vals para hormigas / OPINIÓN

Lo del salario

17/10/2018 - 

Uno escucha hablar de salarios mínimos interprofesionales (SMI) y el primer impulso es comprobar en la ventana si se oye llover. Las reacciones impulsivas y espontáneas son así. A algunos nos da por asomarnos a la calle y a otros les da por predecir el final de la España que creen conocer. Seguro que unos, otros y la multitud de personas que quedan en medio estamos equivocados, porque no puede existir acierto alguno en que una de las mayores economías de Europa, lo del mundo ya nos queda lejos, siga con sueldos tan bajos. En todos los escalafones de la sociedad, menos en el que menos habla de dinero, porque hablar de dinero es de pobres. Y hablando de pobres. Uno escucha hablar de salarios mínimos interprofesionales y le da por pensar en su propia profesión. Esa que nunca sale en los periódicos porque es, precisamente, la que los fabrica. Y, en fin, no vamos a meternos en líos. Que es lo que habitualmente pensamos los periodistas, que jamás nos quejamos de nuestra situación.

La subida del SMI propuesta por PSOE y asociados tiene algo de cuento tradicional. Del de la lechera, por supuesto, que es el que protagonizan casi todos los ciudadanos de este país y sus aledaños. Aunque con una diferencia, ya que la joven de la fábula comienza a rellenar sus sueños con colores como hacen los niños con las formas en blanco en un pedazo de papel. Mientras que los empleados españoles comienzan a soñar con llegar a fin de mes, que está más cerca de las pesadillas que de cualquier ilusión en tecnicolor. Pero la propuesta de la coalición de Gobierno también admite la influencia de Perrault, con su Caperucita Roja de camino a la casa de la abuelita con un cesto lleno de viandas y su bosque repleto de lobos que están esperando a afilarse los dientes con algún asalariado que se atreva a protestar.

No soy economista, esa profesión que consiste en vaticinar el futuro cometiendo errores sistemáticos. Soy solo un simple periodista, que es esa profesión que consiste en cantar todos los palos del flamenco sin saber siquiera aclararnos la garganta. Así que no puedo determinar si la medida planteada por Sánchez, Iglesias y los suyos es viable o no. Desde luego, se parece al carril-bici de la Avenida de Elche, del que todo el mundo se quejó antes y durante su construcción y que ahora utilizan multitud de ciclistas y viandantes cada día, pertenezcan a la plantilla de la EUIPO o no. Lo sé porque lo veo cada semana. Lo que sí me llama la atención es la respuesta inmediata, feroz y en contra, por supuesto, de los grandes empresarios, de los dirigentes de la Unión Europea y de los prebostes bancarios, que es esa profesión que mejor no comento a qué se dedica. Tanto encono no puede ser en vano: sin duda, una medida así, elevar el salario mínimo muy por debajo del existente en otras economías europeas de primer orden, podría beneficiar a los trabajadores. No cabe otra explicación. Uno escucha la respuesta de los poderosos ante la subida del SMI y le da por pensar en aquella señora que, en plena crisis, le pide 17,50 dólares al bueno de George Bailey en Qué bello es vivir. Mejor me pongo otra vez la película de Frank Capra. Así podré llorar a gusto.

@Faroimpostor


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