Queridas lectoras y lectores, durante estos años, el oráculo de Guía Hedonista os ha ayudado a encontrar las mejores hamburguesas, ensaladillas rusas y croquetas de la ciudad. Hemos pateado y repateado sus calles, desbrozando esta jungla de bares, tabernas y restaurantes para crear todo tipo de itinerarios: dónde ir cuando no tienes mucha pasta (y dónde no hacerlo para no malgastar la que sí tienes); dónde reservar cuando lo que toca es gastar y celebrar. ¡Si es que hasta hemos hablado de los mejores escondrijos para las comidas amorosas clandestinas! Pero hay un melón que nunca habíamos abierto: el del binomio tapeo-conciertos.
Ahora que finaliza la temporada fuerte de festivales y comienza -por fin- el de la música en salas, nos paramos a pensar cuáles son los puntos de reunión más recomendables para calentar motores a esa hora fatídica (en torno a las ocho de la tarde) que a la mayoría de los españoles nos suele pillar famélicos, pero sin ánimo de sentarnos a cenar. Los prolegómenos piden barra, jaleo y mariposeo social. Muchos hola-que-tal-muy-bien-ahora-te-veo alternados con tragos cortos y expeditivos. Aún así, qué bien entran unas bravas para hacer colchón.
Después de consultar opiniones entre diversa farándula del ecosistema musical, hemos llegado a las siguientes conclusiones. La primera es que no siempre es fácil tapear decentemente a menos de cinco minutos a pie de las principales salas de conciertos de la ciudad -algunas, de hecho, están ubicadas en lo que podríamos llamar puntos ciegos de la gastronomía-. La segunda es que todas, más o menos, vamos “a morir” a los mismos locales. Estos son algunos de ellos.
Loco Club (Erudito Orellana, 12)
Estamos en el distrito Extramurs del barrio de La Petxina. No es un mal punto de partida. Aún así, el público habitual de Loco Club converge básicamente en dos lugares: el bar español regentado por personas chinas de la esquina (cuyo nombre nadie recuerda) y, sobre todo, la mítica Bodega Valero. El periodista musical Carlos Pérez de Ziriza y la periodista y escritora Lidia Caro son algunos de sus feligreses. “Aunque practico la nada saludable drunkorexia (la alimentación a base de cerveza) equilibrada con cacaus y olives —por eso de regular el PH a través de los alimentos alcalinos—, a veces antes de los conciertos cae algún alimento sólido: la pasión crujiente de los torreznos de la Bodega Valero, cerca del Loco Club”, nos cuenta Lidia.