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plantación de fundem en el jardín de l'Albarda

200 árboles para Pedreguer

Foto: KIKE TABERNER
25/03/2018 - 

VALÈNCIA. Están convocados a las ocho y media de la mañana. Medio centenar de voluntarios se desplazarán este domingo al Jardín de l’Albarda en la localidad alicantina de Pedreguer. Tras una pequeña charla, entre las nueve y media y las diez se repartirán tareas y comenzarán a trabajar en un terreno adyacente al jardín. Eliminarán especies exóticas invasoras, plantarán árboles, arbustos y plantas mediterráneas, y resembrarán los semilleros para futuras plantaciones. Después de un almuerzo, cortesía de Fundem, visitarán el jardín, que alberga unas 700 especies de plantas autóctonas y una gran colección de rosas. Cuando llegue la hora de la comida, el medio de centenar de voluntarios habrá participado en un acto único: la creación de un bosque público de Quercus (robles, carrascas…) con más de 200 ejemplares cedidos por la Generalitat. No existe quizás propuesta más coherente para celebrar el día de los Bosques que crear uno.

Fundem es un caso atípico en la Comunidad Valenciana. Creada en 1996, lleva más de dos décadas peleando contra viento y marea intentando impulsar la recuperación del bosque mediterráneo, el original, el propio. Y lo está haciendo desde el trabajo, desde la obra, con la compra y custodia de terrenos con alto interés ecológico para su conservación integral, por un lado; y desde la defensa de las especies autóctonas como parte esencial de la jardinería, en oposición a las modas y a la incorporación de especies alóctonas. Al frente de ella se encuentra Enrique Montoliu, empresario, ingeniero químico, quien apuesta por la preservación del patrimonio arbóreo más allá de la mera deleitación, como algo perentorio.

Con una perspectiva amplia y la certeza de la urgencia del momento, Fundem pretende transmitir entre la ciudadanía un compromiso real con el Medio Ambiente, aunque se tiene que enfrentar a la decepcionante falta de colaboración de algunas instituciones o la incomprensión de una sociedad “egoísta”, dice Montoliu. “Es como la muerte; la gente sabe que va a morir pero prefiere no pensarlo. Con la Naturaleza sucede lo mismo. Si las personas quisieran a sus hijos no estarían maltratando lo que será su futuro, estarían tomando parte más activa”, explica. Un dato que deja patente hasta qué punto se halla extendida esta indolencia es que en estas más de dos décadas Fundem sólo ha conseguido reunir 800 socios. “En el Reino Unido entidades como la nuestra tienen millones de miembros”, constata no sin amargura Montoliu. Otro dato esclarecedor en cuanto a la insensibilidad local: más del 40% de los socios son extranjeros. “Tienen otra cultura”, resalta Montoliu.

Terreno en las tres provincias

Pese a todo, Fundem ha conseguido, en gran parte por la tenacidad de Montoliu, aglutinar terreno en las tres provincias para ponerlo a buen recaudo de la mano devoradora del hombre, ese lobo para sí mismo que decía Hobbes. Todo se inició en Pedreguer, en lo que ahora es el jardín de l’Albarda, con vistas a la línea de costa de Dénia y al Montgó, cuando Montoliu transformó una finca dedicada al cultivo de frutales en un bosque silvestre de plantas locales. Una tarea en la que contó con la colaboración de Juanjo Todolí, propietario en la cercana población de Palmera, a finales de los noventa, del único vivero valenciano que trabajaba con plantas autóctonas.

Todo se inició en L’Albarda porque este jardín no es, ni mucho menos, el único hito de Fundem. Desde hace 21 años la fundación posee una finca de 240 hectáreas en la localidad castellonense de Fredes, la Reserva Biológica del Más del Peraire, que forma parte del parque natural de la Tinença de Benifassà, y un terreno en la Marjal de Almenara, en una zona declarada ZEPA. En Alicante, además de l’Albarda, la Fundación posee terrenos en la sierra de Bernia, Vall de Laguar, Benimantell y Vall de la Gallinera. Mientras que en la provincia de València Fundem custodia terrenos en La Casella y el valle del río Mijares.

Ciclo de cine en la Filmoteca

Con el fin de volver a llamar la atención del público, Fundem ha organizado un ciclo de cine con la Filmoteca de València dedicado a los jardines y titulado La belleza cautiva que Montoliu espera que adquiera periodicidad anual. Ideado por Ignacio Somovilla, el ciclo se iniciará el 4 de abril con la presentación de Pintando en el jardín moderno: de Monet a Matisse, una “maravilla” de documental, dice Montoliu, que aúna el respeto a la Naturaleza y el amor al arte. Tras esta película el 10 de abril se proyectará El perro del hortelano (1996) de Pilar Miró; Bienvenido Mr. Chance (Hal Ashby, 1979) el 24 de abril; y Eduardo Manostijeras (Tim Burton, 1990) cerrará el 29 del mismo mes. Todas las películas menos Eduardo Manostijeras tendrán un segundo pase.

El fin, siempre el mismo: despertar la conciencia ciudadana de una cruda realidad, de una verdad incómoda: “Con el cambio climático nos enfrentamos a una situación en la que la Naturaleza ha dejado de ser una cosa productiva o estética y ha pasado a ser imprescindible, si queremos que sobreviva la especie humana”, explica Montoliu. “No queda ningún bosque virgen en toda Europa. El ser humano lleva siglos y siglos viviendo de la Naturaleza. No sé si quedará algunos reductos, pero lo hemos esquilmado todo. Somos el único animal que no mira para mañana”, apostilla. Por suerte, siguen quedando excepciones. Fundem es un ejemplo de ello. 200 árboles en Pedreguer darán fe de este hecho a partir de este domingo.

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