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Kishida o una nueva oportunidad para Japón

  • El primer ministro de Japón, Fumio Kishida. Foto: POOL / ZUMA PRESS WIRE / DPA

La salida precipitada del super primer ministro japonés, Shinzo Abe, por motivos de salud (desde su juventud ha padecido una perturbadora y debilitante colitis ulcerativa que nunca le abandonó) a finales de agosto de 2020 supuso sin duda un cambio importante en el mundo político japonés. En efecto, la figura de Shinzo Abe dominó la escena política nipona en los últimos siete años. Fue el mandato de un primer ministro más largo de la historia. Su legado ha sido especialmente consistente. 

En el plano económico desplegó las célebres Abenomics que supusieron reformas relevantes a través de una vigorosa política monetaria que supuso la reducción de la tasa de interés y una cierta devaluación del yen orientada a fortalecer la potencia exportadora de la industria japonesa. Sin embargo, entre sus fracasos, no consiguió reducir la deuda fiscal de Japón que continua siendo de las más altas del mundo alcanzando al 267% del PIB de acuerdo con los datos del FMI. 

Por otro lado, Abe promovió incrementos de impuestos, políticas (de resultado desigual) para que la mujer mejore su situación laboral (Japón sigue siendo uno de los países industrializados donde la brecha de género es más dramática) y medidas destinadas a paliar los efectos de potencialidad devastadora derivados del envejecimiento de la población (es uno de los países con la esperanza de vida más alta del mundo donde 36 millones de sus ciudadanos tienen más de 60 años). 

Por otra parte, por lo que se refiere a la política exterior, la actividad de Shinzo Abe ha resultado de una intensidad especial habiendo visitado más de 80 países entre ellos nuestro país en el que ha estado hasta dos veces. También se caracterizó por una relación astuta con la complicada administración de Donald Trump (de hecho fue el primer jefe de estado que se reunió con el mandatario norteamericano incluso poco antes de que ocupara la presidencia) y actitud de cautela frente la creciente asertividad del gigante chino. Sus últimos meses al mando se vieron marcados por una acertada gestión de la pandemia de Covid-19 que hizo que Japón sufriera, al menos en su momento inicial, menos muertes que muchos otros países no llegando a afectar a su economía tanto como el en caso de los Estados Unidos y Europa.  A pesar de estos buenos resultados, la situación le provocó una sorprendente pérdida de popularidad.

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