Con ocasión de la llamada fiesta de la democracia –que para algunos acaba siendo un funeral–, en la columna de este domingo ofrezco mi pronóstico para el Congreso de los Diputados a partir de los análisis de los sondeos de varios expertos demoscópicos y de los inputs que me han llegado en los últimos días, por ejemplo, de la señora que iba a votar a Ciudadanos pero ha decidido apoyar al PP por el puñetazo a Rajoy, porque el único partido que asegura el orden es el PP y no les iba a votar porque han robado a manos llenas, pero al final robar roban todos y ya verás como roba Pablo Iglesias si gobierna; del autónomo que va a votar a Ciudadanos porque a Rajoy no lo vuelve a votar, que ya nos engañó una vez, y además hace falta renovación generacional; del nacionalista que no quería ir con Podemos porque el de la coleta es centralista, pero va a votar a Podemos-Compromís porque a ver si no a quién vota, y además él no vota a Iglesias, sino a Baldo; de la funcionaria que va a votar al PSOE por compasión, que no se merecen quedar terceros o cuartos con lo que hizo Felipe por España, que la gente tiene muy poca memoria.
Mi pronóstico es exacto, no tiene horquillas porque no soy tan tiquismiquis como las empresas demoscópicas, y es el siguiente: PP 127, PSOE 81, Podemos y cía 58, Ciudadanos 52, Unidad Popular 4 y el resto 28.
En la Comunitat Valenciana: PP 11, Compromís-Podemos 7, PSOE 7, Ciudadanos 6 y Unidad Popular 1 (este último tengo mis dudas de que no acabe llevándoselo Compromís-Podemos, pero si no es así me alegraría por Ricardo Sixto, que no se merece quedar fuera como no se lo merecía Ignacio Blanco en las Autonómicas).
Con estos resultados en el Congreso –u otro que sitúe la suma de PP y Ciudadanos por encima de los 170 escaños–, España se ve abocada a un bloqueo en la investidura que derivará en una nueva convocatoria electoral, salvo que Albert Rivera incumpla el compromiso que ha dado en reiteradas ocasiones de no apoyar a Rajoy –impensable que se aparte para dar paso a Soraya Sáenz de Santamaría– ni a Pedro Sánchez. La abstención de Rivera anunciada en el último mitin de campaña no bastaría.
Rajoy, sin el voto a favor de Ciudadanos, no lograría la investidura en primera votación, para la que se requiere mayoría absoluta (176 diputados). Tampoco en la segunda, para la que basta una mayoría simple –más votos a favor que en contra–, puesto que la izquierda votaría en contra y sumaría más que el PP. La situación sería parecida a la de Cataluña, Rajoy necesitaría que algún partido le prestase un puñado de votos, quizás bastaría con una decena, para ser el elegido presidente. El único partido no de izquierdas con tal cantidad de escaños, además de Ciudadanos, es Democràcia i Llibertat, la nueva marca de la Convergència de Artur Mas, al que no veo apoyando a Rajoy, y eso que el apoyo recíproco les reportaría a ambos renovar sus respectivas presidencias.
El otro escenario es el de Podemos y otros partidos de izquierdas apoyando la investidura de Pedro Sánchez. Sumarían más que Rajoy en la segunda votación, pero Rivera no permitiría un gobierno del líder socialista con apoyo de partidos nacionalistas y votaría en contra.