VALÈNCIA.-El final de la historia lo conocemos: València será Capital Mundial del Diseño en 2022. Fue el pasado mes de septiembre cuando el secretario general de la World Design Organization (WDO), Bertrand Derome, daba la buena nueva a la ‘delegación’ española a través de una videoconferencia en la que desvelaba, por fin, que era la vencedora en una competición que la había enfrentado con Bangalore (India). Del proyecto de la ciudad mediterránea destacaba el comité su «precisión, rigor y profesionalidad», un trabajo minucioso que había hecho inclinar la balanza a su favor, aún cuando no estaban las cosas claras. La fotografía de ese día ya forma parte del imaginario colectivo de la ciudad, con los impulsores de la candidatura, acompañados por una buena representación de la administración pública, gritando a la pantalla como si de un partido de fútbol se tratara.
València venció y el champán corrió. Hasta aquí el presente. Pero, ¿cómo hemos llegado a esta fotografía? La primera parada del viaje nos desplaza 9.338 kilómetros, a un México D.F. donde se puso la primera piedra para que hoy hablemos de València Capital Mundial del Diseño. Corría el año 2016 y la ciudad americana acababa de ser designada por la WDO, una elección que coincidía con una posterior visita de distintos empresarios de la Comunitat al país. Fue entonces cuando, por primera vez, se verbalizó una pregunta que lo cambió todo: «¿Si México es Capital Mundial del Diseño, por qué no tiene que ser mi ciudad?».
Vicente Pons, director comercial de la centenaria empresa de mobiliario Point, firma estas palabras; una pregunta con la que empujó la primera ficha de un dominó que hoy sigue cayendo. Confiesa que de ese México aprendió qué quería y qué no para el futuro proyecto valenciano, cuando todavía se sustentaba en un sueño. Y una de esas primeras lecciones pasaba por la intención de generar una candidatura impulsada por el sector privado, aunque con apoyo posterior del público, y que sumara fuerzas de las principales empresas del sector, una candidatura con espíritu integrador y que uniera la mirada de distintos profesionales locales.
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Esta fórmula, que en ningún caso es exigida por la WDO, se convertiría años después en la clave para ganar la batalla. Aunque de eso hablaremos después. Ese primer coqueteo con la idea de ser capital mundial pronto se materializaría en una primera cita. Vicente Gallega, actualmente vocal en la Red Española de Asociaciones de Diseño (READ); Rafa Armero, entonces presidente de la Asociación de Diseñadores de la Comunitat Valenciana (ADCV); el diseñador Vicent Martínez y Jorge Fombellida, director comercial de Feria Valencia, fueron los primeros miembros de un cónclave que pronto incluyó a más ‘amigos’. Entre ellos, un apoyo clave, el de La Marina, que ayudó a que la casa se fuera levantando poco a poco y del Ayuntamiento de València, que desde el primer momento vio con buenos ojos la idea.
El caldo empezaba a calentarse y, con él, también llegaban las primeras pistas. València Capital Mundial del Diseño, pero de verdad. Este era el titular con el que, en 2017, el diseñador Xavi Calvo, en Culturplaza, elevaba por primera vez al plano público el proyecto, un alegato que fijaba 2022 como meta. «Hacia el último trimestre de 2018 se abrirá el plazo para presentar candidaturas para 2022. No es mal aliciente para que València se pusiese las pilas en madurar su posición respecto al diseño, no solo bajo el discurso del valor competitivo que puede aportar a las empresas, sino como un motor básico para el desarrollo social y cultural», explicaba entonces. Ahora, es el propio Calvo el director estratégico de la candidatura, junto al investigador Pau Rausell, de un proyecto impulsado por la Associació València Capital del Disseny, presidida por la diseñadora Marisa Gallén.