ME QUEDA LA PALABRA / OPINIÓN

A propósito de Schopenhauer

29/03/2021 - 

En 1864, y de manera póstuma, fue publicado un pequeño tratado muy útil para todo aquel interesado en la política. Se trata de la Dialéctica erística o el arte de tener razón, expuesta en treinta y ocho estratagemas escrito por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer. Para Schopenhauer, la clave es discutir de tal modo que uno siempre lleve razón (justa o injustamente).

A todos nos ha ocurrido en alguna ocasión que, pese a tener la razón objetiva en un asunto determinado, carecemos de ella a ojos de los presentes e incluso a veces a los propios ojos. Para evitar esto, el filósofo alemán teorizó treinta y ocho estrategias (estratagemas en sus propias palabras) para salirnos con la nuestra.

Una simple revisión de las declaraciones realizadas por los dirigentes del Partido Popular dan clara muestra de la vigencia de las propuestas de Schopenhauer, lo importante no es tener la razón objetiva sino presentar la realidad de una manera tan deformada que, a ojos del gran público, lleven la razón. El problema es que la deformación es tan burda cuando la practican personajes como Teodoro García Egea que las costuras saltan a la primera refutación mínimamente razonada.

El ejemplo más actual es el de la moción de censura en Murcia con las consecuentes derivadas que ha provocado, hasta la fecha, la convocatoria de elecciones anticipadas en Madrid y “el fichaje” de diputados y concejales tránsfugas procedentes de Ciudadanos que pasan a engrosar las filas populares. Casado y Egea justifican que el “trasvase” de directivos del partido naranja se hace por “dignidad y amor por España”.

Como discípulos (aunque poco aventajados) del autor alemán, el Partido Popular utiliza premisas falsas. Aceptar un “amor por España” sincero del Partido Popular obligaría a que la ciudadanía española (en un proceso de amnesia colectiva) olvidara que los de la gaviota son el único partido político condenado por corrupción en España. Asimismo, este olvido comunitario implicaría que el proceso judicial por utilizar las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para limpiar el rastro de la corrupción de su partido nunca hubiera tenido lugar. O incluso conllevaría que la desmemoria alcanzara a la manipulación que realizó el gobierno de Aznar a propósito de los terribles atentados del 11-M, en los que intentaron hacer creer que la autoría llevaba la firma de ETA para obtener rédito electoral. Corrupción, cloacas y falta de respeto a las víctimas y a la verdad.

Afortunadamente, la memoria colectiva de los españoles es resistente y la declaración de “amor por España” en la poderosa boca de Teodoro García Egea (poderosa por su capacidad de lanzamiento de aceitunas) además de ser falaz, carece de credibilidad.

Por otro lado, sustenta el transfuguismo por “dignidad”. Apreciamos otra falacia en su argumentación. El transfuguismo, práctica asimilada a la corrupción en el último Acuerdo contra el Transfuguismo firmado por el Partido Popular, es un atentado contra la dignidad de la política. Recordemos que la moción de censura acordada en Murcia se basa en un acuerdo legítimo entre dos fuerzas políticas, PSOE y Ciudadanos, ante la necesidad de regeneración democrática en la Región de Murcia. Una regeneración que se ha demostrado imprescindible vistas las formas de proceder de los de Génova que respondieron ofreciendo consejerías a los diputados tránsfugas de Ciudadanos, llegando a la máxima aberración al otorgarle la Consejería de Educación (la educación de nuestros hijos) al fascismo para garantizarse su voto.

Poca dignidad pueden ofrecer aquellos que, con sus acciones y comportamientos, están degradando las instituciones democráticas que tanto han costado construir en la agitada historia política española. Poco amor a su país demuestra la derecha cuando convierte la política en una suerte de mercado persa en el que se modifican voluntades a costa de cargos públicos. Ninguna alternativa pueden ofrecer aquellos que legitiman el fascismo otorgándoles la llave de la gobernabilidad de nuestras instituciones, llegando a entregar a la extrema derecha lo más sagrado que existe (desde un punto de vista laico), la educación de las próximas generaciones.

Tras la llegada de los regímenes totalitarios al poder en la Europa de los años treinta, muchos se preguntaban qué había ocurrido. En el muy recomendable libro de Éric Vuillard,  “El Orden del Día”, se pueden vislumbrar algunas claves. Crisis, avance de los populismos y silencio cómplice de fuerzas políticas y empresariales de derechas son algunas de ellas. Vemos que actualmente el terreno está fértilmente abonado para estos movimientos populistas de extrema derecha y, lo que es más preocupante, el Partido Popular rocía de gasolina un incendio que algún día será demasiado tarde de sofocar. Esta complicidad del Partido Popular la pagaremos como sociedad democrática.

Y llegado a este momento, y visto el comportamiento de Casado, Egea y resto de acólitos, la indignación que nos provocan sus actuaciones podría llevarnos a otra obra de Schopenhauer, “El arte de insultar”. No obstante, y vista la crispación instalada en la política actual, mejor dejarlo para otro día.

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