronunciar el inglés según las zonas geográficas. Para la corporación pública, el acento normativo debe ser el de la reina. En consecuencia, culturalmente el ciudadano británico entiende los chistes que se puedan recrear al respecto. Broma como la que hace el personaje protagonista, Miri Metterson, a su asistente social, la locuaz Janice, interpretada por la actriz de color Jo Martin.
Janice no sabe pronunciar de la forma correcta la palabra “noodles”. Back to Life caricaturiza a la funcionaria con este “defecto”, y bajo ese material construye la comedia. En estos tiempos, desde luego que cada uno se ría de lo que quiera. Aún así, la libre elección no me impide sentir cierta vergüenza al ver a una chica, blanca y perfectamente british, bromear sobre el acento de una mujer de color y cultura menos académica. Un ejemplo del tono a veces grosero y clasista de la serie.
Un alma congelada en el tiempo
Como fuente para generar buena comedia, por el contrario, destaca el constante choque cultural de la protagonista tras veinte años aislada del mundo. El pez fuera del agua no sale de su asombro sobre cómo han cambiado las personas que conocía antes y cómo es ahora la tecnología. Ella se mantiene todavía virgen en cuando a adicciones digitales y se sorprende de forma divertida de la dependencia que tienen las personas hacia los móviles.
Pese a las aceptables críticas y opiniones en redes sociales, Back to life no ha confirmado todavía su renovación por una segunda temporada. Su creadora Daisy Haggard, correrá mejor suerte, ya que protagonizará en 2020, junto a Martin Freeman, una nueva comedia para Sky One: Breeders, escrita por Simon Blackwell (The Thick Of It, Veep). No es necesario que todas las mujeres sean grandes actrices y grandes guionistas al mismo tiempo. Lo que hay que felicitarse es de que haya espacio para por lo menos intentarlo.