Antonio Santo Juan probó las ostras francesas por primera vez en un viaje que hizo a Cannes cuando trabajaba como jefe de prensa en la Mostra de Cine de Valencia, cargo que ocupó durante once años. Un productor libanés les invitó a comer a él y a un compañero. El menú, ensalada, quesos, varias docenas de ostras y un vino excelente. Al instante supo que aquel molusco pasaría a formar parte de sus preferencias hedonistas, aunque en ese momento no podía sospechar que su vida acabaría tan ligada a ese lingotazo marino que acababa de degustar.
Este periodista nacido en Orihuela ha vivido desde jovencito en el Carmen y ha sido testigo de todas las fases que ha atravesado el barrio, el total abandono, la recuperación, el despegue y la actual de sereno letargo. Un día, tomando un gin tonic, se enteró de que se quedaba una parada libre en el mercado de Mossen Sorell y decidió devolver al barrio parte de lo que este le había dado. Lo hizo compartiendo con los demás todo aquello que le gustaba: ostras, salazones, anchoas, vinos y cavas.