Pete Middleton, James Spinney abordan la difícil tarea de ordenar y dramatizar los textos de John Hull, autor de Touching the rock, un libro que transcribía sus diarios sobre los tres primeros años que pasó tras perder la vista con 45 años
VALÊNCIA. Le tengo especial manía a los documentales que utilizan actores para recrear determinados momentos. Crecí con aquellos en los que las imágenes recorrían dibujos en pergaminos o grabados para contar guerras medievales y no necesitaban disfrazar a un grupo de hooligans y ponerlos a correr en un descampado para dotar a las batallas de mayor veracidad.
Aunque tal y como está la percepción de la cultura hoy en día, no sé si será mejor ocultar esta preferencia. Si ahora mismo a veces hay que pedir perdón por ver algo en versión original, pues se trata de un insulto de obediencia anglófila a la clases populares de nuestro país, quizá que te den dentera los actores y figurantes de un documental cuando recrean la batalla de Lepanto con un reloj Casio de pulsera y tatuajes del Manchester United te convierta en partidario de la privatización de la Sanidad pública. No es el caso.
El protagonista, John, tuvo cataratas desde los 13 años, se quedó ciego ya de niño durante unos meses. Tras una serie de operaciones, sus ojos se quedaron tan dañados que con 45 años empezó a experimentar de nuevo problemas de visión hasta perder completamente la vista. Este documental contiene las dieciséis horas de cintas que grabó como diarios en los tres primeros años de su ceguera.
En un principio, se alternan momentos de dolor. Como cuando escucha a sus compañeros de la universidad decirse unos a otros: "¿Sabes que John Hull se está volviendo completamente ciego?". O cuando un asistente social le informa de que podrá pasar las vacaciones en resorts reservados para ciegos, porque él lo que quería era seguir siendo un académico como hasta entonces. ¿Pero cómo serlo sin poder leer unas notas para dar clase, investigar o leer?
Es ahí donde el documental toma un cariz hollywoodiense de superación. Cuando Hull descubre que los libros que a él le interesan, los de Antropología, no están disponibles para ciegos, que solo hay a su alcance novelas románticas y policiacas, y decide formar un equipo de colaboradores a los que pone a leer los libros que le interesan en voz alta para poder grabarles y tenerlos archivados en audio. Todo lo que ocurre es en 1983, cuando ni se soñaba con todo lo que tienen ahora los invidentes. "¿Los ciegos no leen 'big books'?", preguntó a una asociación. Y le contestaron simplemente: "They don´t".
El origen del documental está en el libro 'Touching the rock' que el propio Hull publicó en 1990 con todo el material que había grabado en sus diarios. Uno de los libros favoritos de Oliver Sacks. En esencia, lo que intentó Hull durante esta experiencia fue tratar de entender la ceguera, comprenderla, para poder asumirla. Al cabo de tres años de estar ciego, explica, los recuerdos también empezaron a borrarse de su mente. Dejaron de ser imágenes, pasaron a estar confusos. Incluido el rostro de su mujer y de su hijo.
Por esta causa, sufre ataques de pánico que le causan problemas respiratorios. De niño, tuvo enfermedades pulmonares y en sus primeros tres años tras perder la vista se le agudizaron. En su libro, comparaba la pérdida de visión en los ojos con dos pulmones faltos de oxígeno, como la agonía de la asfixia. Momentos duros en otro sentido pero igualmente dolorosos son cuando en Navidad su hijo le dice que mire las cosas que le ha regalado Papá Noel. Y más desoladores aún, cuando vuelve a su Australia natal intentando encontrar algo que le conectase con su infancia, pero nota que todo ha cambiado.
También deja de sonreír. Dice que es algo que no puede hacer si no encuentra una sonrisa de vuelta. Cada vez está de peor humor. Se queja de que una parte de su cerebro se está muriendo. Es un documental para empatizar con el protagonista. Para sentir el miedo que experimenta a no ver nunca más y también su proceso de adaptación. Cómo con los sonidos va creando su mundo de tres dimensiones. Su completa transformación en invidente, el final de la transición, es cuando califica la ceguera como un regalo. En su libro se refería a ella como un regalo "oscuro y paradójico" con el que redefiniría su vida.
Este proyecto comenzó en 2011, cuando los directores dieron con el libro en otro trabajo. Pidieron las cintas a Hull y se las envió. Eran nueve casetes de 90. Llevaban veinticinco años sin ponerse en marcha. Según informaron los autores del documental en el New York Times, a Hull le impresionó volver a escuchar el material y le afectó. Tuvo que llamar a su mujer y preguntarle "¿Por qué estoy haciendo esto?" a lo que ella le contestó: "Para otra gente".
Las imágenes que aparecen con actores en la película están elaboradas a partir de su álbum de fotos familiar. Una reconstrucción de su vida que contrasta con el mensaje de 'Apuntes de la ceguera'. Lo que descubrimos cuando el protagonista comparte sus sensaciones con nosotros es que la visión no es solo un sentido, también un sentimiento. Algo íntimo e interno. Al perder la vista en los ojos, Hull también vio cómo se le apagaba la vista en su interior. Hasta el punto de no poder recordar cómo era. Es ahí cuando se rebela contra su nostalgia y experimenta la transformación completa en un invidente. Algo que acepta y asume. No estamos, por tanto, solo ante una película de superación, como decíamos al principio, sino ante algo más, un film que enseña a vivir.
Se bromeaba hace años con la noche de los unfollow largos en Twitter conforme se fue recrudeciendo el procés en Cataluña. Sin embargo, lo que ocurría en las redes se estaba reproduciendo en la sociedad catalana donde muchas familias y grupos de amigos se encontraron con brechas que no se han vuelto a cerrar. Un documental estrenado en Filmin recoge testimonios enfocados a ese problema, una situación que a la política le importa bastante poco, pero cambia vidas