VALÈNCIA. Ananda es una palabra del sánscrito cuyas acepciones (felicidad, alegría) conectan con el estado de Edison y Rosángeles Valls al recibir la Medalla de Honor del Consell Valencià de Cultura. Ananda también es utilizada como expresión, cuyo significado es 'sé feliz con lo que haces', y esa idea se hilvana con una parte del discurso pronunciado por los directores de una compañía de danza contemporánea que lleva más de 35 años siendo un referente internacional.
Sin embargo, los hermanos Valls, rodeados de un centenar de personas –porque en la sala no cabía nadie más, ni tan solo de pie– no esquivaron un mensaje de realidad en sus agradecimientos. Ninguno de los presentes hubiera entendido que, de repente, se hubieran separado de una línea de creación basada en la "coherencia y sin concesiones", como apuntó el propio vicepresidente del CVC, Ricardo Bellveser.
"El CVC […] nos distingue con su medalla de honor, dando fe de su compromiso con la danza en una sociedad que jamás ha estado comprometida con ella". Alto y claro lo dijo Rosángeles, mitad de un dúo de directores, pero también autores, gestores y maestros que ha conseguido lo imposible en un tiempo único: son los pioneros de una generación sin referencias previas, de un arte menospreciado y desde un "territorio ilimitado de libertad y de posibilidades de experimentación: este infinito laboratorio que es el arte del movimiento. Donde el riesgo forma parte del proceso".
Iniciados y ajenos son capaces de entender la vulnerabilidad de quien usa su cuerpo para hacernos reflexionar. Es difícil aceptar que exista otra manera de ofrecerse como medio para alcanzar lugares a los que esta compañía nos ha hecho llegar con tanta –precisamente– alegría. Y el CVC ahora galardona los logros de quien durante una década sólo pudo ser vehículo en el extranjero, porque la suya ha sido "una lucha y una batalla constantes por no desaparecer, por mantenernos con presencia en los escenarios, por poder crear y acercarnos al público desde nuestra visión del mundo".
Carmen Alborch hizo la laudatio antes del genial texto de agradecimiento de Edison y Rosángeles Valls que vertebra esta crónica. En un recorrido lleno de momentos emotivos, inició la marcha en París donde conoció a la compañía cuando interpretaba Crónica civil (V-36/9). Porque la historia de los hermanos al frente de Ananda Dansa tiene un importante bagaje formativo en el extranjero. Como recordó la exministra de Cultura, alguna vez dudaron de su inquietud por el mundo y su permanencia en València, pero hoy la realidad sobrevenida es que la compañía acaba de volver de Corea del Sur y estará en los próximos días entre Alcazar de San Juan y Ciudad Real.
La también exdirectora general de Cultura de la Generalitat puso en valor los más de 70 premios recibidos, el Nacional de Danza (2006) y la decena de Max. Premios que también tienen mucho que ver con el mérito individual, donde Alborch mencionó a Toni Aparisi, Ana Luján y Pep Llopis. Edison y Rosángeles fueron más allá con esa iea:
"En Ananda Dansa destilamos el discurso creativo a partir de la propia vida, de los propios pensamientos y de las particulares emociones de los ejecutantes. Por eso, desde aquí, desde esta plataforma que hoy se nos brinda, queremos hacer un homenaje a todos los bailarines, creadores intérpretes, que han formado parte de Ananda: representados por los que hoy, ahora, son parte y soporte principal de la compañía.
Artistas generosos a los que admiramos por su dominio artístico pero sobre todo por sus valores humanos. Intérpretes que son capaces de liberar y desprender esa materia inestable e inaprensible que genera atmósferas y permite la trascendencia del arte.
Gracias a vosotros, también y sobretodo".
Alborch hablo de cómo a través de "la pasión" por su trabajo surgen "los valores comprometidos que trascienden a la danza", algo que ejemplificó también con el compromiso de Rosángeles en no pocas iniciativas públicas (en València y en Madrid: en el INAEM, en la Academia de las Artes Escénicas, en el desarrollo del Plan General de Fomento de la Danza...). Para los hermanos Valls esa magia sucede a partir de la búsqueda de "un equilibrio entre la estética y la ética profesional. […] Crear, sí. Pero conscientes de que la mirada debe estar puesta en nuestro principal destinatario, que es el público, y no, totalmente, en nuestras apetencias personales".
El camino para Ananda ha tenido mucho que ver con el hambre por digerir lo contemporáneo y, precisamente, con la ligazón a partir de sus dos directores con el mundo de la danza y del teatro. Nuevos códigos sin olvidar los códigos de la propia sociedad, con un "lenguaje asequible […] y no solamente eso: abordando sin complejos temas que le interesan a la audiencia de hoy, porque no se puede ignorar el mundo que nos rodea". Un lenguaje que, recordaron, ha tenido mucho que ver con la música "de nuestro Pep Llopis".
El cómo de alcanzar la excelencia a través de esa ambición por la contemporaneidad tiene mucho de "defensa férrea de una identidad propia, de una marca", algo que ahora les hace poderosos, pero que sobre todo les hizo mantenerse en momentos difíciles. Ahora parecen abocarse a otros retos más propios de la sociedad actual "naciente y creciente, donde la trayectoria y la profesionalidad, están muy poco valoradas y donde parece, incluso nos dicen, que sobramos". Por eso su sensación es la de "una lucha continuada por generar movimiento en el páramo en el que vivimos".
Rosángeles y Edison Valls recordaron que su materia prima se trabaja sobre "ese territorio más abstracto, más abierto, en el que se comunican muchas emociones a la vez". En la inestabilidad y el vacío de crear a través del movimiento, los metros cuadrados y los cuerpos, recordaron a sus padres muy emocionados por el apoyo empleado en un sueño para "manifestar emociones que no están enmascaradas por el significado de las palabras y que, sin embargo, responden a ellas, porque son directas y, en consecuencia, mucho más puras".
El reto durante decenas de proyectos ha sido el de "presentar una pieza sobre la única base del cuerpo en movimiento o de un sentimiento único. El ser humano es mucho más complejo, y ni los sentimientos son básicos ni están exentos de pensamientos". Esa es otra de las caras de honestidad de sus creadores que aceptan vivir "en un mundo global". En ese sentido, "bailar es estar lleno de palabras que no alcanzarían a expresarse hablando si no a través de esos seres humanos (maravillosos) llamados bailarines: con su maleta de exigencia física, de exigencia creativa y su larga búsqueda hacia la excelencia" a los que los hermanos Valls quisieron dedicar casi todo el reconocimiento.
Algo les sobró para repartir afecto a un "fiel compañero de aventuras, el Gran Teatre Antonio Ferrandis de Paterna que nos acompaña desde el año 2000, y donde tenemos el honor de ser su compañía residente".
Ante la posibilidad de rendirse al pasado desde la nostalgia y olvidando las muchas fatigas, Rosángeles y Edison Valls quisieron también hablar de futuro. Lanzaron algunos dardos certeros aprovechando tanta atención y apuntaron al estadio general de la Administración: "me imagino –dijo Rosángeles– soñando dónde hubiéramos llegado, no solamente nuestra compañía, sino todos los coreógrafos si se hubiera implantado y mantenido en el tiempo un plan de fomento de la danza, un plan que facilite la creación, la gestión, las residencias, y sobre todo, que promocione, por medio de las coproducciones y de las giras nacionales e internacionales, a nuestras compañías para hacerlas competitivas. Un plan con los recursos necesarios, en condiciones igualitarias con el teatro".
Ella misma advirtió el escalón aparentemente insalvable entre teatro y danza. Algo por lo que han luchado, pero que sigue todavía en la indeterminación pese a la participación en espacios públicos de sus voces. No sabemos qué hubiera sucedido con otras compañías o con Ananda, aunque sí celebramos su fortaleza alimentada de supervivencia y reto de doble hélice: riesgo por la contemporaneidad y riesgo para la sostenibilidad. Y, quizá por ello, especialmente beligerante: "esta es la única verdad: nunca nos han considerado verdaderamente necesarios. Y somos necesarios. Nosotros, la danza, somos también necesarios. Tal como ustedes miembros del CVC han considerado y por ello no podemos estar más agradecidos".
Los hermanos culminaron su memorable discurso con este final:
"La danza es cultura. Y la cultura –como se decía en una carta abierta al Parlamento español, que les ruego que me permitan extractar– no es una mercancía ni un catálogo de servicios para el ocio. La cultura no es un entretenimiento. La cultura es la singular creación del ser humano: la inspiración y la destreza que permite al ciudadano desarrollar su inteligencia, conocimiento y sensibilidad.
Queridos compañeros de artes escénicas, la capacidad de imaginar y poder transmitir es solo nuestra: de los bailarines, de los coreógrafos, de los directores de escena, de los compositores, de los poetas, dramaturgos, figurinistas, iluminadores, escenógrafos, gestores, técnicos, investigadores y de todos los que desde las trincheras luchamos para que el derecho a la cultura no desaparezca.
Defendamos nuestro derecho y nuestra necesidad de hacer lo que queremos y mejor sabemos hacer: que es pensar y expresarnos desde el lugar más honesto y transparente que conocemos, la escena".
Un premio tan merecido como merece ser escuchado su mensaje de agradecimiento. La excelencia lograda –dicen que en gran medida a base de una autoexigencia casi caníbal– les ha asegurado la superviviencia, pero no de las rentas, sino de la experiencia de haber mantenido lo imposible: una compañía de danza contemporánea con base en València tan ambiciosa y con tanta repercusión como si su entorno siempre hubiera entendido la apuesta. Ahora, eso sí, reconocida a través de sus órganos de representación pública con una alta distinción.