Detrás de un pequeño mostrador en el Mercado Central se encarga de explicar las bondades de lo que popularmente se conoce como oro rojo. De entre las más de 200 especias que Domingo vende en su parada desde hace más de 25 años, una destaca sobre las demás, el azafrán. Las cajitas con hebras de un rojo intenso y ribete de la bandera de España ocupan buena parte del escaparate y desbancan los colores tostados de la canela, la cúrcuma o la nuez moscada. De las cinco calidades que existen legisladas por ley (coupe, selecto, río, estándar y sierra), él vende las dos primeras. Antes que él, su madre ocupó los nueve metros cuadrados de este puesto, que a su vez heredó de la abuela Francisca, que hasta los 94 años se levantaba cada día para colocar las especias que se consumían entonces. Aunque el primero que se dedicó al azafrán fue Pedro, el bisabuelo de Domingo, que mucho antes de que el mercado existiese, ya recorría la ciudad con una caja vendiendo, además del condimento, un turrón que se comía durante todo el año.
Valencia Plaza
La Parada de las Especias, el templo del azafrán
Los estigmas, esas pequeñas hebras coloradas que asoman entre los delicados pétalos violeta de la flor del azafrán, son el centro de la vida de Domingo Rodríguez

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